Pocos animales son capaces de generar una reacción tan primitiva en una persona como las arañas, que tienen mala fama en el imaginario colectivo por una variedad de factores.

Uno de ellos es su apariencia, que causa tanto miedo como fascinación a la vez, recalca el aracnólogo Mauricio Macías, investigador de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. Esto se refleja, añade, en la popularidad de sagas como El hombre araña.

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Sin embargo, el protagonista de esa serie no tiene múltiples ojos ni patas, características de los arácnidos a nivel global que pueden generar rechazo.

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El otro factor por el cual las arañas no tienen buena reputación es que pueden morder a humanos en caso de sentirse amenazadas o acorraladas y por el veneno que tienen, que usan para inmovilizar a sus presas, mayoritariamente insectos.

Macías señala que la gran mayoría de arañas son dóciles, y su reacción al toparse con humanos es intentar huir.

“El temor que les tienen es infundado, solo hay cinco o seis especies en el mundo que son de importancia médica, o sea que tienen un veneno que podría ser peligroso”, subraya.

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Agrega que lo han mordido arañas antes, pues las maneja por su trabajo, y las picaduras de abejas o avispas, por ejemplo, duelen mucho más. “En la mayoría de las especies no hay dolor ni sensación”, expresa.

Macías no ha visto casos de arañas de importancia médica dentro de casas en Guayaquil, excepto en casos puntuales de personas que importan arañas y estas logran escapar.

Algunas de las arañas que los guayaquileños podrían encontrarse en distintos rincones de sus hogares incluyen las típicas arañas de patas largas, de la familia Pholcidae, que son inofensivas para los humanos.

Trichonephila clavipes es común en los bosques que rodean Guayaquil. Foto: Mauricio Macías

Otra especie común dentro de casas son las de la familia Salticidae, las arañas saltarinas, que a diferencia de la mayoría de arañas no esperan a que su presa caiga en telarañas sino que las caza activamente.

En los jardines también se puede encontrar a la especie Argiope argentata, cuyo veneno es básicamente inofensivo para los humanos en el raro caso de que decida morder.

Otra familia de arañas que frecuenta los hogares en Guayaquil es la de Scytodidae, o arañas escupidoras, así llamadas porque escupen seda para inmovilizar a su presa, que incluye a otros tipos de araña.

Las arañas sirven como un mecanismo de control de población de insectos, pues se alimentan primariamente de ellos. Dentro de casas suelen cazar mosquitos y bichos de luz, y en plantaciones sirven para controlar plagas, manteniendo el equilibrio biológico.

No solo mantienen a raya poblaciones de insectos y de las enfermedades que algunos de estos causan, sino que también controlan su propia población, pues ciertas especies consumen otras arañas.

Una araña que podría encontrarse dentro de casas y que tiene un veneno potencialmente peligroso es Loxosceles laeta, o araña violinista. Sin embargo, Macías recalca que no hay muchos reportes de esta especie en Ecuador, pues son más comunes en Chile y Perú.

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“Es muy raro encontrar este tipo de araña dentro de la ciudad. Me han mandado fotos desde zonas como la vía a la costa, pero es muy difícil identificarla de una foto”, dice.

Que los humanos maten arañas que se topan en sus hogares, por lo tanto, es un comportamiento basado en torno al miedo y no con argumentos científicos.

Por eso es recomendable dejarlas tranquilas si se encuentra una dentro de la casa, según Macías. Otra opción es atraparla usando una hoja de papel y un vaso o contenedor y liberarla fuera del edificio.

La aracnofobia, el miedo irracional a las arañas y a arácnidos, como escorpiones, es una fobia común alrededor del mundo. Existen varias teorías que intentan explicarla: una propone que es un miedo heredado de antepasados, que habrían aprendido a evitar a estos animales debido a su supuesta peligrosidad.

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Otra posibilidad es que sea algo que las personas afectadas, que pueden hasta tener ataques de pánico en reacción a ver una araña, aprenden de pequeños.

Rod Crawford, un aracnólogo estadounidense que trabaja en el Museo Burke en la ciudad de Seattle, ha dedicado su vida a identificar nuevas especies de arañas y a desmentir los varios mitos que las rodean en el sitio web del museo. Para él, la mala reputación de las arañas tiene un origen exclusivamente cultural. En uno de sus videos educativos expone que en Papúa Nueva Guinea, por ejemplo, los locales no le temen a las arañas e incluso las consumen. La aracnofobia, de hecho, es más común en países europeos y en aquellos poblados por sus descendientes.

Una tarántula de la familia Theraphosidae. Foto: Mauricio Macías

Aparte de refutar la percibida peligrosidad de las mordidas venenosas de las arañas, Crawford también ha despejado la noción de que las arañas transitan por tuberías: cuando se encuentra a una en un lavabo, por ejemplo, es porque bajó de una pared en búsqueda de una fuente de agua.

Otra leyenda urbana es que las arañas se meten a la boca de los humanos mientras duermen. Crawford señala en su sitio web que no existe una sola instancia recogida por la ciencia que evidencie este mito.

Esas son dos creencias que son parte de una red amplia de desinformación que estigmatiza a las arañas. Según una investigación realizada por aracnólogos de todo el mundo, que analizaron 5.348 noticias publicadas sobre arañas, el 43 % de ellas usaban lenguaje sensacionalista, con palabras como “pesadilla” o “terror”. (I)