Adrián no tiene la extrema delgadez que sus compañeros, pero su rostro, sus brazos y sus piernas, ennegrecidas por el desaseo, confirman que lleva más de un año viviendo en las calles, durmiendo en veredas, rebuscando entre la basura botellas, cartones y todo lo que le sirva para canjear por droga.

De tez morena y con una mirada ansiosa que se pierde por momentos, Adrián solo se concentra cuando prepara en una pipa artesanal, hecha con un marcador, una dosis de ese polvo blanco llamado ‘plo, plo’, o de la sustancia verdosa conocida como ‘H’ que dice que lo mantiene ‘tranquilo’.

Cerca del mediodía del miércoles 30 de agosto, Adrián vestía una camisa azul que decía Ecuador mientras separaba el plástico, el cartón y el metal que había recogido de las calles.

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Él y otros cuatro jóvenes repetían el mismo oficio sobre la vereda de una escuela ubicada en las calles Lizardo García y la F, en el barrio del Cristo del Consuelo, una zona considerada por la Policía como ‘conflictiva’ por el consumo y venta de drogas, y también por la presencia de micro-traficantes, la mayoría de la organización narco criminal Los Tiguerones.

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De entre 20 y 30 años, más hombres, pero también mujeres, en este sector, los adictos, consumidores, o ‘hacheros’ como los llaman, se cuentan por decenas en las aceras. Muchos llevan años secuestrados por la cocaína, lejos del hogar que alguna vez tuvieron. En las calles de las vías aledañas al mercado informal, en Leonidas Plaza y la B, los adictos exponen su tragedia ante la mirada temerosa, y otras veces compasiva, de los vecinos y transeúntes. Ninguno se detiene a hablarles, se cambian de vereda, se alejan.

“Aunque usted no lo crea, aquí somos gente estudiada, preparada”, dice Adrián Oswaldo Ñacato Zúñiga, de 27 años, un joven que a los 12 probó marihuana, que intentó rehabilitarse, pero que hace un año y medio volvió a caer en las drogas.

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Adrián Ñacato compartió este mensaje en sus redes sociales, en agosto de 2020. Foto: Tomado de su cuenta de Facebook

De vuelta en las calles y preso de la heroína. No siempre fue así. En una publicación de Facebook, Adrián escribió hace tres años unos mensajes que eran, a la vez, su intento por animarse: “Tendrás muchos envidiosos que nunca sabrás por lo que has pasado, sigue solo por tus sueños, sintiéndote orgulloso de ti mismo”, “demuestra que se equivocan, demuestra que eres diferente” y “disfruta de la lentitud de lo efímero”.

En las fotos de esa red social todos pueden ver a un Adrián diferente. En agosto del 2020 tenía la piel más clara, el cabello recortado y ropa elegante, pero sobre todo una mirada y una sonrisa transparente, ninguna huella del Adrián que en 2016, en medio de una crisis de abstinencia, metió en una mochila gris una pistola de juguete, una navaja y un desarmador estrella y le robó el celular a una mujer a las diez de la mañana del 24 de diciembre. Ella le mordió el brazo para defenderse y el populacho evitó su fuga. Adrián fue condenado a 28 meses de prisión, según la sentencia judicial.

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Cuando salió de la cárcel, en 2019, en un intento por cambiar de vida, Adrián abrió un negocio en su domicilio, reportado ante la judicatura, en Bálsamos Sur y Todos los Santos, en Urdesa Central. Ahí, confirman los registros del Servicio de Rentas Internas (SRI), funcionó su local, dedicado a “campañas de comercialización y otros servicios de publicidad dirigidos a promocionar productos”.

El establecimiento, señala el SRI, estuvo abierto hasta julio de 2021, año en que también Adrián dejó de compartir fotografías y mensajes en sus redes sociales.

Hijo de una odontóloga del hospital del IESS Ceibos, con dos hermanas mellizas y un padre en Italia, Adrián recuerda, desde la vereda del Cristo del Consuelo, su pasado de deportista y los dos semestres de Medicina que cuenta que hizo en la Universidad Católica de Guayaquil. Admite que necesita ayuda, dice que quiere tener un trabajo y cree que puede ser ‘community manager’, pero anhela hacerlo por él mismo, por nadie más. Lo siguiente es un extracto de su relato a este Diario.

-¿A qué edad empezaste a consumir?

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A los 12 años.

-¿Fue en el colegio?

Si, yo mismo empecé a buscar, quería salir de la realidad.

