Reinhard Heydrich es considerado como una de las figuras más oscuras del régimen nazi en el siglo XX.

Fue un oficial de alto rango de la Schutzstaffel (SS), la organización paramilitar, penitenciaria y policial al servicio de Adolf Hitler. También fue uno de los arquitectos de la “Solución Final a la cuestión judía”, el plan del Tercer Reich para llevar a cabo el genocidio de la población judío europea durante la Segunda Guerra Mundial.

Adolf Hitler lo describió como “el hombre del corazón de hierro”. Otros nombres que se le atribuyen incluyen “el verdugo” y “el genio malvado de Himmler”.

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Obtuvo tales epítetos con acciones como coordinar la Noche de los Cristales Rotos, dirigir la Conferencia de Wansee en la que los jerarcas nazis pusieron en marcha la Solución Final, y crear las Einsatzgruppen, los comandos especiales nazis responsables de al menos un millón de muertes.

Algunos también consideraban a Heydrich como un potencial futuro líder del Tercer Reich. Su cercanía a Hitler hizo que fuera nombrado como gobernador (protektor) del protectorado de Bohemia y Moravia, territorio checoslovaco ocupado por el régimen nazi alemán. Fue enviado para reprimir los constantes alzamientos de la población.

Imagen de Reinhard Heydrich en 1934. Foto: Wikimedia Commons

Se ganó el apodo de el “Carnicero de Praga” o la “Bestia rubia”, cuando dos semanas después de tomar posesión de su cargo, ordenó fusilar a 550 personas consideradas disidentes con el objetivo de mantener así a la población en un continuo estado de amenaza.

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El gobierno checoslovaco en el exilio, con sede en Londres, decidió que debían tomar alguna medida urgente para evitar que los nazis se quedaran de forma definitiva en el poder en su tierra. Enviaron dos agentes para que intentaran asesinar a Heydrich.

Operación Antropoide

El plan para aniquilar a Reinhard Heydrich se denominó Operación Antropoide. Según indica Pere Cardona, divulgador histórico español especializado en la Segunda Guerra Mundial, este plan parte de una idea del primer ministro británico Winston Churchill, el cual convence al primer ministro checo en el exilio, Edvard Benes, de la necesidad de eliminar a Heydrich para subir la moral del pueblo checo y eliminar al posible sucesor de Adolf Hitler.

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En las semanas siguientes, el gobierno checoslovaco buscó a dos hombres que pudieran perpetrar el atentado, y no tardaron mucho en hallarlos. Los seleccionados fueron los militares Josef Gabcik y Karel Svoboda. A los pocos días de empezar el entrenamiento (debían ser instruidos en técnicas paracaidistas para ser lanzados en Checoslovaquia desde el exilio) el segundo fue sustituido por darse un severo golpe en la cabeza durante un salto. El nuevo comando elegido fue Jan Kubis.

La misión dio inicio el 27 de mayo de 1942. A las 10h30 Heydrich se dirigía a bordo de su Mercedes-Benz descapotable a su cuartel general en el castillo de Hradcany. Era tal la convicción que tenía de que era indestructible, que ni él ni su chófer llevaban escolta y repetian día tras día el mismo recorrido.

Cuando el descapotable de Heydrich desaceleró en una curva pronunciada, Gabcik y Kubis abordaron su auto. La metralleta de Gabcik se encasquilló y no pudo disparar, pero Kubis sí logró lanzar una granada de mano que alcanzó la parte posterior del vehículo. Tras la explosión, la metralla y otros restos de la carrocería se incrustaron en la espalda de Heydrich, y aunque el protektor se pudo levantar y trató de perseguir a sus atacantes, sus heridas eran demasiado graves y cayó desplomado.

Uno de los autos Mercedes Benz 320 cabriolet de Heydrich, similar al que estuvo cuando fue herido de muerte. Imagen tomada en el Museo de Historia Militar de Praga. Foto: Richard B.H/Wikimedia Commons

Heydrich murió el 4 de junio de 1942 a consecuencia de las heridas recibidas en el atentado y por su obstinación en ser tratado por un médico de su confianza en Berlín. La tardanza en iniciar el tratamiento le causó una septicemia que acabó con su vida. El 9 de junio fue enterrado solemnemente en la Cancillería del Reich en Berlín.

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La ira de Hitler fue de tal magnitud, que exigió a Himmler que arrasara la pequeña población checa de Lidice, la cual había acogido a miembros de la resistencia que habían colaborado con los autores del magnicidio. Ese día fueron ejecutados 199 hombres, 195 mujeres fueron enviadas al campo de concentración de Ravensbruck y 95 niños fueron arrestados (81 serían asesinados en el campo de exterminio de Chelmno). El precio que tuvieron que pagar los checos por matar al símbolo del poder nazi en su país fue muy elevado.

Los autores del magnicidio, Gabcik y Kubis, fueron delatados por Karel Kurda, un miembro de la resistencia, y tras un largo tiroteo con las fuerzas de las SS, el 18 de junio murieron en su refugio de la iglesia ortodoxa de los santos Cirilo y Metodio en Praga. (I)