El gobierno de Daniel Noboa reactivará la figura del vocero presidencial desde este lunes, 2 de junio del 2025, con la designación de la experta en comunicación política ambateña María Carolina Jaramillo para ese cargo.

Jaramillo, de 40 años y con una dilatada carrera en el sector público como asesora de comunicación, será presentada a los medios de comunicación en el Palacio de Carondelet, a las 09:00.

En países como Estados Unidos, el vocero o la vocera oficial de la Casa Blanca es el secretario o secretaria de Prensa; en el caso actual de Ecuador, Jaramillo no reemplazará a la actual secretaria general de Comunicación de la Presidencia, Irene Vélez.

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La última vez que hubo un funcionario con ese rol fue en la administración de Guillermo Lasso; era Carlos Jijón, quien estuvo un poco más de cinco meses.

En los gobiernos anteriores a ese fueron voceros los secretarios de Comunicación y hasta ministros y secretarios de otras materias.

Así, por ejemplo, Mónica Chuji, exsecretaria de Comunicación, fue vocera en los inicios del mandato de Rafael Correa, quien por último se convirtió en la voz oficial en las sabatinas.

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O Augusto Barrera, quien fue secretario de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, pero también designado vocero al inicio del gobierno de Lenín Moreno. Y Juan Sebastián Roldán, quien fungió de vocero oficial durante el ejercicio como secretario general de Gabinete en esa misma administración.

Gustavo Isch, exsecretario de Comunicación en el gobierno de Moreno, señala que el vocero presidencial es crucial en una estrategia política y de comunicación. “Se usa cuando los interlocutores oficiales, empezando por el mismo presidente o sus ministros, son malos comunicadores y enfrentan problemas que no tiene un nuevo personaje, que no viene del desgaste de la campaña o la misma administración, y se busca que los mensajes sean claros, concisos, precisos, por eso no suelen ser políticos sino un representante del Gobierno o del mismo presidente”, señaló.

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Es un trabajo diferente al del secretario de Comunicación, que se encarga de construir una red de comunicación coherente entre las instituciones, buscar vocerías adecuadas, desarrollar e implementar la estrategia global del Gobierno y en situaciones de crisis, y cuidar la imagen del primar mandatario. “Es un rol más amplio, complejo, más intenso”, refiere.

Isch menciona que este personaje no toma decisiones, sino que las transmite. “Permea los temas difíciles frente a la oposición, la ciudadanía, los medios. Tiene un rol ambivalente: por un lado fortalece la imagen del jefe de Estado con los dotes de comunicación que debe tener, y por otro muestra distancia de estas resoluciones, no está contaminado”, indica.

La consultora política Stephanie Macías comenta que en un entorno político y mediático cada vez más complejo, la figura de un vocero oficial de la Presidencia adquiere un rol estratégico.

“Lejos de ser un canal de transmisión mecánico, el vocero es el eje que articula, unifica y posiciona el relato gubernamental ante la ciudadanía, los medios de comunicación y la comunidad internacional”, señala.

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En un país como Ecuador, donde la confianza en las instituciones fluctúa y el ciclo de noticias se acelera por las redes sociales, una narrativa fragmentada puede ser interpretada como desorganización, improvisación o debilidad política, refiere Macías.

La analista cita datos del Edelman Trust Barometer 2023, que indican que la consistencia y claridad del mensaje es uno de los factores determinantes en la confianza hacia los gobiernos.

“Las administraciones que cuentan con vocerías claras, permanentes y creíbles registran incrementos de entre 5 y 8 puntos en los niveles de confianza institucional, en comparación con aquellas sin un vocero visible o profesionalizado”, explica.

Ella identifica al menos cuatro ventajas en la designación de una vocería oficial para la Presidencia:

  • Coordinar mensajes de gobierno de forma profesional.
  • Ganar coherencia y confianza pública.
  • Responder con agilidad ante contextos complejos.
  • Posicionar los temas prioritarios del Ejecutivo en la agenda pública.

“La clave del éxito estará en que esta figura sea un actor con autonomía operativa, respaldo institucional y formación integral en comunicación política, análisis de datos y manejo de crisis”, señala Macías. (I)