La palabra drone en inglés tiene varias traducciones. Así, drone puede referirse a un zumbido o ruido continuo que no cambia de tono. También significa zángano, la abeja macho de una colmena o panal cuya función principal es fecundar a la abeja reina. Una tercera acepción ha sido traducida al español como dron y significa aeronave no tripulada. Entre los que se puede distinguir los piloteados con mando a distancia y las aeronaves autónomas.

De esta última acepción podemos distinguir varios usos o aplicaciones que van desde la recolección de información topográfica y cartográficas, hasta su aplicación en cine y televisión. Desde operaciones de rescate y salvación de personas, hasta transporte y entrega de mercancías. Muchas más se desarrollan conforme se adaptan los nuevos avances tecnológicos en materia de estas aeronaves a los distintos ámbitos profesionales, ocupacionales y necesidades. Pero la más reciente incursión venezolana ha sido en la política.

El uso de los drones en operaciones militares no es nuevo. Pero intentar sustituir la acción política para forzar una transición a la democracia por la intervención de drones es un extremo llamativo, en el que se entrelazan las tres acepciones del término en inglés antes señaladas.

En primer lugar, porque la política a través de drones es una política sin caras, sin responsables, manejada a distancia, que pretende sustituir a los políticos por la tecnología y la inteligencia artificial. La política a través de drones en ese sentido es un nuevo triunfo de la antipolítica, según la cual en política y sociedad cualquier cosa sirve, menos los políticos.

Pero la verdad es que la antipolítica es ante todo un zumbido, un ruido monótono y repetitivo que sobrevuela para interferir, entorpecer y distorsionar la misma política, y que la mayoría de las veces tiene por objeto el ascenso al poder de círculos que se atribuyen las virtudes perdidas u olvidadas por los políticos tradicionales.

En ese sentido, la antipolítica como zángano espera el momento del vuelo de fecundación o vuelo nupcial de la abeja reina, para sembrar y cosechar sobre los frutos y esfuerzos de otros.

El atentado del pasado 5 de agosto contra el presidente venezolano Nicolás Maduro es ante todo el triunfo de la desconfianza generalizada y la antipolítica, y el principal beneficiario de esa victoria es el propio Gobierno.

En primer lugar, porque profundiza la desconfianza y la antipolítica, principales aliados del chavismo-madurismo. En segundo, porque sepulta por completo los escenarios de transición democrática guiada por partidos y líderes políticos, y consolida la idea de una transición liderada por militares.

En tercer lugar, el atentado sirve para justificar mayor represión y radicalización. Para encarcelar a más políticos, ilegalizar más partidos, así como para generar mayor temor en la población, para inhibir cualquier intento de organización social amplia.

Finalmente, el atentado le sirve al Gobierno para limar asperezas y cohesionar internamente al chavismo-madurismo. En la tarima del acto del 4 de agosto se encontraba no solo Maduro sino también representantes de los otros poderes, así como el sector militar en pleno. (O)