Ana Claudia Santano, coordinadora regional de Transparencia Brasil, es una de los 260 observadores internacionales invitados por el Consejo Nacional Electoral (CNE) para evaluar la jornada de las elecciones nacionales que se efectuarán este domingo 7 de febrero del 2021. Expone sus expectativas de cómo las autoridades deben actualizar los sistemas electorales, tomando como muestra la pandemia del COVID-19.
¿Cómo evalúa la organización de eventos electorales en medio de la pandemia?
En Ecuador vemos que hay una preparación frente al COVID-19 y la ciudadanía puede estar bastante segura de que la pandemia está bien manejada. Pero hay que tomar en cuenta que la autoridad electoral no es la única responsable del control. La ciudadanía y los actores políticos tienen su propia responsabilidad. Las campañas políticas pueden aumentar los contagios. Esto en Brasil, en las elecciones municipales de noviembre pasado, pasó porque los actores quizás no hayan observado con tanta rigidez las medidas sanitarias.
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¿Conoció las modalidades de voto telemático, electrónico que implementará como pilotos el CNE en estos comicios?
Veo con entusiasmo la inserción de herramientas digitales, y que el CNE hace esfuerzos de ampliar estos sistemas. Las boletas conllevan desafíos como la impresión, la logística de envío del material, el entrenamiento a los miembros de las Mesa de votación para el escrutinio. Entonces, las herramientas tecnológicas pueden colaborar para disminuir errores o mejorar procedimientos.
¿Qué desafíos tienen las instituciones de cambiar los sistemas de votación en el futuro, tomando en cuenta la pandemia?
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La pandemia inauguró un nuevo tiempo; y, para las elecciones del futuro debemos enfrentar primero la brecha digital. Está bien que queramos implementar herramientas digitales, pero los países de América Latina tenemos problemas de integración digital. Superada esta dificultad se debe pensar en la modernización. Tenemos que diversificar la manera de emisión del voto. Hay organizaciones internacionales que garantizan el voto, sin que la gente esté presente obligatoriamente. El voto presencial debe ser una opción y no la única opción. Es algo que las democracias tendrán que enfrentarlo. Los procedimientos electorales deberán ser cada vez más híbridos. Este es el gran llamado que la pandemia nos hizo, y la ciudadanía deberá hacer un esfuerzo para cambiar su mentalidad, porque también hay desconfianza en los sistemas.
¿El voto debe ser obligatorio u optativo?
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A mi criterio, debe ser obligatorio. Es un derecho de todos estar empadronados a partir de los 16 años. Esto no da espacio para criterios personales o discrecionales, y no da espacio para la exclusión de votantes. La ciudadanía debe convencerse de que es un deber y un derecho, porque los asuntos públicos son consecuencia de los resultados electorales. Si nosotros no tenemos los servicios públicos funcionando debidamente es que nosotros contribuimos votando por administradores que no debían ser elegidos. El voto hace mucho, y aunque tengamos la impresión de que un voto no tiene el poder de cambiar nada, no es verdad. Cada voto cuenta. La ciudadanía debe despertar ese sentimiento de que el voto es un derecho y un deber, porque todos queremos mejores sociedades y nuestra parte de responsabilidad está en esto.
Las elecciones en Ecuador se dan en un ambiente de polarización y denuncias de fraude. ¿Cuál será el papel de la observación internacional?
Cuando hay conflicto político, las emociones hablan más que la razón. Las posturas de fraude están siempre presentes. A veces puede que haya como no fraude; o pueden ser discursos para que la ciudadanía desconfíe. El rol que juega la observación nacional como internacional, es justamente observar que los procedimientos estén hechos de manera debida y que los discursos de fraude puedan ser evaluados de manera técnica. En democracias consolidadas el discurso de fraude es una estrategia política incluso para dar un paso siguiente. Hay que tener mucha responsabilidad cuando se habla de fraude porque debe ser evaluado en aspectos técnicos y razonables, no emocionales. (I)