Leonor (73) y Juanita (58) recibieron la segunda dosis de la vacuna para estar protegidas contra el COVID-19 hace siete y seis meses, en su orden. Desde entonces han seguido las medidas de confinamiento, más aún con el aparecimiento de las variantes delta y ómicron.

Ambas se sometieron en la segunda semana de noviembre pasado al diagnóstico para verificar si habían desarrollado anticuerpos en su organismo que las defienda en caso de que se infecten del virus que mantiene en vilo al planeta desde enero del 2020 y que en Ecuador ya acumula 651.557 casos entre confirmados y probables y 33.586 fallecidos.

El resultado que les dieron es que no tienen anticuerpos activos ni tampoco los han desarrollado durante el tiempo. “Sigo las medidas de bioseguridad, casi no salgo porque no me ha dado COVID-19”, dice Juanita, quien se jubiló por desahucio.

Publicidad

Leonor reconoce que sí sale un poco más que su vecina. “Nos dijeron que teníamos que cuidarnos”. Ellas viven en Guayacanes, en el norte de Guayaquil, adonde llegó una brigada municipal para tamizar con la prueba de serología, un análisis de sangre que se hace para saber si se ha tenido una infección con SARS-CoV-2, el virus que causa la enfermedad del coronavirus 2019 (COVID-19). Este cuantifica si el organismo tiene anticuerpos activos o los ha tenido en algún momento.

Los anticuerpos son proteínas que produce el sistema inmunitario como respuesta a una infección. Tras un pinchazo en el dedo pulgar esperaron diez minutos.

“Nos dieron el resultado de forma verbal y me pareció extraño porque estábamos vacunadas. La doctora nos explicó que no era de alarmarse sino solo seguir los cuidados necesarios y que se dan este tipo de casos, que no son muy frecuentes”, dice Juanita.

Publicidad

Más allá del resultado, cuenta que repetirá lo que hizo en la festividad navideña y de fin de año pasada de reunirse en la casa de una de sus hijas con sus familiares más cercanos en un espacio social abierto y con las mascarillas que solo retiran al momento de comer. En total fueron ocho personas, todas previamente se hicieron el chequeo para verificar que no tengan la enfermedad pandémica.

Son previsiones que repetirán, como la de no recibir el día de fin de año las visitas de amigos y familiares que antes de la pandemia solían llegar.

Publicidad

“Cuando voy a mis citas médicas y al supermercado me pongo doble mascarilla y llevo mi frasco con alcohol para echarme cuando salgo de esos lugares. No he bajado la guardia″, asevera Juanita.

El médico intensivista de la clínica San Francisco Darío Yagual afirma que la vacuna no significa relajarse. Un espejo es lo ocurrido en los países de Europa, donde se regresa a medidas de confinamiento más fuertes ante una cuarta ola de infecciones pese a que alcanzaron el mismo porcentaje de vacunación que tiene Ecuador.

El 75,4 % del grupo objetivo, que son las personas mayores de 5 años del país, está vacunado con dos dosis, según el Gobierno central. Las 12′142.003 personas inmunizadas hasta el 15 de diciembre pasado representan el 68,4 % de la población total

Los especialistas indican que se necesita una cobertura del 85 % de los habitantes totales con las dos dosis completas para conseguir el efecto rebaño, que protege a los que no se han vacunado, pero siguiendo con las medidas de protección (mascarilla y distanciamiento social).

Publicidad

Enrique Terán, doctor en Farmacología y profesor de la Universidad San Francisco de Quito, afirma que la pandemia tiene fluctuaciones estrechamente relacionadas con el relajamiento de las medidas de autoprotección.

“Los que aceptaron la vacuna se inmunizaron en Europa y decidieron que el uso de mascarilla ya no era necesario, empezó una reactivación agresiva con fiestas y demás. La problemática se hizo mucho más grave en ese continente porque ya habían logrado una estabilidad frente a la delta y ahora aparece la ómicron y sacude de una manera más agresiva ya que es más transmisible, entonces prefieren cortar por lo sano (respecto a volver a medidas de confinamiento más drásticas) ya que se viene una época de mucha socialización (Navidad y Fin de Año)”, indica el especialista.

En América Latina, agrega Terán, se ha hecho un espejo de esa situación. “La gente ha asumido que la vacuna es milagrosa y vemos una serie de desenfrenos en términos de reuniones sociales y eso está llevando a un incremento progresivo de casos en Ecuador”, afirma Terán.

