Los incidentes con armas de fuego aumentaron en más del 30 % en los Estados Unidos durante la pandemia por COVID-19, según un estudio reciente de la Universidad Estatal de Pensilvania, que tomó en cuenta los factores de mayor influencia: el estrés, la violencia doméstica, la falta de interacción social y el mayor acceso a las armas.

De acuerdo con los investigadores de Penn State, estos resultados se revelan en un momento en que muchos hospitales en estadounidenses siguen apremiados por casos de COVID-19 y enfrentan escasez de recursos como productos de la sangre, camas de cuidados intensivos, equipo de protección personal y también profesionales.

La violencia con armas de fuego empeora la carga en los sistemas de salud, y de mantenerse así, los hospitales pueden entrar en una crisis mayor.

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La Marcha Por Nuestras Vidas es un movimiento dirigido por estudiantes para terminar con la violencia armada y la epidemia de tiroteos en escuelas. Manifestación en Los Ángeles, marzo de 2018. Foto: Shutterstock

El estudio reunió datos de muertes por disparos, suicidios y heridas de bala del Archivo de Violencia Armada. Analizaron incidentes que se dan a diario en cada estado, así como los del Distrito de Columbia, de febrero del 2019 a marzo del 2021.

Compararon los reportes prepandémicos con los del año siguiente. De acuerdo con los resultados, 28 estados incluyendo Pensilvania experimentaron un aumento significativo en el número de tiroteos. Minnesota, Michigan y Nueva York superaron el 100 %. Mientras, Alaska fue el único estado que vio un claro descenso en los incidentes con armas durante la pandemia.

Los investigadores opinan que el estrés y preocupación adicionales, junto con el miedo y la incertidumbre pueden haber catapultado la venta de armas. La información del Sistema Nacional Instantáneo de Récord Criminal les permitió saber que hubo un 41 % más de venta de pistolas en marzo del 2020, en comparación con marzo del 2019.

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“La pandemia ha producido efectos secundarios que necesitan ser atendidos”, dice el investigador colíder, Paddy Ssentongo, profesor asistente del Centro de Ingeniería Neural de Penn State. “El alza de la violencia con armas de fuego en la era del COVID-19 es un recordatorio frío de que no podemos ignorarlo más. Es tiempo de enfocarnos en esta crisis de salud pública”.

Curiosamente, parte de la solución es intervenir con vacunas, pruebas, rastreo de cadenas de contagio, mascarillas y ventilación, señala la coinvestigadora Jennifer McCall-Hosenfield, del Departamento de Medicina y Ciencias de la Salud Pública de la Universidad de Pensilvania. “Al mitigar la pandemia, podemos también atacar estos efectos”.

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El documento se publicó este 21 de octubre en Scientific Reports.

Amnistía Internacional describe la violencia con armas de fuego como “una tragedia cotidiana que afecta a la vida de las personas en todo el mundo”, y de forma desproporcionada a las comunidades no blancas, las mujeres y otros grupos marginados.

Según publicaciones de esta organización, antes de la pandemia (2018), más de 500 personas morían al día a causa de la violencia con armas de fuego. El 44 % de todos los homicidios cometidos en el mundo conlleva violencia armada. Y entre 2012 y 2016 en el mundo se produjeron 1′040.000 muertes relacionadas con armas de fuego.

La mayoría de las víctimas de la violencia y de quienes la perpetran son hombres jóvenes, informa Amnistía, pero las mujeres están especialmente expuestas al riesgo de violencia armada dentro de la pareja, y las armas de fuego también pueden contribuir a la violencia sexual. (I)

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