Los pedidos para conocer cuanto antes las causas oficiales de la muerte de Abimael Guzmán aumentan en Perú al igual que la exigencia de medidas necesarias para evitar que su deceso sea el inicio del culto a quien es considerado “el mayor asesino de la historia del país”. Toda manifestación pública que le rinda homenaje será vista como un delito de apología al terrorismo, penado con hasta 15 años de cárcel.

El destino de su cadáver está en manos de la justicia de Perú tras el reclamo de su encarcelada viuda, Elena Yparraguirre y número dos de la organización maoísta, de recibirlo a través de una tercera persona para darle sepultura, recoge AFP.

La ley peruana señala que solo los familiares directos pueden recibir los restos de una persona que muere en prisión, pero dado que Guzmán carece de parientes conocidos y su esposa está presa, surgieron voces que piden cremarlo y deshacerse de las cenizas ante el supuesto vacío legal.

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“Es imposible que traigan para entregarme el cuerpo de mi esposo (...), tendría que dirigirme a la Fiscalía para que a través de un poder se lo entreguen a una compañera exprisionera”, había señalado Yparaguirre desde prisión según la prensa peruana.

La petición está en manos de la tercera Fiscalía del Callao, un puerto vecino a Lima, que debe resolver el caso en medio de crecientes pedidos de una solución política desde el gobierno del presidente Pedro Castillo.

“Los restos del genocida no deben ser entregados a familiares y si la esposa no lo puede recibir porque está presa, lo lógico y razonable es cremar el cadáver y tirar las cenizas al mar”, declaró el analista político Fernando Rospigliosi.

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El discurso que Guzmán sostenía sobre que sus ideas iban a sobrevivir en la mente de los demás, ha hecho que varias voces vinculadas al fujimorismo y otros sectores políticos pidieran que no se permita la construcción de una tumba con sus restos, que pueda convertirse en lugar de peregrinación.

La legisladora de Fuerza Popular Martha Moyano, hermana de la lideresa popular María Elena Moyano, asesinada por Sendero, dijo que necesitaba tener la certeza del deceso de Guzmán.

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Los restos mortales de Abimael Guzmán permanecen en la morgue del Callao, en Lima. Foto: EFE

Moyano se hizo eco así de una tesis difundida por sectores de la derecha y la extrema derecha peruanas que sostiene que el líder terrorista puede seguir vivo y que el anuncio de su muerte puede ser una estratagema para sacarlo de prisión.

Otros exfuncionarios de gobiernos pasados coinciden en que “los restos de Guzmán deberían ser cremados y sus cenizas arrojadas al mar”.

El ministro de Justicia, Aníbal Torres, declaró estar a favor de la incineración de los restos porque cualquier acto de homenaje sería una apología al terrorismo.

Guzmán, principal responsable de la muerte de unas 70.000 personas, entre 1980 y 2000 en el país, como fundador y líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, murió el sábado a los 86 años en la cárcel de la Base Naval del Callao, donde estaba recluido desde 1992. Quienes lo conocían debían tratarlo como “camarada o Presidente Gonzalo”.

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Este domingo se cumplieron 29 años de su captura en Lima por parte de un grupo especial de inteligencia de la Policía, que le seguía los pasos junto con toda la cúpula de su organización que fue igualmente capturada y sentenciada.

Una marcha estaba prevista este domingo en Lima en recuerdo de las víctimas de Sendero Luminoso al cumplirse el aniversario de esa fecha, refiere El Comercio de Perú.

El centro de reclusión informó que Guzmán llevaba varias semanas de deterioro de su estado de salud, afectado por soriasis e hipertensión. Fue uno de los primeros internos en la prisión construida especialmente para terroristas, durante el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), y que estaba bajo el control de la Marina de Guerra.

Cumplía cadena perpetua por terrorismo y su estado de salud fue deteriorándose en los últimos diez años desde el traslado a otra cárcel de su esposa.

Tras conocerse su muerte, el Ministerio de Justicia de Perú advirtió que toda manifestación pública que rinda homenaje a líderes terroristas, como Guzmán, será considerada un delito. La cartera se adelantó a la posibilidad de que algunos simpatizantes del fundador de Sendero Luminoso puedan manifestarse en su apoyo.

“Recordamos a la ciudadanía que toda manifestación pública que respalde o enaltezca alguna agrupación terrorista o justifique sus actos, así como rinda homenaje a sus líderes o cabecillas, como Abimael Guzmán, es considerado delito de apología al terrorismo”, indicó en Twitter.

La muerte de Guzmán ha generado una ola de manifestaciones en Perú en rechazo a la violencia que desató Sendero Luminoso entre 1980 y 2000 en el país.

La cartera informó también que fiscales efectuaron el levantamiento del cadáver y empezaron a tramitar las diligencias de ley a fin de determinar la causa del deceso. El Ministerio Público dispuso la intervención de un equipo multidisciplinario de médicos forenses y peritos de la Morgue Central del Callao y de la Morgue Central de Lima para que efectúen la necropsia y los exámenes ordenados.