El problema es que siguen surgiendo variantes, lo que requiere dosis de refuerzos para no echar abajo lo conseguido.

Esta semana se confirmaron dos casos de la variante ómicron en el país. El segundo caso se reportó en Guayas.

La persona que dio positivo se contagió en una reunión social en la que participó con personas cercanas, a propósito de la época de Navidad, informó la entidad. Las otras 13 personas que conforman el cerco epidemiológico están bajo vigilancia.

Hay varias formas de medir si hay anticuerpos

El organismo genera anticuerpos en caso de infección con COVID-19, los que se cuantifican en los títulos IGM (que son iniciales ante una infección) e IGG (que se crean de forma más tardía).

Los primeros aparecen durante las primeras dos semanas de la infección y luego comienzan a desaparecer. Los segundos se crean entre la tercera y cuarta semana y pueden estar en el cuerpo hasta por un periodo de siete, ocho meses o un año, dependiendo de la infección, coinciden los especialistas.

Hay diferentes tipos de organismos y de anticuerpos. Las personas vacunadas que quieren saber si ya los desarrollaron deben medir los que se denominan neutralizantes, indica Yagual.

Si yo me vacuno y a los tres meses me mido IGM e IGG pues probablemente saldrá negativo. La vacuna lo que hace es generar anticuerpos neutralizantes y estos se miden de otra forma con exámenes diferentes, por eso siempre se necesita la asesoría de un médico para saber qué examen hay que hacer”.

Más aún si la persona vacunada no ha estado expuesta nunca al COVID-19, “al curso natural de una infección” y no lo ha contraído.

Sin embargo, hay estudios que indican que existe la probabilidad de que el 10 % del total de personas vacunadas no genera anticuerpos neutralizantes, pero no quiere decir que no tenga ningún mecanismo de defensa, dice Yagual

“Pueden tener títulos muy bajos que con los estudios convencionales que contamos no pueden ser detectados o generar un sistema diferente de inmunidad. Normalmente lo que se hace con las dosis de refuerzo es mantener un título de anticuerpos neutralizantes circulante que prevenga de la infección y en caso de infectarse, que ayude a recuperarse más rápido, que no se agrave o se tenga menos probabilidad de muerte”, agrega.

El examen para medir los anticuerpos neutralizantes cuesta desde $ 25 en la red médica privada del Ecuador. Estos pueden permanecer en el organismo un promedio de seis a siete meses contados a partir de la segunda dosis, según coinciden los especialistas entrevistados.

El periodo de inmunidad puede ser mayor o menor y depende de una respuesta idiosincrática, es decir, en función de cada organismo.

“Hay unos que generan una mayor cantidad de anticuerpos neutralizantes, otros menos, en unos permanecen más tiempo, en otros menos, pero cuando no son detectables no quiere decir que ya no tengan protección, pues existen mecanismos de defensa de memoria que pueden activarse apenas se identifican proteínas agresoras, recién allí se activan, son diferentes tipos de respuesta inmunitaria”, manifiesta Yagual.

El tiempo de protección varía según el tipo de vacuna, dice Terán. “Con la de Pfizer todo parece indicar que la memoria inmunológica persiste al menos por seis meses contados desde la segunda dosis”.

El caso de AstraZeneca depende del tiempo que se esperó entre la primera y segunda dosis, afirma. En los que recibieron la segunda dosis a los 56 y 84 días persiste de ocho a diez meses. Los que la recibieron a los 28 días, la memoria inmunológica se estima en seis a siete meses.

De ahí la necesidad de una tercera dosis de refuerzo a partir de los seis meses de que se recibió la segunda dosis con el fin de aumentar el periodo de inmunidad. Las más comerciales como Pfizer, AstraZeneca y Sinovac requieren una tercera dosis.

“Con la de Sinovac no tenemos muchos datos, que es de una tecnología diferente de las más clásicas, pero es posible y esto es una suposición que su memoria inmunológica persista alrededor de los ocho a diez meses”, indica Terán.

Es probable el no hallazgo de anticuerpos en algunos vacunados por dos factores, el tipo de prueba que se hace y el tipo de vacuna recibida, acota.

