Por diez años el expresidente de Ecuador Rafael Correa estableció un régimen que de acuerdo con muchos politólogos podría llamarse una dictadura socialista. La censura, represión y odio fueron los ingredientes principales para descomponer la democracia ecuatoriana.

Luego de este fatal episodio, donde cabe acotar que nuestra deuda pública creció exponencialmente, nuestra balanza comercial no petrolera fue negativa y aumentó la pobreza, Correa sin chistar se marchó a Bélgica para también escapar de la justicia. Fue así como el presidente Moreno recibió una administración no solo endeudada, sino también una sociedad sumamente fragmentada.

Por esta y otras razones, reformas económicas tuvieron que ser introducidas en días pasados, ya que el país no daba para más desmesura. Dentro de las principales intenciones de estas medidas se encontraban recuperar la credibilidad frente al FMI y alcanzar una verdadera salud económica.

Al deshacerse de las medidas paternalistas que alimentaron los egos y bolsillos de miles de oportunistas y mafias por tanto tiempo, Correa con el apoyo enfático de Maduro promovió revueltas sociales, que no pueden ser llamadas protestas por su carácter violento, que amenazan la institucionalidad del país. Hace dos semanas comunidades indígenas decidieron sumarse a las protestas, pero producto de la infiltración de inteligencia cubana y venezolana, estas se tornaron más violentas y desproporcionadas.

El gobierno fue forzado a trasladarse a Guayaquil, para no comprometer su operatividad. En días siguientes sin ningún objetivo en particular, los indígenas ocuparon la Asamblea Nacional. Sin mayor victoria fueron removidos por las fuerzas del orden. En aras de recuperar la paz y el Estado de derecho, el presidente Moreno declaró estado de excepción y dialogó con los representantes indígenas.

Pero todos estos operativos fueron arduamente planeados. Las estrategias para desestabilizar al gobierno actual son parte de una agenda que comparten muchos expresidentes, algunos ya procesados, de nuestra región.

El pasado 9 de octubre, audazmente Correa dio una rueda de prensa en el Parlamento Europeo invitado por eurodiputados comunistas. En ella comentó su disposición para regresar a Ecuador en calidad de candidato, a pesar del sinnúmero de procesos judiciales en su contra, por corrupción durante su administración. Bueno, no se pierde nada soñando, ¿no?

Hoy más que nunca recomendaría a Moreno leer uno de los clásicos de la política, El príncipe, de Maquiavelo. La intención de este libro es enseñar a los “príncipes” a aferrarse al poder. Esta debe ser la principal motivación para que el presidente logre sacar a la sociedad ecuatoriana de esta crisis, a pesar de hacer concesiones ante las presiones de los grupos indígenas.

Moreno se puede permitir pagar el alto precio de ser temido antes que amado. Él no será candidato en las próximas presidenciales. Los grupos antidemocráticos que han venido a desestabilizar Ecuador y a recuperar el poder para quien tanto daño nos ha hecho deben encontrarse frente a frente con el poder del Estado.

Escribo estas líneas no para mis compatriotas, porque nadie mejor que ellos para contar esta realidad. Lo hago con la mera ilusión de que estas lleguen a manos de los medios internacionales y así se comience a desenmascarar a los actores que no permiten que Ecuador progrese. (O)