Con un rosario entre sus manos, Oum Ibrahim reza y camina, atribulada, de un lado a otro entre la gran devastación causada por el terremoto de magnitud 7,7 que destruyó poblados de Turquía y Siria, cobrando en tres largos días la cifra de más de 20 mil vidas.

Oum, tiene 56 años, y sus allegados tratan de consolarla. El potente seísmo provocó la caída del edificio donde residía y sus 7 hijos quedaron aprisionados entre el amasijo de bloques.

La mujer, señala la agencia AFP, se va secando los ojos con un pañuelo. Al tiempo abre su corazón y expone al mundo su dolor.

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“Espero que los rescatistas saquen a mis hijos enterrados bajo tierra (sic). Son siete. Confío en Dios”, expresa.

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Cuando el terremoto sacudió la ciudad de Alepo, en Siria, la madrugada del lunes, Oum buscó las maneras de llegar rápido a la zona.

“Desde entonces no bebí ni comí nada. ¿Cómo podría si mis hijos tienen hambre bajo tierra?”, se pregunta entre lágrimas.

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El sismo es más difícil que la guerra en Siria

Grupos de rescatistas apuran las labores en Bustan al-Qasr. La presión pega, y el frío y el tiempo apremian.

Cerca de donde se encuentra vigilante Oum Ibrahim se ve a Oum Mohammad, quien se cubre del frío con una bufanda de lana que lleva en sus hombros. También espera ansiosa para saber si su hermana y sus cuatro hijos siguen vivos.

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Lamenta que ellos no pudieran salir. No les dio tiempo, dijo a la prensa.

Para Oum Mohammad, “el sismo es más difícil que la guerra. Durante la guerra cae el proyectil y se acabó. Pero ahora, no sabemos nada (...)”.

Mahmoud Ali también se desespera con el paso de las horas. Respira y se confía a un milagro. “Mi familia no tuvo tiempo de salir del inmueble. Están bajo los escombros”, asegura.

“Escuché sus teléfonos sonar cuando los llamé, y después ya nada, seguramente ya no tienen batería (...)”, señala a los medios internacionales.

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Espero que aguanten hasta que llegue la excavadora.

El dolor aumenta

Los medios señalan desde Alepo, una ciudad devastada por años de guerra, que los consternados pobladores se apresuran en enterrar a sus muertos.

En su rezos de despedida a sus difuntos, no olvidan de pedir que puedan seguir encontrando lesionados bajo los escombros.

Para la primera hora de la tarde de este jueves 9 de febrero, las cifras de fallecidos superaba las 20.000. El trágico saldo del devastador terremoto sigue lamentablemente no deja de subir ni en Turquía ni Siria. (I)

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