-¿Por qué?, ¿tenías problemas?

Más o menos, era muy mecánica mi vida, no me gustaba ver a la gente que tenía plata, riquezas, que tienen todo y son pobres (...). En mi caso, yo veía que mi mami tenía dinero, todo, pero no podía llegar temprano a un cumpleaños, no podía llegar a una reunión del colegio a la hora que es.

-¿Por qué?, ¿trabajaba?

Claro, era incómodo a veces saber que la vida que llevan no permite las cosas que son de verdadero valor.

-¿Creciste con esa falta de atención y por eso crees que empezaste a consumir?

Sí, a los 12, 13.

‘Me escondía aquí, en el terreno baldío que estaba antes, para consumir H y ahora trabajo aquí mismo ayudando a otras personas que consumen’

-¿Con qué empezaste?

Marihuana

-¿Has consumido otras sustancias?

Éxtasis, coca, plo plo, base (de cocaína), codeína (jarabe de tos) y ahora hache.

-¿Has querido dejarlo?

Sí.

-¿Cuánto tiempo llevas viviendo en la calle?

Más de un año.

Adrián Ñacato compartió su fotografía en sus redes sociales, en octubre de 2020. Foto: Tomada de su cuenta de Facebook

-¿Las empresas que compran el material de reciclaje les pagan lo justo?

No, y el esfuerzo es el mismo que hace otra persona, el peso que se carga es bruto. Se quieren hacer ricos a costillas de uno, uno lo suda, se corta la mano, te embarras, si me entiende, para qué, para que vengan y (me den) $ 1,50.

-¿Cuánto ganas al día?

Un día bueno, hasta $ 10, $ 8, todo el día. Por lo general intento no dormir para llegar a la meta.

-¿Siempre recolectas en este barrio? ¿Los vecinos los conocen?

Están a la expectativa, aunque usted no lo crea, aquí somos gente estudiada, preparada; la mayoría somos gente que hemos estudiado, (graduado) con honores.

-¿Estudiaste el colegio?

Si, soy bachiller del colegio (particular a distancia) 8 de Marzo, en el centro (calles Aguirre y Seis de Marzo, en Guayaquil). Me quedé hasta segundo semestre de Medicina, en la (Universidad) Católica.

-¿Y qué pasó?

Se murió mi mami. Era doctora, murió de Covid el año pasado, en el frente de batalla. Murió curando a los enfermos del Covid, se contagió y murió.

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-¿En dónde trabajaba?

Era doctora (odontóloga) del Seguro Social, en el hospital de los Ceibos.

-Sin tu mamá, ¿ya no pudiste pagar la carrera?

(Asiente con la cabeza), tenía problemas de adicción, la familia no me aceptaba, cada quien siguió su curso.

-¿Tienes hermanos?

Si, dos hermanas (mellizas).

-¿Tu mamá te llevó al hospital, recibiste ayuda psicológica?

También, pero créame que yo quiero ayuda verdadera, yo estuve con tantos psicólogos que yo terminaba dándole terapia a ellos. Yo fui graduado con honores, bachiller, mejor bachiller, premio filantrópica, con honores, cuadro de honor, medalla de plata.

-¿En qué?

En deportes, media beca en el Espíritu Santo, federado en atletismo y dejé todo eso.

-¿Por qué no seguiste, teniendo ese futuro brillante?

Porque todo eso me parecía efímero.

-¿Y ahora, quieres recuperarte?

Si, pero por las circunstancias correctas, no por mi familia, por mí, por terminar una meta.

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-¿Qué meta tienes?

Yo quisiera un trabajo, algo que me guste. Mi línea es el deporte, pero aparte de eso manejo sistemas, informática, pero sistemas que manejan redes sociales, tipo ‘community manager’. Así, en este negocio, en la vida que llevamos, lo que promocionamos nosotros, como lo vendemos, es increíble, porque podemos ver esa piedra amarilla y esa piedra la vendemos.

-¿Tienes facilidades para las ventas?

Claro, buscar la persona correcta que te puede comprar lo que estás vendiendo es difícil.

-Te veo ansioso, apurado.

Es que nos sentimos incómodos, porque la verdad es que queremos drogarnos.

-¿Cuánto tiempo llevas sin drogarse?

Como 45 minutos. (Mientras camina, saca un polvo de una caja de fósforo, lo pone en la pipa artesanal, la enciende, la empieza a fumar y se despide). (I)