Era la madrugada del 5 de septiembre y el aterrizaje de un dron en el techo del Centro de Privación de Libertad (CPL) No.3, conocido como cárcel La Roca, encendía las alarmas en este reclusorio considerado de máxima seguridad ubicado en el complejo carcelario de Guayaquil, en la vía a Daule, y en el que permanecen desde cabecillas de bandas consideradas como terroristas, exfuncionarios procesados por asociación ilícita y políticos, por delincuencia organizada.