Democratizar los procesos científicos, involucrando a todos los segmentos de la sociedad. Ese es el objetivo de la ciencia participativa, concepto esencial para el desarrollo de los conteos navideños de aves, una costumbre que inició en el extranjero y ahora se practica en Ecuador en todas sus regiones.

Consisten en que científicos, aficionados y personas que usualmente no estarían en el círculo de recopilación y creación de conocimiento científico, se reúnan a tomar la mayor cantidad de fotos posibles de aves en contextos distintos, anotando sus colores, formas y demás distinciones físicas, con el objetivo de poder identificar correctamente a cada ave.

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El primer conteo navideño en el país se dio en Mindo, en 1994. Desde entonces se han sumado otras comunidades, y en 2015 se efectuó el primer conteo urbano, en Quito.

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Este año, el conteo quiteño fue organizado por el colectivo Aves Quito y el Programa de Aves Urbanas Ecuador, el pasado 16 de diciembre.

Diego Heredia, docente de la Universidad San Francisco de Quito, es el encargado de compilar los datos recogidos del conteo en la capital y el que se realiza en San Cristóbal, en el archipiélago de Galápagos.

“Lo que hago es trabajar con los líderes luego para obtener los datos finales bien organizados y poder reportarlos a nivel internacional”, expresa.

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Así se realiza un conteo navideño de aves

Involucrando a muchas personas de distintas habilidades, pasando de biólogos a aficionados, se puede amasar una cantidad importante de datos.

Todos los que se inscriben son repartidos en un área de poco más de 24 kilómetros a la redonda, en distintas rutas, cada una liderada por expertos.

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Las rutas se repiten año a año. Heredia ha sido líder de la ruta del valle de Cumbayá por una década. Que se siga la misma ruta significa que el líder se familiariza con las especies presentes, y esa experticia permite que guie al resto de participantes del conteo, que no tienen la misma experiencia.

La metodología de los conteos es estandarizada, esto significa que el que se realiza en Cerro Blanco, Guayaquil, por ejemplo, sigue las mismas reglas que el que se hace en Salt Lake City, Estados Unidos.

Esa estandarización logra que los datos sean comparables a nivel mundial, y la pericia de los líderes de ruta asegura la calidad de datos recogidos. También se capacita a aquellos que participen del evento.

Heredia identifica 4 aves que son las más comunes en las rutas del conteo capitalino.

Son la tórtola, una especie de paloma mediana, el mirlo, un ave negra de pico y patas naranjas, el gorrión y el quinde herrero, un tipo de colibrí.

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Sin embargo, Heredia ha notado fluctuaciones en las poblaciones de ciertas especies de aves carnivoras grandes, como búhos y halcones.

El conteo en Galápagos implementa su propio álbum de cromos

En el conteo organizado por la Fundación Charles Darwin en la isla Santa Cruz el pasado 16 de diciembre en Galápagos, en cambio, las especies divisables dependen de la ruta.

En la costera es común ver pinzones de tierra, cucuves, papamoscas y varias especies de aves marinas, segun David Anchundia, investigador del proyecto de Aves Terrestres de la Fundación.

En la ruta de transición entre la costa y la zona alta también se puede distinguir pinzones de tierra, ademas de variaciones arbóreas, como el pinzón pequeño de arbol, el carpintero, y el canario amarillo.

Ya en partes más altas se observa al pinzon cantor.

El cucuve de Galápagos es otra de las especies endémicas al archipiélago. Foto: Carlos Espinosa/Fundación Charles Darwin

Una especie que se ve con menor frecuencia en las partes altas del recorrido es el pachay de Galápagos, ave amenazada por especies introducidas.

El conteo organizado por la Fundación Charles Darwin tiene una particularidad. Los participantes pueden canjear cinco fotos claras de una especie de ave por un cromo, con el objetivo de llenar un álbum a cambio de premios como un viaje en crucero para dos personas, dos noches en un hotel y un par de binoculares.

Para David Guijarro, que trabaja en proyectos de vinculación con la comunidad para la Fundación, esfuerzos como el del álbum y el conteo logran acercar más a los galapagueños con la labor de la estación científica, que él expone “se la ha visto como algo aislado”.

El conteo de este año, recalca, involucró a varias familias con niños pequenos, además de los científicos y aficionados que van usualmente.

A los participantes se les equipó con binoculares, además de textos guías de campo para facilitar su labor. (I)