Su peculiar caminar, en punta de pie, fue la primera alerta. No podía correr al mismo ritmo que sus compañeros de clase y se le dificultaba cumplir las actividades deportivas. “Me quedaba siempre atrás, me cansaba más de lo normal. Tenía caídas frecuentes y para levantarme tenía que apoyarme en mi propio cuerpo”.