Las fuerzas armadas controlaban este miércoles la capital de Zimbabue, cuyo presidente, Robert Mugabe, de 93 años, se ha declarado bajo arresto domiciliario.

"No se trata de una toma del gobierno por militares [...] Nuestro objetivo son criminales del entorno" del presidente, declaró el general Sibusiso Moyo en un discurso transmitido en vivo por la noche por la televisión estatal.

"No bien cumplamos con nuestra misión, esperamos que la situación regrese a la normalidad", agregó.

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"Queremos asegurar a la nación que su excelencia el presidente (...) y sus familiares se encuentran sanos y salvos, y que su seguridad está garantizada", recalcó el general Moyo.

Pero la Unión Africana consideró en un comunicado que la crisis "parece un golpe de Estado" e instó a los militares a detener inmediatamente sus acciones y respetar la Constitución.

La entrada en escena de los militares se produce en medio de una crisis abierta entre Mugabe y el jefe del ejército, Constantino Chiwenga, tras la destitución del vicepresidente Emmerson Mnangagwa, durante mucho tiempo considerado su delfín.

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El miércoles, soldados y vehículos blindados controlaban los accesos al parlamento, a la sede del partido gobernante, el Zanu-PF, constató un periodista de la AFP en la capital, Harare.

El presidente sudafricano, Jacob Zuma, dijo, en un comunicado, que había hablado con su homólogo zimbabuense por teléfono y que este le había dicho que se encontraba "retenido en su domicilio" por las fuerzas armadas.

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Periodistas de la AFP constataron que, al margen de los sitios estratégicos, la capital funcionaba con normalidad.

"Necesitamos un cambio en este país, nuestra situación es patética. La economía está estancada desde hace mucho tiempo", dijo a la AFP en Harare Keresenzia Moyo, una ama de casa de 65 años.

La embajada de Estados Unidos pidió a sus ciudadanos en el país "refugiarse" debido a la "incertidumbre política".

Tras varios días de vivas tensiones, la operación del ejército, hasta ahora considerado un pilar del régimen, constituye un desafío sin precedente a la autoridad de Mugabe.

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El exvicepresidente Mnangagwa, de 75 años, fue destituido la semana pasada y se vio obligado a exiliarse tras protagonizar una disputa con la primera dama, Grace Mugabe, de 52 años, quien no esconde su deseo de sustituir a su esposo llegado el momento.

Mnangagwa acusó a la segunda esposa del presidente de haber intentado envenenarlo para eliminarlo, suscitando una viva reacción de la interesada, que logró que lo expulsaran del Gobierno. Ahora, ocupa la posición ideal para suceder a su marido.

Bajo su régimen autoritario, el país africano se empobreció y desde principios de los años 2000 lidia con un desempleo masivo (cerca del 90 % de la población activa).

El héroe convertido en déspota

Mugabe dijo una vez que iba a gobernar Zimbabue hasta los 100 años, llevando al extremo la caricatura del déspota africano dispuesto a todo para mantenerse en el poder.

Aplaudido en 1980 como héroe de la independencia, el jefe de Estado en actividad más anciano del planeta, de 93 años de edad, fue retenido en su domicilio tras mantenerse 37 años en el poder.

"Fue un dirigente formidable pero el poder terminó degenerándolo al punto de que puso a Zimbabue de rodillas", resumió Shadrack Gutto, profesor de la Universidad de Sudáfrica.

Pero cuando en 1980 Mugabe tomó el mando del país, recién surgido de la antigua Rodesia, una colonia británica donde gobernaba una minoría blanca, su discurso sobre la reconciliación y la unidad le valió elogios a nivel internacional.

El exprisionero político convertido en un líder de la guerrilla llegó al poder después de que el gobierno de la minoría blanca se viera obligado a negociar, ahogado por las sanciones económicas y la amenaza creciente de la insurgencia.

Pero su brillo inicial no tardó en desvanecerse.

El antiguo ministro de Relaciones Exteriores británico Peter Carrington conoció bien a Mugabe, durante las conversaciones que abrieron el camino hacia la independencia de Zimbabue.

"Mugabe no era nada humano", dijo Carrington a la biógrafa de Mugabe, Heidi Holland. "Tenía una especie de naturaleza reptil. Uno podía admirar sus capacidades y su intelecto (...) pero era una persona horrible y poco confiable", agregó.

En las últimas décadas de su mandato, Mugabe, siempre con sus gafas de pasta, se recreó en un papel de antagonista de Occidente.

Valiéndose de una retórica virulenta, responsabilizó en sus discursos a las sanciones occidentales de la aguda crisis económica que sufrió el país, aunque estas solo lo afectaban a él y a sus colaboradores y no a toda la economía.

Grace, su segunda mujer, una exsecretaria, 41 años menor que él, que está entre los candidatos a sucederlo, dijo que incluso pasados los 80 años se levantaba antes del amanecer para hacer ejercicio. 

Pero en los últimos años, sufrió más de un tropezón y algunas caídas en público. En otra ocasión pronunció un discurso equivocado para la apertura del parlamento. (I)