Un vendaval de críticas recibió la semana pasada la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri, tras la publicación de un reportaje de diario Expreso en el que se denunciaba el aumento de funcionarios de alto nivel en el aparato municipal. Un canal de televisión, haciéndose eco del reportaje de Expreso, presentó la noticia, sin más, bajo el título Municipio obeso. El propio periódico encuadró su reportaje en la idea de que “Viteri no ha tenido reparos en abultar la nómina”.

Detrás del vendaval se deslizan dos temas clave: por un lado, el aumento injustificado de funcionarios en los siete meses de gestión de Viteri; y por otro, la intransigente defensa, desde ciertos círculos guayaquileños, del modelo de gestión implantado por Jaime Nebot.

La idea de un piponazgo municipal devuelve a los guayaquileños a los aciagos años de una Alcaldía convertida en fuente de empleo para una gigantesca clientela partidaria. Una verdadera pesadilla que azotó al Municipio en la época del dominio bucaramista. Si bien Viteri ha señalado que el aumento de funcionarios mantiene el esquema 85/15 (la distribución del presupuesto entre inversión y gasto corriente), sorprende ciertamente tanta contratación en cargos de alto nivel. Desde mayo se han contratado 127 nuevos funcionarios, 70 de los cuales corresponden a niveles jerárquicos altos, con sueldos superiores a 4000 dólares. Creció el número de coordinadores departamentales (de 70 a 92), asesores (de 19 a 35), jefes departamentales (de 120 a 133) y se produjo una explosión de nuevos secretarios (de 87 a 148). La clientela personal de Viteri enquistada en el Municipio, porque nada parece justificar tantas nuevas contrataciones frente a los nuevos programas municipales, que son dos: inclusión social y mujer. En términos globales, las nuevas contrataciones no alteran la relación 85/15 –incluso mejoró un poco a favor de inversión– pero eso se debe a un aumento del presupuesto para el 2020 de 56 millones de dólares.

Viteri huyó de la prensa toda la semana pasada, sin dar una explicación ni responder a las preguntas de Expreso. Su actitud escurridiza y hasta desafiante –“seguiré haciendo nuevas contrataciones”– muestra la segunda faceta del problema: una alcaldesa atada a un modelo de gestión que círculos guayaquileños quieren intocado. La tesis de blindar el modelo, planteada por Alberto Dahik poco antes de la salida de Nebot, irrumpió en la escena para provocar el vendaval de críticas y poner bajo alerta a la ciudadanía frente a las alteraciones del modelo por parte de Viteri. La situación no es fácil para la alcaldesa, porque llegó con una propuesta de ampliar los servicios sociales del Municipio y porque hay demandas crecientes de la ciudad frente a temas nuevos. El blindaje la coloca ante la obligación de explicar y justificar cada nueva intervención en el modelo, con lo cual la idea misma de innovarlo, pulirlo, mejorarlo, ampliarlo o revisarlo se vuelve una suerte de camisa de fuerza. El vendaval quiere recordarle sobre una cierta inmovilidad del modelo contenida en la absurda tesis del blindaje.

Viteri se colocó en el centro de las críticas al poner en marcha una política de clientelas personales que todos queremos erradicada de los municipios; y ha provocado el encendido de las alertas para recordarle que el modelo debe seguir apegado, le guste o no, al esquema dejado por Nebot. A la sucesora la quieren inmovilizada. (O)