En este mes se cumplieron dos años de asunción al poder de Lenín Moreno, en medio de críticas de unos y aplausos de otros, coincidiendo los dos grupos en que la deriva asumida por el actual Gobierno no es ni remotamente la que se esperaba cuando triunfó en las elecciones.

Para los seguidores de Rafael Correa, la victoria electoral de Moreno era el preludio de un gobierno de transición entre una década correísta y otra del mismo talante. Cuatro años de tutelaje, en los cuales una marioneta apoltronada en Carondelet iba a ser manejada por las hábiles manos que hicieron y deshicieron en la ‘Década Ganada’. Porque Moreno para los ojos del correísmo en 2017 era solo eso, un títere que por su condición física e inferior formación académica, debía aparecer en aquellos actos netamente protocolarios y luego de un par de sonrisas y el infaltable corte de cinta, desaparecer de la escena y dejar que los que realmente sabían, tomen las decisiones importantes.

Aún con un apretado margen y con fuerte tufo a apagón informático, el triunfo de Alianza PAIS aseguraba a sus seguidores una prolongación de ejercicio arbitrario de poder, de control de los órganos de supervisión y sobre todo, de manejo a antojo de la justicia. ¿Qué podía salir mal? Pólit en Contraloría, Baca Mancheno en Fiscalía, Jalkh en el Consejo de la Judicatura y Pamela Martínez como timonel nada más ni nada menos que de la Corte Constitucional. El Dream Team revolucionario a cargo de las más altas instancias de control y justicia. Las diferencias iniciales, más de forma que de fondo, fueron subsanadas con abrazos y con fotos; sin embargo, la temperatura del conflicto interno continuó al alza. El acercamiento de Moreno a las organizaciones indígenas, sindicales y de sociedad civil fue inmediatamente denostado por Correa, para quien en su maniqueísmo cualquier manifestación que no sea de adhesión total, constituía claro signo de oposición y enfrentamiento. “El que no está con nosotros, está contra nosotros” había dicho el líder de la ‘revolución ciudadana’ en varias oportunidades, haciendo gala de una perspectiva política en blanco y negro, que solo reconocía dos categorías: vasallos y enemigos.

Los indultos a varios de los perseguidos por la justicia correísta fueron calificados como traición por quienes veían a la voluntad de Correa como fuente de derecho, tal como en su momento lo hiciera Carl Schmitt con Hitler, en el Nacionalsocialismo. Si el líder los quería presos, pues eso era lo justo, lo legítimo y lo que debía respetarse. ¿Quién era Moreno para contradecir los designios del todopoderoso Rafael? Y así se inició el camino a la recuperación democrática, con muchos aciertos y bastantes errores, sin duda, pero con una clara dirección hacia la recuperación de derechos.

El llamado a consulta popular en el que el depositario de la soberanía se pronunció por un cambio de institucionalidad, fue uno de los puntos de inflexión, producto del cual y bajo el timón de Julio César Trujillo, se generó una nueva institucionalidad bastante mejor y más independiente que la anterior. Posiblemente no todas las autoridades sean de nuestro agrado o las que podríamos considerar como ideales, pero cualquiera con dos dedos de frente y sin fanatismos políticos, coincidirá en que la actual Corte Constitucional es de un nivel académico y jurídico infinitamente superior a las que le precedieron o que los actuales Consejo de la Judicatura y Fiscalía nos garantizan estándares de independencia mucho más altos que los anteriores.

Que hay errores, sin duda y muchos. Nuestra justicia dista todavía de estar en los niveles de independencia que serían de desear y basta la admonición hecha por Moreno a la Corte Constitucional en su mensaje del 24 de mayo para darnos cuenta de que nuestros gobernantes todavía no tienen claro que para la subsistencia de un Estado democrático, la adecuada división de funciones es un tema de obligado recaudo.

El abuso de la prisión preventiva, aun cuando no en los niveles del correísmo, continúa en boga y las prisiones rebosan de personas hacinadas en cárceles mal diseñadas y mal construidas. Son verdaderas bodegas humanas, máquinas de picar carne que funcionan a todo vapor y cada día cuentan con más materia prima. Obviamente el hacinamiento y la precarización han multiplicado exponencialmente los índices de violencia a lo interno y cada semana vemos cómo se producen ataques y asesinatos con niveles de violencia demenciales.

En lo económico la cosa no va nada bien y en lugar de reducir el gasto público y la carga tributaria a los contribuyentes, se ha apostado por el endeudamiento agresivo y la eventual precarización laboral. Los años que se vienen son muy duros, pero sin duda alguna, un ambiente de mayor libertad siempre será más propicio para el desarrollo que uno que niegue derechos y garantías.

(O)

 

Aún con un apretado margen y con fuerte tufo a apagón informático, el triunfo de Alianza PAIS aseguraba a sus seguidores una prolongación de ejercicio arbitrario de poder, de control de los órganos de supervisión y sobre todo, de manejo a antojo de la justicia.

¿Qué podía salir mal?