Un Cristo mutilado, cercenado por los impactos de metralla en un ataque con bomba de las FARC, que mató a decenas de personas hace 15 años en la iglesia del pueblo de Bojayá, simboliza la crueldad del conflicto para los sobrevivientes que hoy se reunirán con el papa Francisco en el tercer día de su visita a Colombia.

En el ataque murieron 79 personas que fueron enterradas en una fosa común, según contaron los sobrevivientes, que con el modesto crucifijo de yeso sin brazos ni piernas, viajaron durante varios días en barco, avión y autobús desde Bojayá, en el Pacífico, hasta Villavicencio, la ciudad elegida por Francisco para orar por la reconciliación por su cercanía con los territorios que vivieron algunos de los enfrentamientos más sangrientos del conflicto.

Francisco, ayer en la segunda jornada de su viaje a Colombia, se reunió con el presidente Juan Manuel Santos y estuvo en la primera misa campal, que según medios colombianos, reunió a alrededor de un millón de personas.

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El encuentro de hoy entre supervivientes y excombatientes es uno de los hitos del viaje de cinco días del papa al país sudamericano para consolidar el acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hoy convertidas en un partido político.

Muchas de las víctimas que acudirán a la reunión con el papa son de los llanos y selvas que rodean Villavicencio, donde miles de desaparecidos enterrados no han sido aún identificados.

Francisco urgió ayer a los colombianos converger en una misma ruta para enfrentar los desafíos de la paz, al tiempo que pidió a los líderes del país impulsar “leyes justas” para resolver la pobreza que condujo a la guerra más prolongada de Latinoamérica.

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Instó, igualmente, a los jóvenes y a la Iglesia católica a inmiscuirse en los esfuerzos de reconciliación en una nación sudamericana con gran fervor católico, pero polarizada en relación con la paz alcanzada con la guerrilla.

“Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza... La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años”, dijo el pontífice argentino de 80 años aludiendo a la obra cumbre del fallecido Nobel colombiano. “No queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más”.

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Pero para quienes vivieron el sangriento no es tan fácil. “La reconciliación es muy difícil. Quisiera primero que me entreguen el cuerpo de mis hijos, hablar con ellos para que me digan la verdad”, contó con la voz quebrada Flor Sosa, a quien las FARC le arrebataron a sus hijos de 11 y 12 años en 1998. “Uno puede rezar por la reconciliación, pero si no admiten pagar por lo que hicieron, por sus muchísimos errores, no les creo y no los puedo perdonar”.

Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses solo particulares y a corto plazo.Papa Francisco

(I)