Cassini-Huygens es el nombre de una misión espacial no tripulada que, desde 1997, explora Saturno –el planeta más hermoso del sistema Solar– así como sus maravillosos anillos y sus múltiples lunas. Está compuesta básicamente por la nave Cassini y por la sonda espacial Huygens, nombradas así, respectivamente, en honor al astrónomo italiano que descubrió la división entre los anillos de Saturno, y en honor al astrónomo holandés que descubrió la luna Titán en dicho planeta.

Esta misión ha tenido que realizar una suerte de “montaña rusa” por el sistema solar, utilizando a varios planetas a Venus en dos ocasiones, pero también a la propia Tierra y al gigante Júpiter como trampolines que le han dado el impulso necesario para llegar finalmente a su destino. Es así que el 1 de julio de 2004, después de casi 7 años de cohetes y asistencias gravitacionales de planetas, la astronave entró en la órbita de Saturno, convirtiéndose en el primer objeto humano en orbitarlo. Seis meses después, y separada ya de la nave, la sonda Huygens aterrizó en la luna Titán, lo que constituye el primer aterrizaje exitoso de una misión espacial humana en el Sistema Solar exterior.

Desde entonces, Cassini ha tomado las mejores y más impresionantes fotografías de Saturno, sus anillos y lunas. Pero Cassini no ha sido solo un excepcional camarógrafo: ha logrado estudiar la composición química y magnética de Saturno, ha determinado la estructura tridimensional y el comportamiento dinámico de sus anillos, ha analizado la composición de la superficie de sus satélites y la historia geológica de cada objeto, y hasta ha descubierto una nueva luna en ese planeta, hoy conocida como Aegaeon.

Sin embargo, quizás los logros más destacados e importantes de esta misión han sido los descubrimientos en dos lunas saturnales: Titán y Enceladus. En el aterrizaje en Titán se descubrió una geología y meteorología asombrosamente parecida a la terrícola; y en el 2009, a través de varios sobrevuelos, se descubrió que existían lagos y océanos en dicho satélite natural, cuya composición no es de agua –debido a las gélidas temperaturas de esa luna– sino de gas metano en estado líquido, lo que volvió a abrir un conocido debate entre los astro-biologistas: ¿puede existir vida basada en líquidos que no sean agua?

El descubrimiento en Titán se queda corto frente al descubrimiento estrella de la misión, realizado en Enceladus. Cassini descubrió que esta luna tenía un océano debajo de su congelada superficie, y este sí de agua líquida.

Pero el descubrimiento en Titán se queda corto frente al descubrimiento estrella de la misión, realizado en Enceladus. Cassini descubrió que esta luna tenía un océano debajo de su congelada superficie, y este sí de agua líquida. Esto no es todo: se confirmó además que, en ciertas partes de su agrietada superficie, se proyectaban colosales géiseres hacia el espacio sideral, formados por algo que parecía agua, hielo y gases. Luego de más de 20 sobrevuelos por encima de estos géiseres, los instrumentos de Cassini confirmaron que se trataba de vapor de agua, monóxido y dióxido de carbono, y otros materiales orgánicos. Además, estos constantes torrentes alimentaban de material a los propios anillos de Saturno. Lo más importante que se puede deducir de toda esta información, es que estos océanos subterráneos contienen, en principio, los elementos básicos para albergar vida.

Lamentablemente, todo tiene su final. Después de las dos exitosas prórrogas de la misión (cuyos objetivos primarios se alcanzaron ya en el 2008), factores técnicos y financieros determinan la necesidad de llegar a un cierre. Con este objetivo, la NASA ha ideado un épico final –un grand finale, como ellos lo han llamado– consistente en la autodestrucción controlada de Cassini. Para no provocar contaminación en las lunas de Saturno, cuyos ecosistemas podrían llegar a ser potencialmente habitables, sobre la base de los hallazgos antes mencionados, Cassini ahora tendrá que realizar una acrobática maniobra para orbitar 22 veces entre el pequeño espacio que existe entre Saturno y sus anillos. Esta serie de movimientos, que empezaron precisamente el pasado 26 de abril, llevarán a que el 15 de septiembre de 2017 Cassini se consuma en la atmósfera del gigante planeta gaseoso.

Esta maniobra final permite, además, un último experimento científico: tomar muestras de partículas de los anillos más internos de Saturno. Mientras su fuselaje lo permita, Cassini enviará a la Tierra los últimos datos sobre la composición química y la presión atmosférica saturnales, y las fotos más cercanas que se hayan tomado de este planeta. Un final conmovedor y digno para una misión épica.(O)