José Luis Espinoza se baja de su camión y dice que en otros lugares, como Santo Domingo de los Tsáchilas, hacer eso (salir de la cabina) es prácticamente abrirles las puertas a los delincuentes.

“Ellos hasta parece que te están cazando, porque apenas sales ya otro está intentando subirse por la otra puerta o simplemente te encañonan y se llevan todo”, señala el hombre.

Y refiere que en los 25 años que lleva como transportista, nunca le había pasado que le roben tan seguido.

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“Es que una cosa es que yo le diga y otra que usted lo viva. Con decirle que antes parábamos en gasolineras o peajes a dormir, pero ahora ya no se puede hacer eso, nos roban, se nos llevan hasta las llantas. Ahora tenemos que hacer viajes directos de diez y quince horas sin parar en ningún lado”, agrega.

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Gustavo Chica, otro chofer, lo escucha con atención y comenta que eso no es nada, que a él, en Manta, mientras estaba esperando el cambio de un semáforo en la vía puerto-aeropuerto se le subieron dos personas con armas, lo obligaron a bajarse del camión y se llevaron cuatro toneladas de pescado.

Y eso que el carro iba con guardias en la parte de atrás. A ellos, otros delincuentes los lanzaron al suelo mientras sus cómplices se llevaban la carga.

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“Son momentos difíciles los que uno vive, porque te encañonan. Uno conduce con miedo, no sabe en qué momento empiezan los disparos para hacer parar el carro”, comenta Chica.

A él incluso lo golpearon y lo dejaron en el suelo mientras le apuntaban con un arma.

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Ambos (Chica y Espinoza) son conductores de camiones que transportan cargas desde el puerto de Manta hasta otras ciudades, como Quito y Guayaquil. Las llevan también a las mismas empresas pesqueras ubicadas en el área o en los cantones vecinos. Suelen salir con atún, granos, aceite y vehículos.

José Luis Espinoza retoma el diálogo y comenta que no se trata solo de la delincuencia, sino también de todas las normas que hay en las carreteras para controlar al transporte pesado. Eso los hace vulnerables a ser asaltados, cree.

“Por ejemplo, hay carreteras donde no podemos circular a más de 70 kilómetros por hora, incluso hay una en la vía a Nobol que está a 40 kilómetros. Eso nos hace presa fácil para los delincuentes. Además, hay vías en Los Ríos y Guayas que son muy peligrosas, pero, aparte de eso, tienen muchos baches y están oscuras”, explica.

Según la Cámara de Transportistas Pesados (Cetrape), entre 2023 y lo que va del 2024 hubo 240 asaltos o secuestros a conductores y ayudantes.

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Las carreteras más peligrosas son la Guayaquil-Quevedo-Santo Domingo, Guayaquil-Manta o las que llevan al Triunfo, Cuenca y Machala. La Quito-Santo Domingo-Esmeraldas es otra de las rutas peligrosas.

Pablo, conductor de un bus interprovincial de pasajeros, señala que en este año ya le han robado dos veces.

Él suele cubrir la ruta Manta-Guayaquil y en las dos ocasiones los asaltos fueron en la noche.

“Eran las diez de la noche y estábamos por llegar a Pedro Carbo cuando nos interceptaron en una camioneta. Uno de los delincuentes venía como pasajero y me puso un cuchillo en el cuello para que parara la marcha y abriera la puerta. Luego se subieron tres hombres más y nos desvalijaron a todos”, recuerda.

Pablo, quien prefiere proteger su identidad, cuenta que a más de robarle, algunos pasajeros fueron golpeados por los asaltantes.

Todo esto ocurría mientras a él le apuntaban con un arma y amenazaron con dispararle. Aún tiene una pequeña cicatriz que le quedó de aquel día que le pusieron el cuchillo en el cuello.

“Es que uno no se lo espera y lo que hace es asustarse y moverse, y casi se me hace una herida grande, pero fue leve nomás, eso fue lo único bueno”, señala.

Debido a todos estos hechos, los transportistas se habían convocado a “apagar los motores” durante dos días para exigir seguridad, pero la medida no se ejecutó. Ellos se mantienen en diálogo con el Gobierno. (I)