La cuarentena que nos mantuvo aislados durante más de dos meses parece haber sido olvidada por los miles de comerciantes que han llenado varias zonas de Guayaquil en las últimas semanas tratando de recuperarse económicamente.

La distancia obligatoria de dos metros que ha impuesto el Comité de Operaciones de Emergencia y otras medidas para salir a laborar parecen pasar desapercibidas.

Solo el uso del tapabocas ha sido acatado, y eso que a ratos se lo bajan y dejan al descubierto la nariz, dicen que para respirar mejor. O se lo suben y comen en puestos callejeros o al paso, en tanto otros caminan en medio de la gente.

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Hay quienes incluso salen con recién nacidos a la calle, y aunque ellos usan mascarillas, a los bebés los llevan en brazos sin una protección extra.

Ese era el panorama ayer en el centro de Guayaquil, afuera del concurrido mercado Central. Para ingresar a ese centro de abastos los compradores debían pasar por una cabina de ozono. Había una fila de unas 50 personas.

Adentro, los comerciantes usaban mascarillas, pero no estaba señalizado el piso, y quienes compraban y vendían no respetaban la distancia preventiva. Varios comerciantes dijeron que al final del día lavan todas las monedas y rocían alcohol sobre los billetes.

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Afuera del mercado existía incluso más movimiento. En un minuto pasaban cientos de personas; unas ofertaban productos, otras buscaban buenos precios para reactivar sus pequeños negocios.

Allí afuera estaban ayer dos hermanas, de 14 y 15 años, quienes este año lectivo no fueron matriculadas precisamente por la falta de dinero y salieron con sus padres a vender legumbres. Usaban mascarillas elaboradas artesanalmente y vendían cada paquete de cebolla o tomate a $1.

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Cerca de las menores están adultos mayores que también venden productos, como mascarillas, frascos de alcohol. Explicaban que eso es lo que más salida tiene por el momento.

Y aunque saben del peligro al que todos estamos expuestos, especialmente ellos, al ser un grupo vulnerable, aseguran que no pueden seguir en casa encerrados sin generar dinero. “Hay deudas que pagar, ya en la tienda no me quieren fiar y pronto cortarán el agua y la luz”, dijo ayer Digna Salazar mientras promocionaba frascos de alcohol a $1.

Un poco más al sur, a lo largo de la calle Ayacucho, la zona donde se venden repuestos y accesorios para vehículos, la actividad comercial también es intensa y no para.

Ahí la mayoría de los negocios han marcado la distancia que deberían respetar los clientes, han instalado vidrios sobre los mostradores y desinfectan manos y pies de quienes se acercan.

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Pese a la señalética que hay en el piso, dicen los comerciantes que la gente no respeta y que se acercan al mostrador.

Danilo Muñoz, de 65 años, tiene dos locales en esa zona. Él incluso con una cuerda cerró el paso por su portal, para evitar el contagio.

Quienes le van a cotizar un repuesto deben desinfectarse, ponerse la mascarilla y limpiar su calzado para entrar la local, aunque a la mayoría los atiende desde el portal.

“Si no usan mascarilla, no los dejo que se acerquen”, dijo el hombre que manifiesta que así intenta protegerse a sí mismo, a su esposa y a su suegra de 90 años, quien está aislada en la planta alta del local.

Muñoz al final de su jornada lava su portal con amonio, teme que si alguno de su familia resulta contagiado tenga un final fatal, aunque dice que en el sector solo ha fallecido un vecino durante el pico de la pandemia, en abril pasado.

Él se quejó de que muchos de los que laboran informalmente instalando los repuestos y accesorios no respetan las medidas. Eso era evidente ayer, algunos iban con la mascarilla abajo, incluso entraban a los vehículos así y cuando se les consultaba evitaban dar una respuesta.

20

días lleva Guayaquil con semáforo amarillo. En los últimos días no ha habido fallecidos por COVID-19.

12 000

fallecidos se registraron en Guayaquil durante el pico de la pandemia, entre marzo y abril.

30 %

de aforo es el permitido en locales comerciales y restaurantes en Guayaquil. (I)