Nota de la Redacción: Esta nota periodística debió ser exclusiva para nuestros suscriptores, pero como un aporte informativo sobre los temas de nuestro próximo foro del 28 de agosto, enfocado en las mujeres, la ofrecemos abierta a todas nuestras audiencias. Puede participar asistiendo al aula magna de la UEES a las 10:00 de esa fecha.


Antes de 1924 no se concebía la idea de que la mujer ejerciera su voto o que estudiara, peor ocupar un cargo público. Era inconcebible que las mujeres hicieran otra actividad que no fuera la de hogar.

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Sin embargo, la participación de las mujeres en diferentes ámbitos ha ido evolucionando. Puntualmente en la política, también se ha hecho.

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Nela Martínez es un gran ejemplo de tenacidad, pues llegó a ser la primera ecuatoriana en ser diputada, en 1944. Ella fue una luchadora popular en medio de un sistema dirigido por hombres.

En las alcaldías, María Murgueytio Velasco obtuvo la primera representación en Riobamba en el siglo XX. Logró esa edilidad en 1983 e inauguró la emblemática obra de agua potable en Lican.

A la posta le siguieron otras mujeres, como Elsa Bucaram, también primera mujer alcaldesa, pero de Guayaquil en 1988; Patricia Briones, de Portoviejo en 2005; y otras que son pioneras en el actual periodo, como Mayra Cruz, del cantón El Carmen.

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Y esta es una muestra de hasta dónde pueden llegar las mujeres. No obstante, el pensamiento machista aún perdura y se cuestiona su capacidad de liderar, lo que concluye en una participación desigual, de acuerdo con expertas políticas.

Belén Espinel, docente de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad de las Américas, sostiene que estos casos históricos incentivan a las mujeres a buscar cargos de alta responsabilidad y así se abre más paso hacia ellas.

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“Creo que hay más participación política de la mujer, pero no se está entendiendo hacia dónde debería apuntar. Hay un montón de políticas, sin lugar a duda; hay mujeres en ministerios, en la Asamblea, en cargos excepcionales; pero no siento que ninguna esté haciendo un trabajo de verdad”, opina Espinel.

Y que esté en un puesto no siempre es una garantía, sostiene Verónica Morales, profesora de Derecho de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), quien reafirma que no se asegura un buen uso del cargo.

“A veces el poder se vale de todas las formas para ser disruptor y afincarse en el ejercicio del poder. Que tengamos una mujer presidenta no siempre es una garantía de nada. Es importante que tanto los hombres como las mujeres tengan la posibilidad de demostrar y de apoyar las causas por las que fueron elegidos”, opina Morales.

Las reformas al Código de la Democracia, vigentes desde el 2020, contemplan disposiciones que obligan a los sujetos políticos a incorporar mujeres y jóvenes, y se estrenó en las presidenciales del 2021 con el 15 %; para las generales del 2023 fue del 50 %, porcentaje que se mantiene.

Los cambios legales son necesarios, que hablen de paridad de género como lo plantea el Código de la Democracia. Es importante, destacable, saludable y todos los objetivos calificativos. Sin embargo, hay una labor muy grande que tenemos que hacer como ciudadanía frente a nuestro voto crítico en tanto a los partidos políticos que discriminan a las mujeres o que reducen el rol de la mujer a simples compañeras por obligación”, reprocha Morales.

‘A la mujer se la condena por ser femenina’

La analista política Madeleine Molina considera que gran parte del tiempo la participación de la mujer se ve relegada. “Es vista para rellenar una curul, puesto, y también lo hacen con los jóvenes. Y eso no quiere decir que realmente estás haciendo un cambio, porque te debes a la vieja estructura. Es un machismo estructural donde la mujer tiene que estar callada. Y, cuando se empodera, es vista como una verdadera amenaza y siempre va a tratar de ser pisoteada”, sentencia Molina.

La experta, además, indica que la mujer lastimosamente es vista también como un adorno y no hay real cumplimiento legal en la libertad de decisión. “A una mujer se la condena por ser femenina. La mujer tiene que masculinizar para ser parte de esta estructura y estar dentro del estatus de un líder. Se tiene que tener un tinte masculino para poder ser respetada, y eso no debería ser así. Yo siento que la feminidad se la liga mucho a la debilidad. Entonces, una mujer que quiere acceder a espacios de poder en lo público o privado siempre va a tener que estar ligada a masculinizarse y a no poder dejar florecer su feminidad, porque no puede llorar, no puede estar triste, se le exige más, y eso es mentalmente desgastante”, argumenta la analista.

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En algunos puntos coincide Espinel y menciona que es la práctica de algunos partidos políticos, que ahora se ven obligados a la paridad en las candidaturas. “Estamos en pañales hacia la construcción de una verdadera participación de la política. Este es un tema estructural, cultural. Pensamos que para poder competir o participar en igualdad tenemos que parecernos, y no es el caso”, asegura Espinel.

Espinel añade otro detalle: “Analizan a qué mujer poner y dicen que tiene que ser una mujer bonita, atractiva... Y sin despreciar el trabajo de los demás, pero tiene que ser candidata de belleza, presentadora de televisión”.

Con todos estos estereotipos, Morales afirma que la ciudadanía es quien tiene la capacidad de premiar o castigar mediante el voto este tipo de prácticas de las organizaciones políticas. “El poder es un ejercicio bastante complejo de analizar, porque convergen tantas cosas que solo el hecho de ser mujer u hombre es una de estas”, subraya.

¿Qué hacer?

De acuerdo con Molina, los discursos están cambiando y una muestra de ejemplo de mujer que rompe paradigmas es Marcela Aguiñaga. “Es calculada e inteligente sin necesidad de romper con el partido político (Revolución Ciudadana, RC). Ha dejado claro que es un cuadro importante, que no necesita de la RC, sino que la RC la necesita. Tiene una jovialidad genuina y tranquilamente puede abrirse a tener su partido. No se la ve forzada. Es una persona que marca un liderazgo”, detalla.

Y este ejemplo, según Molina, hace que se llegue a esa equidad para que la mujer tome decisiones, y reconoce que aún falta trabajar en eso.

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“Hay que entender que el feminismo lo que busca es la igualdad, de participación, de derechos. Yo creo que el camino ahí es la educación para romper los moldes y estructuras que no nos benefician como sociedad. Muchos de los problemas culturales que tenemos se han pasado de generación en generación justamente desde las mujeres. Entonces, hay que hacer un cambio al switch de educación para reconocer tanto el valor de la participación como el valor de las enseñanzas”, opina Espinel.

En tanto, Morales sugiere profundizar en campañas en el campo de la gestión pública a todo nivel: “El Gobierno tiene la potestad pública para regular temas, como por ejemplo de discriminación en temas laborales, derecho a la vivienda, a la movilidad”. (I)

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