Aunque las medidas de confinamiento a nivel mundial provocadas por el coronavirus han logrado interrumpir gran cantidad de actividades en el mundo, no han tenido mucha repercusión en el número de muertes causadas por la delincuencia organizada y la violencia de las pandillas.

En países de América Central las cifras de homicidios se han mantenido estables en las semanas posteriores al cierre. Esto se debe a que los principales actores de la violencia en esta región han continuado operando violentamente, según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

Por el contrario, en países con un bajo nivel de homicidios, y donde la intensidad de las medidas de bloqueo han sido más fuertes la reducción de la violencia ha sido drástica.

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Este es el caso de Europa occidental y de EE. UU., donde los datos de la UNODC indican que cifras de mortalidad causada por actos violentos y homicidios disminuyeron.

“Para actuar eficazmente necesitamos guiarnos por datos fidedignos. La evaluación de los múltiples impactos del COVID-19 es un elemento clave para la recuperación que el mundo necesita”, afirma Ghada Waly, director de UNODC.

En el caso de El Salvador, donde hay más de 1000 casos del virus y 20 muertos, la violencia estremeció al país el pasado 24 de abril, cuando 23 personas fueron asesinadas.

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La fecha se convirtió en el día más violento desde que el presidente Nayib Bukele asumió el poder en junio pasado y luego de una reducción histórica en marzo de ese tipo de crímenes. En respuesta a la escalada de violencia, Bukele decretó máxima alerta en cárceles donde están recluidos pandilleros con el argumento que desde ahí salen las órdenes de matar.

“El presidente es cuestionado fuera del país por lo que hace, pero hay que notar algo, la realidad que viven a diario los salvadoreños no es la misma que se genera fuera”, dice el analista Dagoberto Gutiérrez.

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Para la UNODC, las medidas de apoyo social pueden ser fundamentales para la reducción de la violencia, más aún cuando la pandemia del COVID-19 ha puesto en jaque a las economías y se prevé un aumento de 35 millones de pobres. (I)