Chipre (AFP). - Lavanda, albahaca o rosas. En Chipre, la destreza ancestral se ve en el cultivo, al igual que los beneficios de las plantas aromáticas, patrimonio que algunos productores intentan promover para atraer a nuevos turistas a la isla, más conocida por sus aguas color turquesa y sus sitios arqueológicos.

En Agros, una aldea a 1.100 metros de altura, en el centro del macizo de Troodos, apenas ha amanecido cuando Andria Tsolakis, su hermana menor Elena y su madre María ya están atareadas entre los rosales.

Aprovechando el frescor matinal, recogen rosas de Damasco, variedad por la que Agros y la familia son famosas.

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Los Tsolakis llevan 73 años cultivando esta flor de origen sirio, supuestamente aparecida en forma misteriosa hace un siglo ante la iglesia del pueblo. Se convierten en distintos productos para cosmética y cocina, como agua de rosas o aceite esencial. “Necesitamos unas 400 flores para alcanzar un kg de rosas”, de donde extraemos “dos litros de su agua”, explica Andria Tsolakis, de 31 años.

Al hacerse cargo del negocio familiar, su padre, Chris, abrió una pequeña tienda, y más de 30 años después su ‘Rose factory’ aparece en las guías turísticas. “En temporada alta, salvo durante la pandemia, recibimos hasta diez autobuses de turistas diarios”, dice Elena.

Este turismo centrado en plantas aromáticas y medicinales se inscribe en un proyecto europeo que incluye además a Francia, Italia, Malta, Croacia y Bosnia-Herzegovina. La iniciativa “Mappae”, financiada en parte por la UE, busca integrarlo en la lista de “rutas culturales” del Consejo de Europa, que ya cuenta con 30 circuitos etiquetados.

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“Nuestras abuelas curaban todo con plantas”, señala Yioula Michaelidou Papakyriacou, coordinadora local del proyecto. “Contamos en la isla con más de 800 variedades de hierbas aromáticas, algunas exclusivas de Chipre”. Para ella, la calidad de los productos es fruto de “la geología de la cadena montañosa de Troodos, la calidad del aire y las condiciones meteorológicas”.

“El clima es ideal para este tipo de hierbas”, añade Miranda Tringis, herborista que creó un parque botánico hace una década cerca de Ayia Napa, balneario del sureste de la isla.

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Entre olivos, cipreses y lavanda, cuenta con toda la riqueza de la flora chipriota: “en el siglo I d.C., Plinio el Viejo (autor romano y naturalista) afirmó que las hierbas de Chipre eran las mejores de todo el Imperio Romano. Y siguen siéndolo hoy”, afirma.