Mientras esperaba el vuelo que lo llevaría a Lima, donde este jueves 26 de octubre participará del evento por la conmemoración de los 25 años de la firma de la paz con Perú, el excanciller José Ayala Lasso se tomó unos minutos para recordar los momentos que marcaron las complejas negociaciones que llevaron al histórico acuerdo de paz entre las dos naciones, suscrito en 1998 en Brasilia (Brasil) por los presidentes Jamil Mahuad, de Ecuador, y Alberto Fujimori, de Perú.

En 1997, por pedido del entonces presidente interino Fabián Alarcón, Ayala Lasso dejó su cargo como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y asumió la Cancillería con el propósito de encabezar el proceso con el Perú, aprovechando que en 1995 Ecuador triunfó en la guerra del Cenepa y su posición era distinta.

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Por haber liderado con éxito las negociaciones, José Ayala Lasso es recordado como el “canciller de la paz”.

Se cumplen 25 años de la firma de la paz. ¿Cuál ha sido el mayor logro que dejó haber alcanzado la paz con Perú?

Creo que ambos pueblos han apreciado claramente la importancia de este evento histórico, que puso fin a una controversia de casi 200 años. La importancia de la paz es tanta que, en primer lugar, ha cambiado las relación psicológica entre los pueblos ecuatoriano y peruano, antes nos mirábamos como enemigos, como rivales, como contradictores. Ahora hemos reiterado nuestra condición de fraternos compañeros, en una misma situación internacional, con idénticas aspiraciones, similares problemas y con una voluntad de superar los últimos para facilitar el desarrollo, libertad y democracia de ambos países. Creo que en el campo económico, comercial y financiero, con las inversiones, en el campo turístico... y como símbolo de todo eso, en la reunión anual de los presidentes que, junto con sus gabinetes, examinan la situación de cada país, para buscar soluciones conjuntas a los problemas. Eso está demostrando cómo la paz ha dado lugar al renacimiento de la historia buena entre el Ecuador y Perú. Estoy seguro que, tal como ha ocurrido en estos 25 años, en los próximos años, el cultivo de la paz nos permitirá seguir trabajando juntos, afianzando más, sólidamente, el desarrollo de nuestros dos pueblos.

¿En algún momento, durante las negociaciones, estuvo en riesgo el proceso de paz; hubo el peligro de que se reactive el conflicto armado?

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Efectivamente, la negociación fue sobre un problema, cuya solución había demorado cerca de 200 años. De modo que las condiciones de la negociación fueron sumamente complejas. En determinados momentos, espíritus belicistas propiciaban soluciones armadas. Eso fue necesario controlar, cambiar las políticas nacionales, orientarlas adecuadamente y finalmente conseguir una paz difícil, compleja, que requirió más de dos años de negociaciones sustantivas y que fue después concretada gracias a la relación personal de los dos presidentes Jamil Mahuad y Alberto Fujimori, quienes, asumiendo la responsabilidad que les correspondía en cada uno de sus países, llegaron a conseguir la paz. La negociación pasó por momentos graves, el cambio presidencial en Ecuador, el 10 de agosto (de 1998), fue precisamente uno de esos momentos complejos y difíciles, pero la diplomacia pudo controlar las dificultades, allanar el camino para la paz.

¿Por qué fue difícil el cambio presidencial?

Perú había pensado que el Ecuador tenía que suscribir los acuerdos de paz cuanto antes. Existía en algunos sectores peruanos el recelo de que las tácticas ecuatorianas eran tácticas invasoras, y no era así. Lo que ocurrió es que Ecuador pensó con mucha razón, que mucho más sólido podía ser un acuerdo suscrito por dos presidentes y uno de ellos recientemente electo, el presidente Mahuad, y no por un presidente que había cumplido con su deber, en forma muy positiva, el presidente (Fabián) Alarcón. No hubo ningún retraso deliberado por parte de Ecuador. Fue la conveniencia nacional de ambos países, que ese acuerdo surgiera como resultado de la conducción de la política externa, tanto por el presidente de Perú como por el nuevo preside electo de Ecuador, Jamil Mahuad.

26 de octubre de 1998, en el Palacio de Itamaraty en Brasilia (Brasil), los presidentes de Ecuador y Perú, Jamil Mahuad (i) y Alberto Fujimori (d) tras haber suscrito el acuerdo definitivo de paz. Foto: Archivo.

¿Cuál fue el rol decisivo de la diplomacia que usted encabezó?

Cuando yo me encontraba desempeñando en Ginebra, el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, recibí una llamada telefónica del presidente (Fabián) Alarcón, quien me pedía que asumiera el cargo de relaciones exteriores, para conducir la negociación sustantiva con el Perú. Me pareció que era un asunto inexcusable, de patriotismo, hacerlo sin limitación alguna. Renuncié a la Subsecretaría General de la ONU y me presenté como canciller ecuatoriano nombrado por el presidente Alarcón. Hubo problemas y dificultades (en el proceso de paz), la controversia era más que centenaria y desenrollar el ovillo no era fácil, pero tuvimos el convencimiento patriótico de que había llegado la oportunidad de conversar con el Perú, mirándole a los ojos, porque habíamos sido triunfadores en la guerra del Cenepa. Asumimos esa responsabilidad e iniciamos una negociación que fue difícil, pero sustentada por una diplomacia ecuatoriana activa, dinámica y que buscaba siempre tener la iniciativa y no simplemente reaccionar ante los hechos.

Los cancilleres de Ecuador y Perú, José Ayala Lasso y Fernando de Trazegnies, respectivamente, durante la firma del Acta de Brasilia, que selló la paz entre los dos países, el 26 de octubre de 1998, en Brasilia (Brasil). Foto: cortesía Cancillería.

¿Qué ocurría si en ese momento no se firmaba la paz?

Lo que se necesitaba es la decisión de suscribir la paz. La decisión de mirar con realismo lo que había ocurrido en la historia pasada y la voluntad de no escribir una historia de derrotas, sino una historia de acuerdos logrados mediante la negociación libre y democrática. Yo consideré que ese era el momento y me empeñé en esa negociación que, a Dios gracias, culminó con la suscripción de la paz.

¿Cómo evalúa la democracia en los dos países, que han tenido levantamientos sociales y términos de mandatos de manera abrupta?

La democracia permite, precisamente, la expresión de la voluntad ciudadana, en la forma democrática prevista por las leyes. De modo que, si hay protestas en uno u otro país, eso significa que una parte del pueblo, una parte del sector público está en desacuerdo con los programas de gobierno. Pero eso es vivir la democracia. Lo que debemos nosotros agradecer es haber tenido en el Ecuador gobiernos democráticos, los dos últimos, y de esa manera haber logrado que nos encaminemos libremente hacia el fortalecimiento de la paz y de la libertad entre nuestros países. (I)