Gorki escribió en La madre, novela que refleja dolor, rabia, esperanza, amor por el pueblo, sobre los hombres que, extenuados por su trabajo, se embriagaban fácilmente y buscaban una salida.

¿A qué buscaban una salida esos pechos enfermos? A su mísera situación. Rusia estaba gobernada por la autocracia del zar, que hacía creer a sus súbditos que Dios lo había puesto en el trono. El país tenía un escaso desarrollo económico, apenas industrializado y predominantemente agrícola. Casi la mitad de sus acciones eran del capital extranjero. El 85% de la población vivía en el campo. La tierra estaba en manos de la gran nobleza. Los siervos, liberados en el siglo XIX, fueron a las ciudades y a la fuerza se convirtieron en obreros. La mayoría de los habitantes era ignorante y estaba subalimentada. Salarios exiguos, hacinamientos en las fábricas, donde laboraban hasta 14, 15 y 18 horas diarias, a pesar de que en 1897 el tope era de 11,30.

Los no hartos se cansaron de los hartos y en 1905, tras la derrota rusa en la guerra contra Japón, aun confiando en el zar, pidieron reformas, pero recibieron bala y murieron 200. El zar crea la Duma, el parlamento, y la elimina cuando volvió la calma al país. El torpe Romanov jugó con fuego: se sublevaron los campesinos y los soldados se amotinaron.

En 1914, las disputas de las grandes potencias provocan la primera guerra mundial. La socialdemocracia, distrayéndose de las reivindicaciones populares, apoya a sus burguesías nacionales y el socialismo no. Después, vacía nuevamente de tales reivindicaciones, aquella respaldaría la paz. Millones de muertos, una Rusia desangrada, hambrienta y más pobre. En febrero de 1917 se instala un gobierno provisional reformista, después de la abdicación del zar, asustado por la manifestación de las mujeres de Petrogrado, por las huelgas, por el grito de “Abajo la guerra”, “Abajo la autocracia”. Con el gobierno, los Consejos de obreros y campesinos también ejercen poder.

El entusiasmo era inmenso. Dice Marc Ferro, historiador francés: “En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a aprender las bases del futuro derecho obrero; en Odesa, los estudiantes dictan a sus profesores el nuevo programa de historia de las civilizaciones; en Petrogrado, los actores sustituyen a su director de teatro y exigen el próximo espectáculo; en el ejército, los soldados invitan al capellán a sus reuniones para que dé sentido a sus vidas; incluso los niños menores de 14 años reivindican el derecho de aprender boxeo, para hacerse escuchar de los mayores. Era el mundo al revés”.

Y es que el poder soviético, instalado en octubre de 1917, al principio casi sin ruido, esperado y deseado por la población, cometió graves errores contra la democracia, violando libertades básicas de la gente común, que hicieran que Gorki exclamara: “Los bolcheviques han tomado el poder por sí mismos, no por los sóviets. Una república oligárquica”.

El gobierno provisional expidió algunas buenas reformas, como la abolición de la pena de muerte, la libertad de prensa, reunión y conciencia. Pero no era suficiente y recrudece la controversia ideológica entre los partidos que apostaban por el cambio, de lo que había que hacer y cómo hacerlo. Sostiene Rosa Luxemburgo, asesinada en Alemania por los voluntarios de la contrarrevolución, que la clase obrera rusa reabrió la vieja herida infligida a la burguesía de Francia, en la Comuna de París de 1848, cuando por 72 días tomó el poder y fueron muertos entre 10.000 y 20.000 de sus miembros. Decenios –agrega– le tomó, para adquirir conciencia de clase, a diferencia de la burguesía, que desde entonces “empezó a odiar al proletariado”. Los bolcheviques, sostiene la revolucionaria alemana, son herederos históricos de los niveladores de la revolución inglesa de 1642 y de los jacobinos franceses, que profundizaron en sus luchas. Mas critica su negación de la libertad, no como respuesta al momento de crisis por la guerra, el boicot y la ocupación de su territorio por 14 países, que pretendieron ahogar la revolución, apoyando al terror blanco, sino por la permanencia de ese discurso.

Y es que el poder soviético, instalado en octubre de 1917, al principio casi sin ruido, esperado y deseado por la población, cometió graves errores contra la democracia, violando libertades básicas de la gente común, que hicieran que Gorki exclamara: “Los bolcheviques han tomado el poder por sí mismos, no por los sóviets. Una república oligárquica”.

Sin embargo, es innegable lo que ese poder hizo en poco tiempo, recuperándose paulatinamente con sacrificios, de siete años de golpes: Por ejemplo, alfabetizó a 50 millones de personas, mitad de la población, reconoció derechos a las mujeres, llegó a tener la higiene social más efectiva del mundo.

“Unión Soviética, si juntáramos toda la sangre derramada en tu lucha, todo lo que diste como una madre al mundo para que la libertad agonizante viviera, tendríamos un nuevo océano, grande como ninguno, viviente como todos los ríos, activo como el fuego de los volcanes araucanos. En este mar hunde tu mano hombre de todas las tierras, y levántala después para ahogar en él al que olvidó, al que ultrajó. Al que mintió y al que manchó, al que unió con cien pequeños canes del basural de Occidente para insultar tu sangre, madre de los libres”, escribió Pablo Neruda.

¿Qué espacio y modalidad deben tener hoy las revoluciones? (O)