A escasos pasos de las viviendas destruidas, en el barrio Las Piedras, la Secretaría de Gestión de Riesgos dispuso la noche del viernes, 25 de abril, que la Unidad Educativa Teodoro Morán Valverde sirva de alojamiento temporal para las personas que sufrieron daños estructurales masivos.

En la escuela fiscal mixta, pequeños niños que estudian allí disfrutaban de los desolados juegos, mientras maquinaria pesada aplanaba el terreno para recibir, por segunda noche consecutiva, a más de 10 familias que están utilizando las aulas de sus hijos como cuarto.

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Neyra Bone y dos docentes más son las encargadas de vigilar los salones de clases, que se han convertido en hogar de familias afectadas.

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“Este sismo nadie lo esperaba, estábamos listas para recibir una capacitación, pero nos tocó cambiar todo”, contó Neyra.

Además, explicó que los organismos del gobierno dispusieron que la escuelita sea utilizada como albergue y esperan que más personas se unan a este alojamiento temporal.

“Tenemos otra comunidad que está más lejos, se llama Piedras Viejas. Ahí hay otras familias que se han quedado sin nada. Puede ser que ellos se unan a este predio para dormir”, explicó.

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Las tres mujeres contaron que han pasado gran parte de la noche armando camas y coordinando a niños, jóvenes, personas de la tercera edad para que puedan estar lo más cómodos posible, por ello, aducen que necesitarán más tiempo de preparación para que las clases puedan iniciar.

“Creo que se debería tomar más tiempo para el inicio de clases porque las familias están destrozadas moralmente y antes de ello deberían traer médicos especialistas en psicología para atender a los más pequeños”, manifestó Neyra.

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José Michelena, técnico analista de reducción de riesgos, contó cómo fue el proceso para adecuar la institución en un albergue.

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“Se trajo 30 camas con colchas, almohadas y toldos para darles alojamiento digno a esas familias. Primero utilizamos 3 aulas y posteriormente las 6 que dispone la institución educativa”, afirmó el funcionario.

Neyra y sus dos compañeras en la docencia miraban las paredes de la unidad educativa que soportó el sismo, pero algunas tenían grietas profundas.

“Cada una nos hacemos cargo de tres grados. Imagínese lo que significa trabajar con el miedo que algún rato esto se caiga”, enfatizó Neyra. (I)

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