Era una prenda de marca Manhathan comprada para la graduación del hijo del dueño de la casa. A Maximina Salazar, que tenía 15 años y era la trabajadora remunerada de un hogar en Guayaquil, le dijeron: ‘Asiéntame esta camisa’.

Alguien había dejado la plancha con la temperatura máxima, por lo que la quemó en la hombrera apenas empezó a plancharla. “La señora pegó el gritó al cielo y me la descontaron. Cuando se me quebraba un vaso, me tocaba comprarlo y reponerlo”. Y en esa misma casa le daban platos aparte que eran solo de su uso.

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Esta es una de las vivencias que Maximina recuerda de sus casi 35 años laborando como trabajadora remunerada del hogar (TRH). A esta suman las jornadas extenuantes de más de doce horas continuas de trabajo cuando había alguna fiesta o reunión, trabajo ininterrumpido durante quince días seguidos o hasta un mes, cuando laboraba en lo que se conoce como puertas adentro.

El sueldo pactado nunca alcanzó el salario básico que se determina cada año para el trabajador en general, ni acceso a la seguridad social, pago de horas extras o de vacaciones.

“Todo era verbal y según la voluntad del empleador, sin la décimo tercera y décimo cuarta remuneración o el pago de vacaciones. A veces me ausentaba de mi hogar hasta un mes y recién allí salía a Pedro Carbo (cantón de la provincia del Guayas ubicado a una hora de Guayaquil en bus) para ver a mis hijos”.

Ella inició el trabajo del hogar, como lavar pañales, desde que cumplió los 11 años. La migración a Guayaquil ocurrió cuando la familia para la que trabajaba dejó Pedro Carbo.

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Maximina aún era menor de edad. “Todo esto hizo que la primaria la termine cuando tenía 27 años, ya habían nacido mis tres hijos”.

El estudio ‘La realidad invisible del trabajo remunerado del hogar en Ecuador’ de la Fundación alemana Rosa Luxemburg, publicado en marzo de 2024, indica que en Ecuador hay 293.004 trabajadoras remuneradas del hogar, dato recopilado de la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo del 2023 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

94 % de las personas que trabajan en el hogar son mujeres

Las trabajadoras remuneradas del hogar están agremiadas y crearon un sindicato para reivindicar sus derechos, afirman. Foto: CORTESÍA

“La marcada disparidad de género en la ocupación de este tipo de labores refleja la arraigada división sexual del trabajo y la acumulación de capital. Estos aspectos históricos y estructurales perpetúan un sistema patriarcal donde se espera que las mujeres asuman naturalmente las responsabilidades del trabajo remunerado y no remunerado del hogar, ambos roles aún invisibilizados y desvalorizados”, señala el estudio en el que se indica que el 94 % de las personas trabajadoras remuneradas del hogar son mujeres.

Sus ingresos mensuales están por debajo del salario básico (que es de 460 dólares en 2024) al ser de un promedio de $ 339,51.

Maximina, presidenta de la Asociación de Trabajadoras Remuneradas del Hogar (ATRH) reconocida oficialmente en 1998, está en ese grupo.

Asegura que en la actualidad “hay mujeres que trabajan por $ 250 o $ 300 al mes, pocas ganan el salario básico. Creo que si hubiera ganado el trabajo por horas (en la consulta popular del 21 de abril) fuera peor”.

Gisel Ponguillo, de 53 años, también es una de ellas. Recibe $ 20 por día por laborar en una casa del sur de Guayaquil los lunes, martes y miércoles ($ 240 al mes). Allí cocina, lava, plancha y limpia para cuatro personas. “No es siempre, hay semanas que me dicen que no vaya. Lo tomé porque estaba desesperada por trabajar y nunca les toqué el tema de la afiliación a la seguridad social, les voy a decir”.

Ella empezó a trabajar en casas cuando tenía 13 años. Desde entonces se dedica al trabajo en el hogar, pero a la par estudió para realizar masajes terapéuticos. “Me dediqué a eso un tiempo hasta que con la pandemia se terminaron las ferias en las que participaba, entonces me tocó regresar al trabajo doméstico”.

En su caso, replica el trabajo de su madre, que al igual que sus dos hermanas fueron trabajadoras del hogar. “Ahora ya han progresado, estudiaron y se dedican a otras actividades”, dice, pero Gisel no logra dejar esa actividad del todo.

Como terminó lo de los masajes terapéuticos, no le quedó otra que retomar el trabajo en casa desde 2022, cuenta esta madre soltera con dos hijos.

Maximina, al igual que Gisel, nunca ha estado afiliada a la seguridad social como trabajadora del hogar. Ni siquiera cuando trabajó en el desaparecido Instituto Nacional de la Niñez y la Familia, funciones que acogió el Ministerio de Inclusión Económica y Social, en el programa social ‘Creciendo con nuestros hijos’, labor que cumplió hasta 2005.

“Allí salí y con la indemnización pude mejorar mi casa (ubicada en Esmeraldas Chiquito, en el sur de Guayaquil), aumenté dos pisos”. Ahora en parte vive de esos arriendos.

“Desde la pandemia ya no quieren afiliar al IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social)”, asegura Gisel.

El aporte social de las trabajadoras remuneradas del hogar

Pese a que las trabajadoras del hogar representan el 2,71 % de la población económicamente activa, según la publicación, hay que entender “su relevancia en la reproducción social, la economía del cuidado y el desarrollo económico y social”.

Este trabajo, dice la activista Daphne Villena, magíster en Género y Desarrollo por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, es esencial para el bienestar de la sociedad en su conjunto. “Es lo que permite que otras actividades económicas se desarrollen”.

Gisel aún recuerda a los bebés ajenos que ayudó a criar, mientras dejaba a sus propios hijos bajo el cuidado de su hermana. Cuenta que a uno lo cargó en sus brazos a los quince días de nacido. “El otro día regresé a limpiarle la casa a la mamá y lo vi. Ya tiene 17 años y estudia la universidad. Le dije: ‘Mijo, esta música le ponía’. Sebastián me respondió que no recordaba. Nunca te acordarías, eras un bebé”, le dijo.

El estudio de la Fundación Rosa Luxemburg indica que “es necesario que el país reconozca y valore el importante papel que desempeñan estas trabajadoras en la sociedad y que se tomen medidas concretas para proteger sus derechos y mejorar sus condiciones laborales, dice la publicación. “La acción sindical es una vía poderosa para lograr este objetivo”.

La mayor parte de las trabajadoras remuneradas del hogar tienen más de 45 años

El 52 % de las personas trabajadoras remuneradas del hogar (TRH) tienen más de 45 años de edad, según el estudio de la Fundación Rosa Luxemburg basado en datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos.

“Este trabajo es mayormente realizado por mujeres en proceso de envejecimiento, quienes suelen laborar en condiciones precarias, con salarios bajos y largas jornadas laborales”, señala la publicación de marzo de 2024.

El 44,1 % de la población en este sector cuenta con educación secundaria, mientras que el 33 % tiene educación primaria y apenas el 5,6 % ha estudiado la educación superior. (I)