La sala es pequeña. Unos 2 metros de ancho por 6 de largo. Dos camillas de metal de 2 metros caben precisas en el lugar, allí colocan los cadáveres. Al fondo hay trajes desechables, una repisa, un anaquel con implementos de trabajo; las paredes del lugar son blancas, limpias; y hay en el ambiente un olor a formol, lo común para sitios como este; las mascarillas hacen lo que pueden.

“Venga, pase, póngase una mascarilla e ingrese, disculpe, nomás que todavía no terminamos de limpiar; el fin de semana tuvimos mucho trabajo”, dice Antonio Moreira mientras abre la puerta del área donde preparan los cadáveres. Él es uno de los dos tanatopraxistas de la funeraria Santa Marianita, en Manta.

El nombre parece complejo, pero es eso nomas, pura dificultad para pronunciar. El trabajo en sí, lo es mucho más.

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Personas como Antonio Moreira son quienes reciben los cadáveres en las funerarias y los alistan para velarlos. Les ponen formol, reconstruyen algunas partes del cuerpo, los maquillan, los visten; en fin, los preparan para la despedida.

Dos muertos y dos heridos en ataque a balas en una cancha de Montecristi

En Manabí, todos saben, que si mueres de forma violenta: asesinato, femicidio, golpes, o muerte dudosa, terminas en el centro forense de Manta, el único de la provincia. Allí, en estos tiempos violentos hacen lo que pueden con las víctimas que llegan de todos los cantones.

Sin embargo, cuando los cuerpos ya salen de este sitio, las funerarias continúan con el trabajo. Y por estos días hay mucho.

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En medio de la guerra entre bandas; entre disparos y masacres, es gente como Antonio Moreira la que hace que la muerte sea llevadera, que las familias aún vean el rostro del difunto tal y como lo conocían.

“El fin de semana estuvo terrible”, comenta mientras retira un ataúd de la sala de tanatopraxia. “Mataron a mucha gente, más de diez, creo, ojalá que la situación se calme”, agrega.

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En Manta se registraron muertes violentas este viernes.

En realidad es la dura realidad, solo desde el viernes hasta el domingo, en Manta asesinaron a catorce personas. Once el viernes en tres balaceras, una el sábado; a otro lo asesinaron el domingo en la parroquia Eloy Alfaro y el último que encontraron acribillado por la vía a la Refinería del Pacífico.

Un muerto y tres heridos en ataque registrado en Manta este domingo, 31 de marzo

“Él, el de la Refinería, llegó ayer (domingo), yo lo atendí”, expresa Antonio Moreira con una calma y normalidad adquirida con los años.

Luego que lo sacaran de El Aromo, el cadáver fue llevado a la morgue hasta que aparecieron los familiares. Después la funeraria lo fue a retirar. Antonio lo preparó, lo puso elegante, y se lo entregó a la familia.

Tardó unas dos horas y media. Ese es el tiempo promedio porque a más de ponerle formol hay que vestirlo y hasta peinarlo. Aunque ahora, dice, con los asesinatos cada día resulta más difícil tratar un cuerpo.

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Les disparan con fusiles y eso destruye las extremidades, cualquier parte del cuerpo. Lo peor es cuando les disparan en la cabeza, allí las reconstrucciones son más complejas, añade.

“Solo para que tenga una idea. En un cadáver de una muerte natural, de las que salen de los hospitales, yo solo demoro una hora y media. Con las muertes violentas, las que vienen del centro forense es distinto. Allí toca coser bien el cuerpo, arreglarlo, dejarlo presentable, pues”, explica y es imposible no imaginarlo en el oficio.

Suben a 10 los muertos en Manta por ataques ocurridos la noche del viernes

Es que la violencia cambia las rutinas. Los rituales de la muerte, por ejemplo, han cambiado. Cada vez hay menos personas que velan los cuerpos en sus casas o en las funerarias, dice Antonio Moreira. Ahora lo que prefieren es cremarlos, especialmente cuando los han asesinado.

“Esto ya se hace desde el año pasado, desde que los sicarios llegaron a una funeraria y le dispararon a todos los que estaban velando el cuerpo. Ahora, cuando son casos así, de muerte violenta, la mayoría de la gente prefiere cremarlos, por miedo de que vayan a matar a más gente”, expresa.

Este atentado, del que habla Antonio Moreira, ocurrió en mayo del 2023. Ese día cuatro personas fueron asesinadas en la sala de velación. Además, el sicario ingresó y le disparó al cadáver.

Y las escenas se repitieron después, unas dos veces más, en la parroquia Eloy Alfaro, en el mismo año 2023.

Desde entonces, las cremaciones son la mejor opción, aunque algunas lleguen a costar hasta $ 1.400.

“Imagínese que ahorita ya casi no velan a nadie. Los queman y las cenizas las llevan a la casa y allí la tienen en una esquina. Ya hasta los cementerios han quedado de lado”, comenta.

Hay un militar entre los fallecidos por ataques de sicarios en Manta

Los cementerios están llenos en Manta, al menos los municipales. La gente ahora recurre a los cementerios privados, donde un espacio cuesta hasta entre $ 5.000 y $ 7.000.

Sin embargo, los crímenes continúan. En lo que va del año, 70 personas han sido asesinadas en el Distrito Manta, que comprende también a Montecristi y Jaramijó. El último crimen se registró este lunes, al mediodía. Dos personas fueron asesinadas en Leonidas Proaño.

Y Antonio Moreira, que quería que la situación se calmara para darse un respiro. Las muertes han sido demasiadas estos días, señala. Han sido muchos cuerpos por preparar, mucho dolor en el rostro de madres y padres que suelen esperar los cuerpos en los exteriores de la sala de tanatopraxia.

“Créame que a mí se me parte el alma, tener que decirles que pasen a observar el cuerpo para que vean si así quedó bien, eso es doloroso”, expresa mientras se acomoda en una pequeña silla de la sala. “Uno también es padre y hasta niños me ha tocado atender, es imposible no llorar”, agrega.

Afuera, la gente camina vestida de negro. Entran y salen de una sala donde velan un cadáver. Hay tranquilidad, silencio de velorio. Es un muerto normal, de los que salen de los hospitales. En esas muertes aún se puede decir adiós como se debe. Algo raro en estos tiempos. (I)