Tomó las señas y no la palabra. Michelle Bolsonaro, la esposa de Jair, el Trump de Sudamérica, en la toma de posesión intentó hacer ruido en el silencio con el lenguaje de los sordos.
“Me dirijo a las personas con deficiencias y a todos aquellos que se sienten olvidados: serán valorizadas y sus derechos serán respetados”, gesticuló Michelle, de 38 años, quien se ha dado a conocer en los últimos meses por su trabajo en favor de los deficientes auditivos.
Cerca de 45,6 millones de brasileños declararon en el último censo tener algún tipo de discapacidad, lo que supone el 24% del total de la población del gigante sudamericano.
La ONG Human Rights Watch asegura que la discapacidad en Brasil se aísla en “centros especializados” donde las personas con algún tipo de discapacidad, por falta de presupuesto, viven unas situaciones delicadas, en las que no reciben los cuidados necesarios.
La falta de atención a este grupo es un mal que reina en América Latina, donde la prevalencia de discapacidad es del 5,1% en México, mientras en el Caribe el rango oscila entre el 2,9% de Bahamas y el 6,9% de Aruba.
En total, cerca del 12% de la población latinoamericana y caribeña viviría con al menos una discapacidad, lo que involucra aproximadamente a 66 millones de personas, según distintas fuentes estadísticas.
Los retos siguen siendo enormes en Brasil, un país que ha sido sede de los Juegos Paralímpicos. Michelle Bolsonaro, que lleva el nombre Jair tatuado en la parte inferior de su muñeca, llamó la atención en la investidura de su marido, 25 años mayor que ella: escogió un vestido rosado brillante ceñido al cuerpo, con escote barco y falda 3/4, y se paró en la explanada del Palácio do Planalto para hablar alto de inclusión.
Los que han estado cerca califican a la mujer de Bolsonaro como discreta y de profundas convicciones religiosas, se dejó ver poco en campaña pero ahora se presenta como una abanderada de una causa social importante, como es el sector de los discapacitados.
Ojalá el discurso de Michelle no se quede en señas sino en acciones. Me dio buena sensación esa primera dama, tercera esposa de un personaje tan controversial al que conoció cuando era secretaria del Congreso y él era diputado.
Arranca así la era de un ultraderechista, calificado de racista, homófobo y defensor de la pena de muerte, que en su posesión se refirió a la familia, religión, autodefensa y combate al socialismo.
Bolsonaro vendió su imagen de solución para un Brasil inseguro y corrupto en un discurso que trascendió y que lo llevó a ocupar la Presidencia. Su mujer ahora también entusiasmó. Que haya recuperación y bienestar en ese país del que muchos dependemos, como dijeron en campaña los Bolsonaro en palabras e idioma de libras: “Brasil por encima de todo y Dios por encima de todos”.
(O)