Reflexiones y propuestas

Las redes sociales más allá de sus aspectos positivos y negativos, son una realidad insoslayable, que debe ser tomada en cuenta si queremos analizar con alguna seriedad el entorno comunicacional actual. El desarrollo de las diferentes tecnologías ha generado cambios tales, que a ratos parecería que estamos frente a un mundo que no es aquel que conocíamos y en el que construimos nuestras estructuras. El gremio del transporte, y el del taxismo, en particular, se ha visto transformado por el aparecimiento de un par de aplicaciones como Uber y Cabify, por ejemplo. El sector hotelero está amenazado en su propia existencia por el aparecimiento de estructuras paralelas como Airbnb, y qué decir de las pobres agencias de viajes, cada vez menos utilizadas gracias a aplicaciones como Booking o E-Dreams. El intercambio de información que en la Edad Media se hacía en la barbería o la taberna del pueblo y que a partir de la invención de la imprenta se confió a los periódicos, hoy tiene a las redes sociales, y Twitter en especial, como actores privilegiados. El desarrollo de los teléfonos celulares, que ahora en su totalidad incluyen cámaras de foto y video de alta resolución, ha convertido a cada ciudadano en un potencial reportero y las redes son la plataforma ideal para la difusión de todo este material, para satisfacción de la sed de información y morbo de la masa consumidora y participante.

Producto de este fenómeno, los usuarios de Twitter vimos horrorizados las imágenes de tres personas linchadas por una turba sanguinaria en Posorja, parroquia rural y bastante pobre del cantón Guayaquil. Dos hombres y una mujer, falsamente acusados de intentar secuestrar a unos niños, por la persona a quien momentos antes habían robado un celular y doscientos dólares, fueron golpeados hasta la muerte por un populacho enardecido y ávido de sangre. Las redes sociales explotaron inmediatamente, el video se volvió viral y más de uno se solazó con este hecho, en demostración de que la podredumbre y miseria ética se encuentran latentes en un buen segmento de la sociedad. ¿Por qué pasó esto? ¿En qué fallamos como sociedad para que estos eventos sucedan cada tanto, teniendo en cuenta que este no es un hecho aislado y que en los últimos años se han producido al menos una docena de acciones parecidas? ¿Qué hace que un grupo de personas actúe no como pueblo, sino como populacho y asuma la prerrogativa de matar a otros ciudadanos sin permitirles oportunidad alguna de defensa? Más aún, ¿qué mueve a personas con alguna instrucción formal, a considerar como aceptable y hasta plausible que se aniquile a otros?

Tres personas con antecedentes penales por diferentes delitos fueron detenidas al momento de robar bienes de menor cuantía a una cuarta y momentos después, linchadas y lapidadas frente a la propia policía. ¿Debieron actuar los agentes del orden de forma más enérgica? Posiblemente, aunque teniendo en cuenta las circunstancias y el ataque de una muchedumbre armada incluso con bombas incendiarias, resulta poco serio emitir criterios al respecto. La sensación de inseguridad de la ciudadanía es evidente y esto sin duda, tiene un fuerte componente político y mediático. Si vemos los noticiarios, parecería que basta dar un paso fuera de casa para ser inexorablemente atacado por la delincuencia. La magnificación de los delitos que se cometen, especialmente los más sangrientos, hace que el supuesto problema de inseguridad sea sobredimensionado y que el discurso defensista sea el núcleo del debate político. El cuerpo normativo respecto del que se han presentado mayor cantidad de proyectos de reforma es el COIP, y casi en su totalidad bajo la lógica de incluir nuevos tipos penales, agravar las penas en los ya existentes y reducir o eliminar garantías procesales. Los delitos de mera subsistencia, como el microtráfico de sustancias prohibidas o pequeños atentados contra la propiedad, son paradójicamente los que mayor temor generan a la colectividad y se ha construido un imaginario social tal, que el colectivo siempre estará más proclive a linchar a un ladrón de celulares que a un empresario que cometa estafas masivas.

En el escenario descrito, obviamente la poca o ninguna confianza en nuestra administración de justicia es un factor que no puede desconocerse. La sensación socialmente generalizada de contar con operadores judiciales corruptos y poco fiables, generada a lo largo de décadas, contribuye al aparecimiento esporádico de episodios de venganza privada como el de Posorja, en los que la irracionalidad y el desprecio por el derecho son los grandes vencedores. Lo peor es que con el aplauso de muchos. (O)

 

La magnificación de los delitos que se cometen, especialmente los más sangrientos, hace que el supuesto problema de inseguridad sea sobredimensionado y que el discurso defensista sea el núcleo del debate político.