Desconfianza y desencanto podrían ser dos palabras para calificar la expectativa que se tiene sobre una solución negociada a la crisis en Venezuela.

Esta semana hubo otra polémica con la inscripción de los principales partidos de la oposición en las elecciones regionales que se tienen previstas para noviembre, cuando a procesos pasados se les había catalogado de no válidos, acusando al régimen de Nicolás Maduro de efectuar trampa.

Se entiende que la oposición realizó las inscripciones mientras en México, desde el pasado viernes, está en una ronda de negociaciones para establecer un cronograma y garantías para la participación de sus partidos.

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La mesa de diálogo durará hasta mañana, facilitada por Noruega y con el apoyo de México.

“Venimos aquí a buscar mecanismos para que todo el pueblo venezolano se vea beneficiado por este esfuerzo de diálogo”, declaró a la prensa Jorge Rodríguez, presidente del Parlamento oficialista y cercano a Maduro.

La oposición, por su parte, arribó con cambios: Freddy Guevara, dirigente muy cercano al líder opositor Juan Guaidó, remplazará a Carlos Vecchio, representante de Guaidó en Washington, cuya presencia generó incomodidades en el bloque oficialista, confirmó a la AFP una fuente cercana a las negociaciones.

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Para el analista venezolano Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, la falta de opciones de maniobra es un factor que ha llevado a la oposición a tomar la acción de inscribir candidatos. Otro es la presión interna de los partidos, pues durante años sus miembros no han tenido actividad política electoral, de lo que viven.

Igual dentro de las tiendas políticas aún no está totalmente superado el debate de si participar es lo correcto, pero esta semana terminaba el proceso de inscripciones.

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“Creo que la decisión fue: postulemos porque después al final podemos retirar o continuar, pero por lo menos tenemos las opciones para hacer una cosa o la otra”, añade Alarcón, quien recuerda que el camino es aún incierto, pues los partidos más grandes de oposición (Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular) siguen deshabilitados e intervenidos judicialmente.

Hay mucha desconfianza del ciclo de integridad electoral, desde las reglas de juego iniciales -por ejemplo, quién tiene derecho a votar- hasta lo que ocurre el día de la elección. Ahí esta el gran reto de que esta opción de unas elecciones con garantías se cumpla.

Roberto Abdul, vocero de la asociación venezolana Súmate, que se especializa en vigilar procesos electorales desde hace 20 años, comenta que lo de esta semana también implica un reconocimiento del Consejo Nacional Electoral (CNE), que en meses pasados ingresó a dos rectores electorales de la oposición, y a la oficialista Asamblea Nacional, que antes ellos decían que no era legítima, y al Gobierno en general.

Esto para Abdul puede ser usado por Maduro a su favor mientras la oposición tiene fracturas internas.

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“Yo me atrevería a apostar que tendremos unos resultados electorales muy parecidos a los de 2017... en las que el Gobierno puede tener 16-17 gobernaciones y quedar unas seis o cinco en control opositor. Recordemos que ya hoy en día la oposición gobierna, si se puede decir, porque sus competencias son bastante limitadas (el Gobierno termina reduciendo sus competencias cuando pierde)”, opina Abdul, quien justamente ve en este punto lo importante para que la gente decida votar o no -en Venezuela el voto es voluntario-, ya que puede haber una percepción de que el voto no elige y la afluencia se reduce.

Un hecho que aporta a la desconfianza es que incluso en las votaciones de la Asamblea Constituyente de 2017, que no fue reconocida por la mayoría de países del continente, tuvo irregularidades. Siendo la más notoria la que indicó la empresa Smartmatic, que dijo que había un fraude de al menos un millón de votos, recuerda Abdul.

Escepticismo en venezolanos que viven dentro y fuera del país

En México -donde dialogan el chavismo y la oposición- hay una negociación asimétrica en la que el fuerte es el Gobierno y si no hay acuerdo seguirán gobernando. Mientras la oposición mantiene una posición débil interna y su única ‘arma’ son las sanciones de países extranjeros, sobre todo de EE. UU., para abrir espacios. Aunque el régimen se ha acostumbrado a vivir y escapar de las sanciones durante varios años.

“Al final del día esta es una negociación de sanciones por condiciones electorales, más que para las elecciones del 21 de noviembre, para futuras como la presidencial o un referendo revocatorio el año que viene”, apunta el analista venezolano Benigno Alarcón.

En cuanto a la opinión de los venezolanos en general, se tiene claro que sin cambio político la mayoría de problemas no tienen solución. Se quiere una salida pacífica, mejor si es electoral y sin traumas, pero al mismo tiempo hay mucho escepticismo respecto al nuevo acercamiento entre régimen y oposición y se espera que las cosas sigan igual.

Fuera del país también ocurre lo mismo con inmigrantes venezolanos. Luis Giménez, inmigrante, dice que el venezolano común y corriente ya no tiene confianza en ninguna de las partes por las contradicciones y parece que no piensan en la población en general sino más bien en intereses personales.

Mientras que otro compatriota, Andreu Castro, dice: “La mayoría de las personas que estamos fuera de Venezuela opinamos que se ha perdido la confianza en los representantes de la oposición y más aún en las autoridades electorales que son controladas por el gobierno actual de Maduro. Son tantos los crímenes que se han cometido en el país, que convivir electoralmente con el régimen, pues, no es algo que le guste a la gente en general”.

De acuerdo con ambos, quienes están afuera, por el descontento con lo que ocurre allá, están más concentrados en su situación del día a día. Además creen que luego de más de dos años de participar en elecciones y calificar de ilegítimo al régimen y buscar bloqueos, el proceso en México genera desconfianza y se cree que nadie brinda soluciones mientras Venezuela “se cae a pedazos”. (I)