A las 18:58, cuando sonaron las sirenas en honor a las víctimas del terremoto, Alexandra Chávez apretó las manos. Achicó los ojos detrás de sus lentes e hizo lo posible por hacerse la fuerte.
Se frotaba los dedos, respiraba hondo, queriendo contener el llanto; finalmente no pudo y un par de lágrimas le rodaron por el rostro. Inmediatamente con dos dedos intentó limpiarlas; se sacó los lentes para frotarse un pañuelo, pero ya era muy tarde, los recuerdos de aquel 16 de abril habían regresado. A las 18:58 tembló la tierra; a esa hora perdió a su hija.
“Es un dolor grande, muy grande, pero eso se va conmigo hasta mis últimos días”, expresa.
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Alexandra, de 70 años, es la madre de María Alexandra Mendoza Chávez, una de las 35 personas que murieron sepultadas bajo los escombros de una papelería en un centro comercial de la parroquia Tarqui, en Manta, durante el terremoto de 2016.
La noche de este miércoles, 16 de abril, las familias se reunieron allí, en el mismo lugar donde quedaron sepultados sus parientes hace nueve años, para rendirles un homenaje.
Y allí estaba Alexandra con su cabello blanco, con la tristeza que la acompaña desde hace nueve años y que se niega a abandonar.
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“Mi hija tenía solo 25 años, 25 años; era jovencita. Ella solo tenía una semana trabajando en ese lugar. Me dejó dos niños, mis nietecitos”, indica.
El homenaje se inició a las 18:30. Algunas personas encendieron velas, mientras los nombres de los fallecidos eran proyectados en una pantalla. Un coro interpretó varias canciones. Los familiares miraban al cielo. A un bombero que estaba de pie junto con sus compañeros en una especie de camino de honor se le enrojecieron los ojos, pero seguía firme, evitando quebrarse.
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Ramón Arteaga llegó al homenaje con una camiseta negra que llevaba estampada la foto de su hija Mónica. Ella también murió en la papelería. Tenía 33 años; cumplía 34 el 21 de abril, cinco días después.
Pero ese día, el 16 de abril, salió de casa, se despidió de sus padres y ya nunca la volvieron a ver con vida.
“Yo le decía ‘mi negra’. Todavía la recordamos; yo a veces no quiero pasar por aquí. Me duele al ver cómo era esto antes y todas las vidas que se perdieron. Dios es el único que sabe lo que hace. Dios sabe dónde tiene a mi hija”, expresa.
Manta por esos días era toda una tragedia. El terremoto arrasó con casi todo; las casas se cayeron, los edificios quedaron aplastados y abajo, entre los escombros, 233 personas dejaron de existir. En toda la provincia fallecieron 663 personas.
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La desgracia estaba por todos lados, pero se concentró en la papelería de Tarqui. La gente llegaba allí a esperar que sacaran a sus familiares vivos o muertos. Pasaban horas mirando el lugar, una montaña de cemento donde la vida parecía imposible. Las personas hacían vigilia en ese entonces, como lo hacen ahora en el evento, nueve años después, al recordar a sus familiares.
“Hasta parece que fue ayer”, dice Elsa Chávez, quien perdió una sobrina en ese lugar. “Parece que el tiempo no pasara porque igual nos da mucha pena; allí murieron mis vecinos, muchos amigos del barrio”, agrega mientras el homenaje continúa.
En la pantalla se proyectan imágenes del terremoto: las casas destruidas, los bomberos trabajando, la gente llorando. Elsa voltea el rostro hacia otro lado. Los recuerdos duelen. Es que parece que fue ayer. (I)