Fue el pasado 31 de diciembre, en decenas de barrios de la turística Cuenca, la oportunidad perfecta para hacer un inventario de los pasajes más traumáticos, graciosos o contradictorios de la política local y también de la nacional.

Fue una especie de rito consumado en el fuego, que sirvió para purgar aquellos actos de los que el humor cáustico y la sátira implacable de los lugareños se encargaron de caricaturizar no solo por diversión, sino por el anhelo y la esperanza de que este sea un año mejor. ¿Dije esperanza?

El personaje central en casi todos los barrios que se animaron a atender la invitación de un gremio de periodistas y de un club con muchos años de vigencia para participar en este concurso de diversión y purga fue el político. Y entre ellos el presidente Moreno se llevó todas las palmas. ¿Dije presidente?

Bueno: hubo tiempo para lo de los combustibles, la evidente ralentización del papel ejecutor del Gobierno en todos los territorios de la patria, los viajes por los confines del mundo, las ofertas de campaña, las decisiones y la cirugía mayor a la corrupción. ¿Cirugía?

Pero también hubo espacio para señalar directo y sin contemplaciones las pretensiones de las autoridades locales por reelegirse u ocupar nuevos cargos administrativos: concretamente a Marcelo Cabrera y a Paúl Carrasco, sobre quienes recayó “toda la ira soberana” convertidos en monigotes, pirotecnia y fuego purificador.

El tranvía, un complejo proyecto vial que ya va por su cuarto año de retraso, sigue sin entrar en funcionamiento, pero que se lo promociona electoreramente solo porque terminaron de plantar las rieles sobre las que los cuencanos aspiran algún día verlo recorrer o prestar algún servicio. ¿Dije servicio?

Pero lo que más esfuerzo le tomó desaparecer al fuego ritual fue el cinismo con el que Carrasco busca ahora ser alcalde de Cuenca: sale de una prolongada administración del gobierno provincial mediante la cual ha buscado proyectarse a la Presidencia de la República con altísimos costos económicos para el erario, como la cumbre Hambre Cero (más de dos millones de dólares invertidos en dos días), o un festival de cine que incluyó conciertos (a cambio del consumo de dos fundas de leche) de Miguel Bosé. Del informe de Contraloría, sobre todo del dinero invertido en este tipo de “obras”, me referiré en otro espacio. ¿Dije obras?

También este inventario ciudadano fue la oportunidad para estrenos políticos con miras a las nuevas elecciones, como la del campeón olímpico Jefferson Pérez, quien ha decidido correr, no marchar, en las próximas elecciones seccionales para la Alcaldía de la ciudad.

Y no será el único espacio de liberación para los ciudadanos, pues el próximo domingo se reeditará el concurso de Comparsas del 6 de enero, la mayor manifestación pública –luego del Pase del Niño Viajero– que experimentan los cuencanos paseando con humor creativo lo que el fuego no logró llevarse al finalizar el año.

Esta tradicional fiesta paraliza la ciudad, expone lo mejor de la creatividad artesanal, pero sobre todo es una lección, una válvula de escape para los cuencanos indignados. Y si algo el humor mordaz no logra llevarse, de seguro que los ciudadanos no abandonarán las calles. Y allí sí, nada será en broma.

(O)