Cuando Leroy Gordon Cooper se subió a la nave espacial Mercury, en una misión de la NASA, nunca se imaginó que se convertiría en un buscador de tesoros. Era mayo de 1963, y aún faltaban seis años para que Liam Armstrong pusiera un pie en la Luna. Estados Unidos y la Unión Soviética se encontraban en medio de la Guerra Fría, y ambos países querían demostrar su supremacía en el espacio.

Con esa presión llegó Cooper a la misión Mercury, que dio 22 vueltas alrededor de la Tierra en su vuelo solitario. Su misión duró 34 horas, 19 minutos y 49 segundos, y uno de sus objetivos era detectar sitios de misiles soviéticos cerca de los Estados Unidos. La sospecha tenía fuerza, pues apenas habían pasado siete meses de la Crisis de los Misiles en Cuba.

Leroy Gordon Cooper en la cápsula Mercury.

Pero el objetivo del astronauta fue otro. Si bien cumplió exitosamente con la misión de la NASA, Cooper también hizo otras observaciones desde la nave espacial. Sobrevolando el Mar Caribe, el sistema detectó anomalías, específicamente lecturas magnéticas que indicaban que algún material se encontraba en el fondo del mar.

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Alejando su mente de los misiles soviéticos, Cooper se dio cuenta del origen de las anomalías: eran naufragios, ocurridos en siglos anteriores, que aún mantenían tesoros en su interior.

Al volver a la Tierra, la ubicación de los naufragios se convirtió en el secreto mejor guardado del astronauta. Las coordenadas que había anotado en un cuaderno las compiló en un mapa, que lo llevó en una travesía al mar buscando los tesoros escondidos.

Entre Europa y América habían cientos de cruces que correspondían a naufragios, barcos hundidos que se perdieron en el trayecto, por tormentas, ataques de piratas, o accidentes.

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Cooper creía que uno de los barcos que él había rastreado en el fondo del mar era la Santa María, en la que se transportó Cristóbal Colón en su viaje a América en 1492. Pero el astronauta murió en 2004 sin cumplir su sueño de descubrir todos los secretos y tesoros.

Los naufragios siguen en su mismo punto, esperando, quizás, a algún otro aventurero que intente averigüar su posición. (I)