“Muchos laboratorios ofrecen medir los anticuerpos contra la proteína S..., pero esos si se vacunó con Sinovac no se elevan grandemente porque esta es una vacuna de virus inactivado, entonces no aumenta específicamente la proteína S y estas pruebas no son capaces de detectarlo”.

Si se recibió Pfizer depende de la calidad del sistema inmunológico. “Hay unos que desarrollan rápidamente títulos de anticuerpos, mientras otros esperan a que exista agresión para entonces formarlos. Si estas personas se exponen al COVID-19 seguramente su organismo hubiera disparado la producción porque estaban vacunadas, pero cómo no se han expuesto, les miden y parecería que no han respondido, pero solo parece. No hay forma de que la vacuna falle”, afirma Terán

Leonor y Juanita recibieron Sinovac y dicen que no les llama la atención colocarse la tercera dosis que recomiendan los especialistas. Desconfían de que sea la de AstraZeneca. “Tengo conocidos cercanos a quienes les dejó reacciones adversas esa vacuna, me pondría si fuera Sinovac”, dice Juanita.

Los ensayos de combinación de vacunas se hacen ante la dificultad para acceder y en ellos se analiza el nivel de efectos adversos, entre los más comunes están dolor y enrojecimiento en el sitio de inoculación.

Con cada variante del COVID-19 que surge se publica una actualización del nivel de protección y el periodo de inmunidad según el tipo de vacuna inoculada. “Hay estudios que indican que la combinación de vacunas da mayor nivel de anticuerpos neutralizantes, mayor tiempo circulante, por lo tanto, probabilidad de mayor éxito contra variables nuevas”, asegura Yagual.

Pero una determinada combinación, como dos dosis de Pfizer y una tercera con AstraZeneca, no potencializa el tema de crear anticuerpos neutralizantes porque al final va a depender de la respuesta de cada organismo. Lo que se puede decir es que la protección durará un poco más, agrega.

Los datos sugieren que es mejor desde el punto de vista inmunológico cruzar los tipos de vacunas, es decir, que el refuerzo sea de una distinta a la que se recibió originalmente en las dos primeras dosis, indica Terán.

Apenas el 4,2 % de la población total, es decir, 755.390 personas, recibió las tres dosis hasta el 15 de diciembre último.

Las medidas de bioseguridad deben mantenerse por las variantes como ómicron

La clínica San Francisco es parte de la red integral del sistema nacional de salud en la que se hacen análisis para detectar el COVID-19. Foto: El Universo

La Organización Mundial de la Salud califica y da una categoría a las variantes del COVID-19 que se forman. La última es la ómicron, declarada de cuidado por el organismo, por lo que la recomendación es no bajar la guardia

Hay relajamiento en las personas más jóvenes, esto se palpó en las festividades de Quito con aglomeraciones lo que pasará factura más adelante, inclusive siendo una ciudad que tiene una ocupación alta de las camas en las unidades de cuidados intensivos (UCI), eso no debe permitirse para evitar una cuarta ola”, manifiesta Yagual.

El uso de mascarilla, de alcohol y gel, mantener el distanciamiento social y el lavado frecuente de manos debe mantenerse.

Desde el inicio de la pandemia se conocía que habría un proceso lento de recuperación aun con el aparecimiento de las vacunas, manifiesta Terán. “Siempre se dijo que el virus por su naturaleza va mutando progresivamente y se esperaba que en ese proceso fuera perdiendo peligrosidad. Hoy que aparece ómicron (variante detectada en Sudáfrica) es una mutación que no se esperaba que suceda en términos de incrementar la transmisibilidad. No hay evidencia de que sea más grave, lo que sí sabe es que la cantidad de contagios que produce es más grande”.

El peor error, dice Juanita, es que dieron a entender que la vacuna era la cura cuando no es así y eso hizo que la gente se relajara. “Hay gente vacunada con las dos dosis que se han infectado y muerto, son pocas pero igual, la vacuna es una protección”.

El especialista indica que la vacunación confiere protección contra la infección, pero no quiere decir que se evitará, por lo que se puede contraer solo que en un escenario diferente. “Me da COVID-19 sin ningún tipo de vacuna, entonces tengo un riesgo más alto de que sea grave y mortal. Si me vacuno con las dos dosis se mantienen títulos de anticuerpos un poco más elevados, en el caso de que me enferme, pues tendré una infección controlada con síntomas leves y si se hace grave, pues hay menos probabilidad de fallecimiento frente a una persona no inmunizada”. (I)