Una enfermedad es considerada crónica cuando el paciente, inevitablemente, tendrá que lidiar con ella por el resto de su vida y, para mantenerse estable, el tratamiento debe ser continuo. Las personas con estas enfermedades son más vulnerables si los hospitales colapsan como ha sucedido durante la pandemia del COVID-19.

El presidente de la Fundación de Pacientes del Ecuador, Gabriel Orihuela, explica que los tratamientos pierden eficacia si los pacientes dejan de recibirlos por más de dos semanas. “Empiezan a perder la adherencia al tratamiento y esto, sumado a no recibir la medicación adecuada, hace que su calidad de vida se deteriore”, señala. Esto provoca que más pacientes necesiten hospitalización y el riesgo de muerte se incrementa.

El primer caso de contagio con la variante ómicron se detectó en Ecuador a mediados de diciembre. En las semanas posteriores se desencadenó la ola más grande de contagios de la pandemia. Sin embargo, las cifras de decesos no crecieron con la misma intensidad. Las muertes atribuidas al COVID-19 fueron menores a las que se registraron durante la predominancia de otras variantes, según las cifras oficiales.

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No obstante, las estadísticas de las defunciones inscritas en el Registro Civil muestran que el impacto de ómicron fue mayor. EL UNIVERSO analizó las cifras históricas para tener una fotografía del incremento de muertes registrado en la ola de ómicron. Concluyó que en comparación con los años 2018 y 2019, prepandemia, en este año ha habido unos 4.500 fallecimientos en exceso.

El exceso de mortalidad no se debe solamente a pacientes de COVID-19, sino que repercute también en personas con otras patologías que se vieron afectadas por el colapso del sistema sanitario.

Para Orihuela, perder la vida de las personas con comorbilidades es muy doloroso. “Tratamos, de alguna manera, de ponernos un escudo alrededor para no sentir tanta frustración cada vez que se nos va un paciente. Desgraciadamente es la realidad. Ante la realidad, lo que uno tiene que hacer es entenderla y aprender de ella para saber cómo se la puede modificar para mejorar la calidad de vida de los pacientes”.

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Él sugiere que lo que se debe hacer es concienciar a la población de que los problemas de salud son de todos, no solo de las familias que tienen en este momento una persona afectada por enfermedades crónicas.

Las provincias que registraron mayor exceso de mortalidad entre enero y febrero fueron Guayas, Manabí, Los Ríos y El Oro.

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Guayas fue la que registró la mayor cantidad de muertes en exceso en los dos últimos meses: 42 por cada 100.000 habitantes.

Esto se vio reflejado en las estadísticas de la Sociedad Funeraria Nacional. Sebastián Barona, director de esta institución, comentó que en los últimos meses se llegó a tener hasta 50 fallecidos adicionales en Guayas, independientemente de si la causa del deceso fue por COVID-19, otras patologías, accidentes o muertes violentas.

La provincia con la segunda mayor tasa de mortalidad en exceso fue Los Ríos, que registró 37 fallecimientos por cada 100.000 habitantes.

Edmundo Encalada, director del hospital del IESS de Babahoyo, destacó que en enero y febrero se pudo evidenciar un colapso en las unidades operativas de este centro médico debido a la pandemia. Los principales afectados, contó, fueron pacientes con hipertensión, diabetes, problemas cardiológicos y cáncer. Entre los dos últimos meses fallecieron 25 personas con estas patologías en ese hospital.

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Encalada explicó que cada patología se trata de manera distinta y que, durante la ola de ómicron, los pacientes de otras patologías pudieron ser atendidos con regularidad en este centro médico. Además, el hospital sí estaba preparado para un posible colapso. En el caso de que no hubiera contado con espacio o insumos, se habría derivado a los pacientes a otros centros médicos.

Manabí tuvo 36 muertes en exceso por cada 100.000 habitantes, en enero y febrero, el tercer mayor registro del país.

Para la epidemióloga Andrea Gómez, las muertes en exceso son un efecto de la pandemia y revelan que los servicios de salud en Ecuador no han podido enfrentar al COVID-19. Lamenta que “no se haya podido evitar el aumento de hospitalizaciones, de casos graves y de cuidados intensivos, así como de personas que fallecieron sin siquiera haber conseguido una cama”.

Orihuela se queja de que, como el COVID-19 ha sido la prioridad, no ha habido camas ni médicos suficientes que alcancen para atender a los pacientes con comorbilidades. “Esto se ha ido corrigiendo, pero definitivamente hace falta mucho”, comentó. (I)