Nota de redacción: Esta historia es parte de una serie sobre migrantes que han decidido asentarse en Ecuador.


A Maryna Kolesnyk no le molesta en lo más mínimo el calor de Guayaquil. Prepara una pizza margarita con total frescura, incluso con el horno para pizzas detrás de ella, que emite un calor insoportable. En la parte de atrás de su local llamado 1001 Noches, en la cocina, sus trabajadoras cortan y fríen papas y preparan la salsa para las pizzas.

Son las 11:00, y no esperan tener clientes hasta pasado el mediodía, cuando el patio de comidas del Centro Comercial La Rotonda, donde están ubicados, paulatinamente empieza a llenarse.

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Aunque la migrante ucraniana admite que al comienzo le costó adaptarse a vivir en otro país, pues no sabía nada de español cuando llegó junto con su esposo hace siete años, el calor nunca le molestó.

Considerando que la temperatura promedio de un invierno ucraniano va desde los -5 C° a 2 C°, el calor de Guayaquil puede llegar a parecer un paraíso en comparación a su frío.

Maneja su local, 1001 Noches, junto con su esposo de origen iraní, quien es chef y estudió en Italia. Además de pizzas y papas fritas también venden dulces y jugos.

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Cuando llegaron a Ecuador vivieron en Cuenca, primer hogar de su negocio. Su deseo de expandirse los llevó a asentarse en Guayaquil hace más de tres años.

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Conoció a su pareja en Ucrania. Allí tenían una fábrica pastelera. Tanto ella como él todavía tienen familia en Ucrania, país que ha estado en guerra con Rusia desde 2014, cuando este último anexó la región de Crimea a su territorio.

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La invasión de Rusia a Ucrania, que empezó en febrero de 2022, ha causado que más de 6,7 millones de ucranianos se refugien en otros países alrededor del mundo hasta febrero de 2024. Además, 3,7 millones de ucranianos permanecen en su país, pero lejos de sus hogares, como desplazados internos.

A Maryna se la notaba un poco nerviosa durante la entrevista, a pesar de que su español es excelente. Sin embargo, con el pasar de los minutos se soltó. Su semblante cambió cuando empezó a hablar de su familia en Ucrania.

Antes de Ecuador, la pareja pensó en mudarse a algún país de la Unión Europea, pero sintieron que “iba a pasar algo malo”, por lo cual decidieron irse más lejos. Cuenta que les tomó siete meses prepararse para mudarse a Ecuador, y que la idea fue de su esposo: siempre fue su sueño vivir en Sudamérica.

Mi deseo más grande es traer a mi familia acá (...). Mi esposo también tiene familia allá. Nos gustaría vivir todos juntos aquí, pero nadie puede salir de Ucrania por la guerra, es muy difícil. Solo podemos ayudarlos enviando dinero para que sobrevivan. En mi ciudad, Dnipro, el conflicto no es tan grave, pero no pueden trabajar, los niños no pueden estudiar. Me gustaría mucho que vengan”.

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Además del calor, Maryna encontró gente amable en Ecuador. “No nos dejan sentir solos, los guayaquileños son muy buenos”. Indica que amigos ecuatorianos la ayudaron a conseguir un lugar para poner su negocio.

La gastronomía ecuatoriana también le gusta. El caldo del salchicha, por ejemplo, le parece interesante y distinto a la comida en Ucrania, y le gustan mucho los mariscos, frutas, leche y quesos producidos en Ecuador.

Maryna no solo se ha acostumbrado a la comida: ella es de la idea de que es necesario adentrarse en la cultura y las costumbres de un país para vivir en él.

“Para estar más cerca de la cultura de un país hay que cambiar: hay que mirar películas en el idioma que se habla acá, tener amigos ecuatorianos”.

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Ahora, además de traer a su familia, su objetivo es tener la ciudadanía ecuatoriana, luego expandir su negocio con más locales, todo con el objetivo de quedarse en el país.

“Ya no quiero mudarme. Quiero dejar mis raíces aquí”. (I)