Édgar Roberto Gálvez Mora empezó a conocer la fotografía cuando era un niño. Ahora a sus 76 años recuerda con añoranza cómo se inició todo. Él vivía en el barrio de la Loma Grande, en el centro histórico de Quito, y junto a su casa funcionaba un estudio fotográfico.

La curiosidad lo llevó a internarse en ese mundo, aprendiendo de su vecino, aunque nunca se imaginó que se convertiría en su profesión.

Al poco tiempo aprendió el proceso para revelar las fotografías, hacer un revelador, un fijador, cómo se maneja la ampliadora, copiadoras, ese delicado trabajo que se hace en la fotografía análoga.

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Édgar camina por la Plaza de la Independencia, entre el Palacio de Carondelet (Presidencia) y el Palacio Municipal. Rodeado por el Palacio Arzobispal y la Catedral Primada de Quito. Con su cámara digital ofrece fotos instantáneas con el fondo de alguno de estos edificios convertidos en postales turísticas.

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Recuerda que solo iba a esta plaza los fines de semana o feriados, para hacer una chaucha (trabajo extra que genera un ingreso económico y se realiza fuera del horario laboral). Entre semana el fotógrafo tenía solicitudes para registrar en imágenes los eventos sociales.

Su legado de fotografía lleva más de 60 años y no piensa terminarlo, todavía siente la capacidad para seguir registrando momentos con su compañera, la cámara fotográfica.

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Uno de los más grandes recuerdos que tiene en su mente es cómo se organizaba con otros fotógrafos y recorrían algunos barrios para ofrecer su trabajo durante los festejos de fiestas de fundación de Quito. Ahí era cuando más trabajo tenían.

El fotógrafo quiteño ha tenido aproximadamente 18 cámaras fotográficas. Unas se perdieron, otras las robaron, o cumplieron su tiempo de vida útil.

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Aunque la llegada de la tecnología con las cámaras digitales le sorprendió gratamente, también significó un problema, pues bajó notablemente su cantidad de trabajo.

“Vino la tecnología que ya todo el mundo tiene, su celular ya viene con cámara y le quita el trabajo a la gente. Últimamente esas cámaras son como las profesionales”, expresa, mientras toma asiento en una de las bancas de la Plaza Grande.

QUITO.- Édgar Gálvez lleva más de 60 años capturando momentos a través de su cámara fotográfica, en el centro histórico de Quito. Foto: Andrés Salazar

Nunca se casó, tampoco tiene hijos. Su mayor anécdota fue un 28 de diciembre, tiempo de las inocentadas, una tradición que lleva a las personas a jugarse bromas. Un hombre vestido de manera muy elegante le pidió a Édgar que lo ayude con algunas fotografías, él aceptó y se imaginó que sería un trabajo con buena paga, por la apariencia del sujeto.

Luego de varias fotografías realizadas el hombre elegante le preguntó: “¿usted no sabe quién soy yo?”. De inmediato, se quitó las gafas y el sombrero, y resultó que era otro fotógrafo colega que engañó con su disfraz a Édgar.

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Una vez también apareció en un periódico. Luego de una torrencial lluvia salió a esperar que lleguen turistas a la Plaza de la Independencia, era un sábado y la lluvia hizo que toda la gente vaya a escampar en algún lugar.

Un fotógrafo de prensa capturó a Édgar caminando entre las piedras del parque que estaban mojadas. Al siguiente día salió en un periódico esa foto con el título “El fotógrafo se quedó solo”.

Ha fotografiado exalcaldes, cantantes y artistas de teatro. Familias de grandes recursos económicos y personas que no les alcanzaba para pagar por sus servicios, pero llegaban a algún acuerdo. Todas son historias que se mantienen en la mente del fotógrafo que recibe con una sonrisa y elige el mejor fondo para crear una instantánea. (I)