Es plausible la iniciativa del Banco Nacional de Fomento de condonar intereses y algunos gastos judiciales de los préstamos vencidos por hasta veinte mil dólares, con el propósito de regularizar la situación de morosidad de estas operaciones, pero lo más importante es la decisión de reestructurar el saldo de capital que quedaría pendiente después de la condonación, porque eso apunta a la reactivación de la actividad que fuera financiada y que perdiera capacidad de pago.

Por supuesto que esta práctica mejorará también la calificación de la cartera del Banco y su posición patrimonial, beneficiando su valoración para las negociaciones finales en su proceso de liquidación, y eso está bien porque contribuye al saneamiento del sistema financiero nacional.

Aprovechando la emoción del aplauso quisiera también ofrecer un par de ideas que buscan sumar beneficios a este meritorio empeño: mi propuesta pretende la correcta conformación de los flujos de pago, pues el objetivo de toda reestructuración es abrir la posibilidad para que el beneficiario pueda cubrir a tiempo sus obligaciones y no solo posponer su colapso hasta reencontrarse con la misma incapacidad para pagar. Para que esto último no ocurra se debe identificar primero la capacidad de generación de ingresos del cliente reestructurado, y que el flujo de los pagos se establezca como una respuesta coherente y relacionada en forma paralela y por debajo del flujo de los ingresos proyectados.

Cualquier actividad productiva que haya sufrido un descalabro y se intente rehabilitar, siempre volverá a obtener ingresos con una tendencia incremental, es decir que la curva que refleja sus ingresos tendrá una tendencia de menor a mayor, y el tiempo necesario para estabilizar sus ingresos dependerá de la actividad. A pesar de esta realidad, la actual normativa de la banca establece un mismo valor de pago desde el primer vencimiento y por todo el plazo establecido, por ejemplo un valor de cien, mientras el cliente y su actividad rehabilitada generarán ingresos que empezarán posiblemente en cuarenta e irán creciendo poco a poco hasta alcanzar los cien en tres o cuatro ciclos productivos, que en agropecuaria pueden medirse en igual cantidad de años. Esta situación de incoherencia entre los ingresos y las obligaciones deriva en incapacidad de pago, pero no por falta de voluntad del cliente sino por la equivocada conformación de los flujos que establece la banca para designar los valores a pagar.

Las reestructuraciones funcionan y son beneficiosas siempre y cuando se apliquen términos y condiciones que favorezcan a todos los protagonistas: El banco mejorando la calificación de su cartera y una recuperación oportuna de los préstamos reestructurados, y los clientes con la recuperación de su capacidad de pago y la rehabilitación efectiva de su actividad.

Este sistema de identificar primero la capacidad de generación de ingresos antes que formular el flujo de pagos, permitiría incluso conceder nuevos préstamos a los mismos clientes reestructurados para que pudieran rehabilitar la actividad antes abatida; para eso sería imprescindible la elaboración de un perfil técnico y económico por cada proceso de reestructuración, con el fin de calificar su viabilidad o un posible sobreendeudamiento e imposibilidad de reactivación.

Vale destacar que identificando la capacidad de pago según lo propuesto, el programa de reestructuración se podría aplicar a la mayoría de préstamos con problemas de pago, sin tener que limitar su aplicación a montos preestablecidos. (O)