Con sonrisa amplia, pelo corto, ataviado con una leva concho de vino, el tono de su buzo es crema, sin corbata, pantalón caqui, zapatos negros con suela blanca y varias manillas elaboradas con mullos en las muñecas, Ismael Cala ingresa al salón Biblioteca del JW Marriott, en el norte de Quito, donde nos recibe para una entrevista.