Las pasiones desatan una respuesta química en el organismo cuyas manifestaciones se equiparan a las del alcohol. Esta droga al ingerirse tiene la virtud de sacar la verdadera naturaleza del ser humano, pone en evidencia sus flaquezas, temores, complejos, secretos... en fin, todas aquellas características del alma que permanecen cubiertas por el disimulo cuando el sujeto está sobrio. In vino veritas, en el vino la verdad, dejó diciendo Plinio el Viejo. El miedo, como un vino maléfico, que todos bebemos alguna vez, provoca reacciones similares. Nos llevará a la mentira, a la delación, a la traición, a la ignominia, incluso al robo y al homicidio. Si los sujetos reaccionan con humillación y bajeza, serán tachados de cobardes; si con imprudencia y precipitación, se les dirá temerarios; pero la serenidad y la entereza revelarán a los valientes. Bueno, el caso es que el miedo al coronavirus ha sacado lo peor de la humanidad.

La cobardía suele llevarnos a buscar un culpable del peligro y a descargar ira sobre él. Manifestación de esta distorsión ha sido que muchos ecuatorianos han resucitado una vieja enfermedad social en el momento menos oportuno. Me refiero al siempre reprobable regionalismo. El hecho absolutamente fortuito de que la paciente 0 haya sido costeña inició obviamente el contagio en la región Litoral, lo que pudo ocurrir en cualquier otra zona del país, todo era cuestión de tiempo. Esto ya fue motivo para que, sobre todo a nivel de redes sociales, se desate una ola regionalista en la Sierra, culpando a los de las tierras bajas de la epidemia. Peor fue cuando se difundieron videos y noticias sobre el bajo acatamiento que ha tenido en la Costa el confinamiento forzoso de la población. Los patrióticos denunciantes interioranos no solo que no contemplaron las diferencias socioeconómicas y climáticas, sino que no veían la viga en su ojo, pues en las ciudades serranas con alta incidencia de informalidad económica y precariedad laboral la situación es bastante parecida... e igual de entendible, aunque no por ello excusable.

Esta agresión, porque eso fue, desató en el Litoral una fuerte reacción en la opinión digital, igualmente cargada de grosería e ignorancia. Lo más penoso ocurrió cuando destacados intelectuales y periodistas a ambos lados de los Andes se involucraron mal en la disputa, exponiendo sus respetables nombres a salpicaduras de lodo. Todos han pedido posteriormente disculpas y supongo que procuraremos olvidar sus deslices... nunca mejor traída esta palabra. Es algo que se les “deslizó”, o como más corrientemente decimos “se les fue” o “se les salió”. Cuando haya terminado esta emergencia en un día que se ve lejano, este es un tema que debe ser abordado. El prejuicio del regionalismo genera situaciones de odio tan graves como el racismo, la homofobia o el sexismo. No todas las cosas se pueden solucionar con leyes, pero si las otras odiosas manifestaciones que he mencionado son consideradas delitos, no veo por qué no se deba proceder de manera similar con este histórico cáncer en el cuerpo de la nación y cortarlo por lo sano.

(O)