Guzmán fundó Sendero Luminoso en 1979 bajo las bases del marxismo-leninismo-maoísmo, después de haber transitado por actividades subversivas en su época de estudiante y de promover el partido Comunista del Perú cuando era profesor de Filosofía en la ciudad de Ayacucho.

El fundador y líder de la banda terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, fue capturado el 12 de septiembre de 1992 en Lima. Foto: EFE

Buscó entrenamiento militar y financiación en China y la Unión Soviética, y tras la creación de Sendero Luminoso adoptó el alias de Camarada Gonzalo para pasar a la clandestinidad y lanzar su primera acción armada en las elecciones generales de 1980, en el retorno de Perú a la democracia tras los años de régimen militar, refiere EFE.

Las masacres de comunidades campesinas enteras, atentados en instalaciones públicas y asesinatos selectivos de autoridades y fuerzas militares fueron detalladamente registrados por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR), creada para reparar a las víctimas y esclarecer responsabilidades de los años de la violencia terrorista.

La actividad del grupo se redujo en las últimas décadas a los movimientos de fuerzas remanentes en el selvático Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro, al mando de los hermanos Quispe Palomino, aliados con el narcotráfico.

Análisis

Gustavo Gorriti: ‘La muerte de ‘Gonzalo’

Abimael Guzmán fue un comunista de rígida ortodoxia; de la línea que, a partir de la obra fundacional de Marx y Engels, fue desarrollada por Lenin, por Stalin después y luego por Mao. Fue una línea que, pese a presentarse como continuación lógica y creativa de lo precedente, se realizó en cada caso mediante purgas enormes y masivas eliminaciones, sostenida en dos factores conjugados: un disciplinado partido comunista y el culto a la personalidad del líder máximo.

A mediados de los 60, su viaje a China, en pleno fermento de la Revolución cultural, tuvo un efecto decisivo en Guzmán. Esa etapa de purgas desenfrenadas, perpetradas por jóvenes fanatizados en el culto a Mao, fue percibida por Guzmán nada menos que como un momento estelar en la historia de la humanidad. Regresó al Perú plenamente convencido de que la estricta corrección ideológica era indispensable para triunfar en la insurrección.

Desde la segunda parte de la década del sesenta, Abimael Guzmán se dedicó a preparar una insurrección maoísta en el Perú. En un continente que sufrió en casi cada nación alzamientos guerrilleros de inspiración cubana, la insurrección senderista fue una radical excepción. No solo no se parecía ni en métodos ni en forma a las otras organizaciones revolucionarias, sino que las despreciaba. Y las otras reciprocaban el sentimiento hacia Sendero.

En 1976 murió Mao y la “revolución cultural” fue derrocada en China. Para Guzmán, eso no fue solo una traición sino la derrota del último bastión del socialismo. Con ello, Sendero se convertía en la nueva vanguardia de la revolución mundial y su jefe en “la cuarta espada” (luego de Marx, Lenin y Mao) gracias a su “pensamiento-guía” que eventualmente, siguiendo el escalafón de conceptos, se convertiría en “Pensamiento Gonzalo”.

En 1980, con ese “pensamiento” como arma principal, Sendero inició la insurrección violenta, justo cuando el Perú comenzaba una nueva etapa democrática luego de doce años de gobierno militar. Fue la única insurrección maoísta en América Latina, injertada además a la fuerza sobre una realidad renuente. Aunque varias acciones iniciales (como los perros colgados con insultos a Deng Hsiaoping) parecían antes psiquiátricas que políticas, ocultaban una cuidadosa preparación, articulada en precisos esquemas estratégicos que encontraron a la sociedad peruana completamente desprevenida y sin defensas.

Los doce años siguientes fueron terribles, trágicos. Pueblos, comarcas, regiones enteras fueron asoladas por la violencia. Pese a sufrir tremendas bajas, Sendero creció en forma continua y aunque perdió territorios, ganó otros más. En la parte final de la guerra, luego de haber declarado la “paridad estratégica”, Sendero concentró esfuerzos en Lima. Desde la clandestinidad, con serios problemas de comando y control, Guzmán dirigía la insurrección convertido en un mito virtualmente religioso para los seguidores que lo consideraban invencible no por ser general sino filósofo. Aunque uno sospecha que para ellos, filosofía y magia resultaban indistinguibles.

Por las razones básicas de humanidad que ellos no tuvieron debe permitirse a su esposa, Elena Iparraguirre, velar su cadáver y despedir con él las cenizas de aquella supuesta guerra prolongada, que luego de matar lo que mató y herir lo que hirió, terminó en una real derrota prolongada que duró hasta que se acabaron los tiempos de la vida, sin poder cambiar los de la historia. (I)