La vida futbolera de Jaime Iván Kaviedes parecía pintada por acuarelas por su habilidad y destreza, su desparpajo para fintear a cualquier celador riguroso, por el colorido que aportaba al juego como espectáculo. Pero todo se diluyó. Paulatinamente se decoloró porque Kaviedes irrespetó las normas que rigen su profesión y por incurrir en vicios que lo sometieron. Convencido de que la vida es como hacer cascaritas con la número 5, no pudo dominar los malos hábitos y terminó siendo su esclavo.

Kaviedes siempre fue un irreverente de las reglas. Creó sus propios fantasmas que lo acosaron siempre. Ha reconocido que desde que nació le lleva la contraria a la gente. Su personalidad fue tomando forma, mas, por los contrastes nadie entendía la razón de su insociabilidad. Siempre esquivó dar declaraciones, alguna vez en una entrevista no aceptó sus errores y amparado en su introversión dijo que solo él tenía derecho a juzgarse.

Cuando ya era figura destacada en nuestro campeonato nacional, su condición de goleador mundial (1998) hizo que desde el Viejo Continente pusieran su mirada en la joven estrella de Emelec. Personas que en esa época eran cercanas al club me comentaron que llegaron a Guayaquil, desde Gran Bretaña, dos buscatalentos para verlo de cerca. Se convencieron de que técnicamente era bien dotado, pero concluyeron que su físico no era adecuado para jugar en la Premier.

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En enero de 1999 el Perugia italiano contrató a Kaviedes por una suma millonaria y en medios de comunicación del extranjero se mencionaba que el Perugia había invertido $ 6 millones, pero en nuestro patio nadie rindió cuentas de esa importante cantidad de dinero. El paso de Kaviedes por Italia sorprendió porque en la cancha demostró cualidades que la prensa itálica comentaba dulzonamente, aunque se sabía que al cuerpo técnico y a la dirigencia no les agradaban sus desplantes repetitivos.

El periodista Jacinto Landázuri Soto, que viajó para transmitir un partido del Perugia, me comentó a su retorno que en la cancha Kaviedes había lucido, pero que observó que terminando el partido el hijo del dueño del Perugia le pidió al delantero su camiseta y que Kaviedes se negó a regalársela. Alegó que la tenía comprometida para un hincha que se le había pedido. Por esto y algunos otros detalles negativos de más relevancia, en la misma temporada 1999 el Perugia lo traspasó al Celta de Vigo.

En ese año comenzaron para Kaviedes los interminables cambios de equipo y el surgimiento de denominador común: sus antojos, gustos o disgustos eran suficiente razón para interrumpir un contrato. Después de pocos meses en el Celta, en la siguiente temporada apareció en el Puebla Mexicano, donde no duró mucho. Lo fichó el Real Valladolid en el 2000, pero en el 2001 el Celta de Vigo lo recuperó y lo traspasa Porto del Portugal (jugó 15 minutos) y unos pocos meses después, en el 2002, el Barcelona SC lo anunció.

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Tampoco duró mucho porque volvió al Celta y cuando creíamos que iba a consolidarse en Europa, otra vez retornó al Puebla en el 2003. Deportivo Quito en el 2003 y 2012, Barcelona SC, de nuevo, en 2004 y 2005, otra parte del 2004 en el Crystal Palace Inglés, y en Argentinos Juniors en el 2006, donde su estancia fue fugaz porque según la prensa de Buenos Aires brilló más en las agitadas noches porteñas que en el verde gramado.

Luego recordamos su paso por El Nacional, Liga de Quito, Macará, Aucas, Liga de Loja, Liga de Portoviejo, Águilas de Santo Domingo, Acived (estos tres últimos de la segunda categoría) y en todos dejó un largo historial de indisciplina y quemeimportismo. Pero Kaviedes insistía en que no se arrepentía de nada. La lista de actos de mala conducta, ausencias injustificadas, abandonos, incumplimientos, cuando fue futbolista superan los quince.

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Sin embargo, la afición ecuatoriana nunca lo dejó de admirar por su gran calidad técnica. Un gol que lo hizo una leyenda viviente es el que permitió la primera clasificación de la Selección a un Mundial: lo marcó el 7 de noviembre de 2001 contra Uruguay en Quito (1-1). El golpe de cabeza de Kaviedes estremeció el país y aunque han pasado casi 23 años aún lo tenemos impregnado en nuestra memoria.

Pero de las páginas de las secciones deportivas de los diarios Kaviedes pasó a otras, donde se reportaban sus andanzas subidas de tono. Fue arrestado por muchas causas, reiteradamente fue protagonista de hechos presuntamente delictivos y la denominada notitia criminis se apoderó de su pusilanimidad. ¿Cómo juzgar a Kaviedes, si es que tenemos derecho de hacerlo?

Si en el supuesto consentido que tenemos licencia para juzgarlo, desde el balcón del análisis deportivo se podría dar un veredicto simplista que se sintetiza en que Dios lo hizo virtuoso para jugar al fútbol, pero despilfarró lamentablemente ese don que Dios generosamente le concedió. Su arraigada terquedad de justificar sus errores lo desvió del gran destino que pudo tener.

Hay que saber separar las épocas de Kaviedes porque en su juventud cuando lucía como una promesa futbolística, y luego en sus mejores años, no tuvo la afectación del alcohol ni de las drogas, en las que cayó después de los 30 años, según sus propias declaraciones.

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Su arritmia emocional se llega a comprender cuando en una entrevista en la revista Vistazo Kaviedes declara que “estaba resentido con Dios, porque me ayudó a que logre mi vida con goles, pero no llenando el vacío de mis padres”, quienes fallecieron en un trágico accidente automovilístico cuando tenía apenas 6 años. Fueron sus abuelos quienes asumieron la tarea de criarlo. Kaviedes creció con muy pocos amigos y su adolescencia se alimentó mucho de sentimientos de tristeza, sufrimientos y vacíos y así creció. Hasta que la adicción al alcohol y a las drogas lo absorbieron.

Según la explicación de Kaviedes, él no era víctima, sino que las cosas que hizo por convicción, algo que no es verdad porque la adicción apolilla el entendimiento y sobre todo el discernimiento. Luego su vida sufrió un deterioro vertiginoso y dramático; dormía en la parada de buses y en los cementerios. Contó que apuñalaron a alguien que estaba a su lado, y que varios amigos murieron por sobredosis. Su filosofía extraña era que no quería vivir, pero tampoco quería morir.

Kaviedes, en dos o tres ocasiones de diferentes épocas, ha declarado estar libre de adicciones, pero con las recaídas ha demostrado lo contrario y por aquello es que su enfermedad merece mayor atención.

Cuando se declara que “Kaviedes no se deja ayudar”, tal cual lo dijo Iván Hurtado, que se reunió con el Nine luego que este se escapara de la clínica de rehabilitación, es no entender que Kaviedes tiene una enfermedad permanente, susceptible a recaimientos.

Hasta que otro evento lastimero vuelve a conmocionarnos me pregunto ¿dónde están el Ministerio del Deporte y de Salud, que no han ofrecido alguna ayuda humanitaria?, ¿por qué la FEF no ha intervenido ante la crisis sanitaria que sufre Kaviedes, deportista que le dio tantas satisfacciones a la Tricolor? Y de la Asociación de Futbolistas de Ecuador, mejor no pregunto nada, su silencio causa indignación. (O)