Cuando se planta un árbol, sus raíces permanecen bajo tierra. Pese a que nadie las vea, están presentes mientras las ramas siguen creciendo y avanzando hacia lo alto en diversas direcciones. Con esa metáfora, Marco Orozco Castellanos, de 34 años, recuerda la relación de profundo amor y sentimiento de pertenencia que mantiene con Ecuador, el país donde nació.

“Ese soy yo”, afirma Marco, al sostener que el ecuatoriano, pese a que se mueva de su país, nunca pierde sus raíces.

Desde hace varios años, este joven, que reside en Francia, gusta de visitar Guayaquil durante un mes. En ese tiempo aprovecha para pasar con sus seres queridos, que son migrantes retornados al país, y traer y guiar a extranjeros que se llegan a enamorar del país con los paisajes, costumbres y calor humano de este país sudamericano, muchas veces desconocido en otras latitudes.

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El viernes último de septiembre, en el parque Seminario, más conocido como de las iguanas, un equipo de este Diario se encontró con Marco y dos amigos franceses, a quienes convenció de que lo acompañe en su visita al país en este año.

En ese espacio turístico, Marco recordó que con apenas 12 años emigró a España para acompañar los sueños de sus padres de darles un mejor futuro, en medio de la crisis que surgió en Ecuador en la época de la dolarización.

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En 1999 su padre viajó a Barcelona y un año después, él con el resto de su familia se movilizaron a esa localidad europea. Allá, en compañía de otros familiares, cursaron sus estudios e hicieron su vida hasta que llegó la crisis inmobiliaria y, entre 2013 y 2014, la familia decidió regresar a Guayaquil.

Pero, en ese entonces, él se encontraba culminando sus estudios de técnico informático y optó por descubrir su propio camino. Así buscó nuevas aventuras en Francia, cerca de la frontera con España.

El joven, en ese entonces de 24 años, encontró oportunidades de trabajo, inicialmente con un contrato de seis meses en Cauterets, un pueblo situado en el corazón del Parque Nacional de los Pirineos, donde hay una estación termal y de esquí, además de negocios de hotelería y restaurantes.

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“Allá en Francia, la gente me cuenta sus tradiciones, yo les cuento mis tradiciones de Ecuador, y cada vez que me dicen ‘yo quiero conocer’ les digo ‘vente, yo voy tal fecha, coge el boleto de avión’.

Les empiezo a contar la historia de la Gran Colombia, la República, se interesan y yo transmito eso, pero no les hago saber todo para crear esa intriga y que vengan para acá y conocer, que hay selva amazónica, la cordillera de los Andes y la costa del Pacífico, así que hay diversidad a full”, contó el joven.

Él además aclaró que gusta de invitar a personas y compañeros con los que ha logrado establecer lazos de amistad y confianza. Todo lo hace sin ningún fin de lucro, solo por dar a conocer “los tesoros” del Ecuador.

Así, regularmente, con cada visitante, como los dos jóvenes franceses, Marco suele asesorarles sobre los sitios turísticos en las ciudades, las costumbres, la operatividad del transporte público, recomendaciones de seguridad e incluso de negociar con los comerciantes.

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Además gusta enseñarles la gastronomía y para eso los lleva a degustar platos y bocados, como el arroz con menestra y carne frita, pan de yuca, bollos, bola de maní, hornado y el infaltable encebollado.

En cada una de estas experiencias, él les explica de sus ingredientes e incluso las preferencias de consumo, como en el caso del caldo típico que suele degustarse como desayuno tras una larga noche de diversión.

Marco Orozco con dos extranjeros en el parque Seminario. Foto: El Universo

En Guayaquil, por ejemplo, en sus primeros días de paso, él y los franceses recorrieron varios parques, plazas, malecones, calles más turísticas, y estaban organizando visitas a Playas, Loja y Salinas. En anteriores ocasiones, con otros viajeros, también Marco suele aconsejar a los turistas para que exploren otras ciudades por su cuenta.

Lo hago sin ningún lucro, porque me gusta hacer descubrir a la Perla del Pacífico y este país que es poco conocido en el extranjero, y no sea solo conocido por situación geográfica, sino por la comida, la gastronomía, tradiciones, el folclor que tiene el país. Yo estoy orgulloso de todo eso, y no me gusta que no se conoce, nadie lo habla, aparte de nosotros los ecuatorianos

Marco Orozco, migrante ecuatoriano residente en Francia

Con base en su experiencia en el Viejo Continente, Marco afirmó que la promoción de Ecuador como destino a nivel internacional aún es insuficiente, ya que a él mismo le ha tocado conocer a muchos extranjeros que pasan por Francia y que apenas conocen a Ecuador como una línea que divide los dos hemisferios y no como un país.

“Cuando estábamos (con su familia) en España no volví a Ecuador, pero ahora vengo todos los años, siempre al lado de mi familia, que somos muy unidos. Aquí aunque haya crisis o no, delincuencia o no, aquí uno es más unido. Eso es lo que me llena en Ecuador: en Europa no se ve esa unión familiar, ese ambiente más activo; todo es más neutro, y asimismo todo es más simple”, dijo.

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Los acompañantes de Marco en este periodo de vacaciones son los franceses Thomas Bernard, de 21 años, y Romi Ferry, de 29.

Thomas explicó que desde hace varios años deseaba conocer Sudamérica y por la confianza sembrada con su amigo Marco se animó a realizar la primera excursión en Latinoamérica. En su visita, él comentó que le encantaron varios espacios de Guayaquil como el Malecón, los colores de las casas de Las Peñas, la vista desde lo alto del Faro, los espacios naturales, entre otros.

“Estoy muy agradecido porque me siento bien integrado desde el primer día con la familia de Marco, no es que sienta miedo, pero siento cierta protección porque estamos en grupo y podemos contar unos con otros y no me siento tan solo como cuando he viajado a otros lugares”, dijo el joven.

Asimismo, Romi señaló que también se convenció de viajar a Ecuador por las buenas referencias de Marco, en sus primeros días en Guayaquil enfatiza que le gustaron varios escenarios como la acogida de los ecuatorianos, sobre todo el entorno familiar de Antonio, que estuvieron preocupados y colaborativos por una molestia de salud que tuvo en su arribo al país.

Además de Ecuador, Marco contó que gusta de realizar experiencias de viaje en solitario y encontrar momentos de reflexión. Así fue en mayo anterior cuando viajó a Italia durante quince días libres.

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En Francia, Marco ya lleva diez años en distintos trabajos del pueblo turístico de Cauterets. En ese lapso ha aprendido el idioma francés y ha pasado por varios oficios, como la reparación de artículos, electricista, pintor, limpieza, y luego de lavador de platos, mesero, coordinador, y ahora está a cargo de la dirección de un restaurante.

Marco Orozco trabaja en una zona turística de Francia. Es administrador de un restaurante en Los Pirineos. Cortesía.

Al culminar este mes, este guayaquileño retornará a lo alto de la montaña en los Pirineos para seguir sirviendo a los turistas y difundir su orgullo de provenir de Ecuador. Esa será una manera de sentirse más cerca de casa y de los suyos.

“Hay muchas cosas en la vida que te hacen cambiar, evolucionar, no hay que pasarlos por alto, cuando uno tiene cambios en la vida es por algo, en esos viajes necesito estar solo, mirar el horizonte”, reflexionó Marco, antes de salir del parque y buscar un supermercado donde compraría artículos para celebrar el cumpleaños de su madre. (I)