Se llama síndrome de intestino irritable y su sinónimo es colitis nerviosa. Afecta a hombres y mujeres entre la tercera y cuarta década de la vida y se caracteriza por la presencia de dolor y distensión abdominal.

El doctor José María Remes, gastroenterólogo y endoscopista mexicano, estuvo en Ecuador para la Gastro Summit 2023, encuentro que ocurrió en Guayaquil entre marzo y abril de este año.

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Allí se presentaron los hallazgos más recientes sobre los mecanismos relacionados con esta enfermedad. “Hasta hace algunos años, se consideraba que estaba asociada a trastornos emocionales, como ansiedad y depresión, y alteraciones en los hábitos alimenticios”.

Y es correcto. Estos mecanismos siguen siendo vigentes, dice Remes, pero en la última década se ha podido demostrar que en algunos pacientes, independientemente de la ansiedad y la depresión, hay otras causas para estos síntomas.

“Hay un grupo de sujetos sanos que, después de adquirir una infección gastrointestinal aguda por comer algún alimento en mal estado o infectado, quedan con síntomas persistentes para el resto de su vida”, indica el médico. No son pocos. Hasta un 30 % de estas personas tiene lo que se considera una variante, llamada síndrome de intestino irritable posinfeccioso.

Hasta un 30 % de las personas que sufren infección gastrointestinal desarrolla síndrome de intestino irritable posinfeccioso. Foto: Shutterstock

Otros tipos de infecciones también pueden complicar las cosas. A raíz de la pandemia esto es más frecuente, observa Remes, particularmente en los pacientes que después del COVID-19 tuvieron que tomar diversos medicamentos que les alteraron la microbiota, compuesta por bacterias, virus y hongos que habitan en el intestino delgado y cumplen funciones metabólicas.

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“También se describe que los cambios en la dieta, el consumo de alimentos procesados o de alimentos que no se digieren fácilmente condicionan a que la microbiota cambie, y esa pudiera ser una causa más”.

Por eso, el tratamiento para algunos pacientes incluye la reducción del consumo de azúcares y carbohidratos difíciles de digerir. “Un ejemplo de estos pudiera ser la lactosa o el gluten; identificar que ese es el mecanismo nos permite diseñar un mejor tratamiento”.

Y el tercer mecanismo, muy explorado en los últimos años, es la relación del intestino con el sistema nervioso, en cuadros de estrés, ansiedad y depresión. “Sabemos muy bien que el intestino y el cerebro se comunican a través de nervios, hormonas y proteínas cuyas señales pueden hacer que personas con estados de estrés mínimo empiecen a percibir fenómenos fisiológicos dolorosos, en este caso, dolor abdominal”.

Diferentes causas, diferentes tratamientos para el intestino irritable

El tratamiento, entonces, se dirige de acuerdo al mecanismo que esté activando el síndrome del intestino irritable. Uno de los abordajes más novedosos en esta década ha sido pasar del tratamiento sintomático (para quitar el dolor y la inflamación) a tratar la causa y curarla, de modo que la respuesta dure más que con los tratamientos sintomáticos.

  • En el caso de las personas que tienen conflictos con su microbiota, les podría venir bien una dieta baja en carbohidratos, gluten y lactosa.
En el caso de las personas que tienen conflictos con su microbiota, les podría venir bien una dieta tipo cetogénica. Foto: Shutterstock
  • Cuando hay cambios en la microbiota por infección o medicamentos, uno de los abordajes más utilizados es dar prebióticos o probióticos, suplementos hechos a base de microorganismos vivos con efecto benéfico. “No se descuida el alivio de los síntomas, pero para quienes tienen infecciones recurrentes se utilizan antibióticos no absorbibles, como la rifaximina, combinada con probióticos y con una dieta que favorezca la restauración del ecosistema intestinal”.
  • La intervención con probióticos también permite modular el eje microbiota-intestino-cerebro, cuando la enfermedad está relacionada con estrés o algún trastorno nervioso.

“Es muy curioso: además del tratamiento sintomático, estamos usando algo que llamamos neuromodulación, que es mejorar esa conectividad entre el cerebro y el intestino”.

La Sociedad Internacional de Neuromodulación lo define como la “alteración de la actividad nerviosa a través de estímulos dirigidos, sean eléctricos o químicos, a sitios neurológicos específicos en el cuerpo” para ayudar a restablecer la función normal del sistema nervioso.

En el caso del intestino irritable, se puede lograr con fármacos que en dosis altas funcionan como antidepresivos, pero en dosis pequeñas pueden tener un efecto de manejo del dolor y de fomentar mejor la conectividad entre el cerebro y el intestino, detalla Remes.

Uno de los abordajes más utilizados en el intestino irritable es dar prebióticos o probióticos, suplementos hechos a base de microorganismos vivos. Foto: Shutterstock

Pero también puede hacerse neuromodulación a través de intervenciones psicológicas, como la terapia cognitiva conductual, acupuntura o hipnoterapia. Remes explica que el síndrome del intestino irritable no debe tratarse simplemente como un caso de depresión o ansiedad, sino hacerle un abordaje holístico.

El síndrome de intestino irritable es una enfermedad de incidencia alta. “Se estima que entre el 10 % y el 12 % de la población puede sufrir de síntomas compatibles; estamos hablando de millones y millones de pacientes en toda Latinoamérica; es muy similar la prevalencia desde México hasta la Argentina”.

Remes opina que se debe a que las culturas alimenticias en nuestros países son muy similares en lo esencial: en el aporte de carbohidratos calóricos. “Y compartimos las mismas preocupaciones, el mismo estrés”.

Y en esta comparación cae también el nivel de los especialistas de gastroenterología. “En el Ecuador no es diferente a ninguna otra parte de Latinoamérica. Además del conocimiento y la preparación, la disponibilidad de medicamentos que tienen aquí es notable; tienen una gran cantidad de fármacos que son estándar de oro para el manejo de estos problemas”. (I)