ANDREA BONZO, Especial para EL UNIVERSO

El fantasma de la crisis recorre las calles de la Buenos Aires. El resultado de las elecciones primarias del domingo 11 sumió a la Argentina en la incertidumbre. La derrota del presidente Mauricio Macri fue estrepitosa, dejando el peronista Alberto Fernández a las puertas del poder. En apenas una semana el peso se devaluó casi 30%, los precios aumentaron, el riesgo país se disparó. El gobierno, desautorizado, respondió de manera lenta y errática. Nadie sabe que va a pasar hasta las elecciones del 27 de octubre. La preocupación se refleja en los rostros y en las conversaciones de los porteños.

En Boedo, un barrio de clase media célebre por sus emblemáticos locales de tango, un grupo de amigas discute sobre la situación del país. Las mujeres, todas jubiladas, toman mate en una librería repleta de tomos. “Franca, ¡yo en marzo pagaba 800 pesos (unos $ 15) los medicamentos! ¿A cuánto se fueron? 2.200 ($ 40), ¡más del doble!”, exclama, indignada, una de ellas.

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“Es complicado”, dice Mirtha Sánchez, quien se está encargando de la librería a pedido de la familia del dueño, fallecido hace poco. “El costo del transporte, comer algo afuera si es que estás todo el día en la calle”. Las mujeres votaron al presidente argentino Mauricio Macri pero, como muchos, están decepcionadas. “¡No encontró el rumbo!”, resume Franca, una de las amigas.

“La desesperación de la gente hizo que votaran para Cristina (Fernández)”, dice Berta Camacho, la dueña de una tienda de ropa barata ubicada no muy lejos de la librería.

En medio de la debacle económica, y pese a las acusaciones de corrupción y al desgaste de ocho años de gobierno, Cristina recobró altos altos índices de popularidad. “Desde hace dos años todo se viene para abajo. Nos aumentó todo: la luz, el agua, todas las primeras necesidades se nos fueron al 100%, al 1000%”, explica Camacho, quien abrió su tienda en este lugar hace 10 años.

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“Con un salario mínimo de 200 dólares, si tenés que pagar un alquiler, con todos los gastos, ¿adónde vas a ir a vivir? Por eso hay mucha gente en situación de calle”, dice.

El aumento de las tarifas y de la pobreza son algunas de las críticas más recurrentes a la gestión de Macri. La otra es la incapacidad de frenar la inflación: tras cuatro años de gestión, los precios aumentaron en promedio un 200%. A la vez, los salarios perdieron poder adquisitivo. La última devaluación, estiman los expertos, tendrá un impacto mayor que en 2016 y 2018.

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“Muchas cosas vienen de afuera y están en dólares”, explica Daniel Velázquez, el dueño de una verdulería del barrio. Él ya se vio forzado a aumentar los precios de la mercadería. Dice que la crisis comenzó a golpearlo cuando asumió Macri y que el dinero “a veces no alcanza para el alquiler, la luz, el colegio de los hijos”. No revela para quién votó, pero dice que espera un cambio.

Asimismo Carlos, el encargado de un edificio del barrio de Palermo, está esperanzado con la victoria de Alberto Fernández. “Lo que hicieron estos tipos es una vergüenza”, dice. "Yo antes pude comprarme un auto, podía vivir bien, tenía unas trabajos extra. Ahora no me alcanza. La realidad los castigó”, dice. Cuenta los días para que Macri deje el cargo.

2018, el punto de inflexión

Muchos indican el año 2018, cuando el Fondo Monetario Internacional (FMI) salió al rescate de Macri con un préstamo récord de $ 57 mil millones, como el punto de inflexión. En ese momento comenzó el programa de ajuste y la escalada del dólar, que el Gobierno intentó frenar llevando las tasas de interés hasta el 70%, las más altas del mundo. El resultado fue que la actividad económica se congeló. El consumo se derrumbó. Muchas pequeñas empresas, al no poder más financiarse, cerraron.

“El préstamo del FMI cambió todo”, explica Pablo Vidal, un dirigente de Caritas Argentina especialista en adicciones. “Y ahora la situación explotó, hay mucha indigencia, tenemos todos los lugares desbordados. Empeoró el tema de las adicciones porque hay muchos casos de personas que dejan de trabajar y empiezan a consumir. Y hay mucha desesperanza. Sobre todo porque, más allá de quien gane, todos sabemos que se viene un gobierno de transición. Nadie se espera que el que asuma va a resolver todo en poco tiempo”.

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“El dólar se fue para arriba y los sueldos no subieron, lo que causó naturalmente tener un poder adquisitivo mucho más bajo”, agrega Martín Iglesias, el director de los expedicionarios de San Juan Bosco, un grupo al estilo Boy Scouts, en los humildes asentamientos de José León Juárez, una localidad a unos 30 kilómetros al norte de Buenos Aires. “Eso ocurrió en 2018 y ahora se profundizó. Nos esperamos un desastre mayor”.

Ese año “fue terrible, peor que nunca”, según Adriana Cohen. Es la dueña de una joyería de Boedo, un negocio que su familia empezó en 1965. “Las ventas bajaron muchísimo. Y ahora, con este tema de las elecciones, pasa lo mismo. La gente consume poco o no consume nada”.

El propio Boedo, este barrio tan porteño, fue golpeado en algunos de sus símbolos: la Esquina Osvaldo Pugliese, un famoso local de shows de tango, fue vendido y se convirtió en un restaurante. A unos metros de distancia el Trianon, un bar frecuentado durante décadas por la bohemia, cerró después de 80 años. “No aguantaron más”, dice el mozo del vecino Café Margot, otro bar histórico que se disputaba con Trianon la autoría original del auténtico sandwich de pavita al escabeche.

“La Argentina es así”, dice, resignada, Adriana Cohen. “Como un columpio que sube y que baja. Pero Macri no supo hacer las cosas. Porque no puede ser que en lugar de mejorar un cachito, nos pusimos peor”. (I)