Los cometas son cuerpos celestes que, por su forma y brillo, siempre han resultado muy atractivos para los seres humanos: desde el famoso cometa Halley, que regresa a la Tierra cada 76 años y que ha maravillado a tantas generaciones y sociedades a lo largo de nuestra historia, hasta el más reciente cometa Hale-Bopp, cuyo acercamiento a nuestro planeta fue la excusa que una secta religiosa utilizó para concretar, en 1997, el mayor suicidio colectivo que se haya registrado en los EE. UU. Pero, sin perjuicio de las fabulaciones o presagios que algunos seres humanos puedan construir acerca de los cometas, por ignorancia o delirio, lo cierto es que estos no son más que grandes bolas de hielo, polvo y roca que se derriten cuando se acercan a una estrella, lo que produce su característica estela semejante a una cola.

Hasta ahora, todos los cometas observados a lo largo de la historia habían provenido de nuestro propio sistema solar. Por ello mismo podíamos observarlos desde la Tierra: porque la mayoría, después de un determinado tiempo, regresaban al Sol. Pero, recientemente, se ha descubierto la existencia de 2 cometas muy especiales, el 1I/Oumuamua y el 2I/Borisov. Estos cuerpos celestes son diferentes a todos los anteriores porque no provienen de nuestro sistema solar (es decir, no giran alrededor del Sol) y porque, hasta donde se sabe, podrían provenir incluso de otra galaxia. Se piensa que se habrían originado en otro sistema solar hace billones de años y, luego, habrían sido expulsados en una vorágine gravitacional que, desde entonces, los habría mantenido congelados en el tiempo por más de 100 millones de años, navegando en línea recta por el abismo del Universo.

El primero de estos visitantes fue descubierto a finales del 2017, cuando ya estaba saliendo del sistema solar. Por su forma, velocidad y trayectoria se pudo determinar que no provenía de nuestro vecindario cósmico; esta rareza generó especulaciones sobre la posibilidad de que se trate, más bien, de una sonda espacial enviada por vida inteligente extraterrestre, lo que fue rápidamente desmentido por los científicos que lo descubrieron, quienes aseguraron su origen natural. Al ser el primer cometa observado que procede de fuera del sistema solar, se le antepusieron las siglas 1I (primer objeto interestelar) a su nombre Oumuamua, que significa “explorador” en hawaiano (pues el telescopio y los científicos que lo divisaron provienen de Hawái). Por su parte, el segundo objeto interestelar fue descubierto por un “cazador de cometas” llamado Gennady Borisov en agosto del 2019. El 2I Borisov llegó el 8 de diciembre al Sol y hará su paso más cercano a la Tierra este 28 de diciembre de 2019. Así que, si tienen un telescopio, tendrán la oportunidad de ver el fuego pirotécnico más majestuoso de todo el feriado.

Ambos cometas, por su velocidad y trayectoria, no quedarán atrapados por la influencia gravitacional del Sol, como están todos los planetas y cometas que conocíamos hasta ahora; pasarán fugazmente y por una sola vez, para luego abandonarnos definitivamente. Será otra estrella, quizás más masiva, la que los capture en su órbita.

Se estima que han existido y existen muchos de estos objetos interestelares que visitan nuestro vecindario en el cosmos, trayendo un baúl de recuerdos sobre la composición química de otras estrellas y sobre el origen del Universo; sin embargo, lo interesante de estos dos nuevos cometas es que, sin ser los primeros objetos que provienen de fuera del sistema solar, sí son, en cambio, los primeros que los seres humanos hemos podido divisar. Dos visitantes interestelares que bien podrían haber sido utilizados por Douglas Adams en su legendaria Hitchikers Guide to the Galaxy como sendas rutas “transgalácticas” entre el Restaurante del fin del Universo y el lugar donde se estaba preparando la pregunta para su famosa respuesta: 42. (O)