Fue Carl von Clausewitz quien dijo que la guerra era la continuación de la política por otros medios. Carl Schmitt, filósofo y constitucionalista, ideólogo del nacional socialismo, fijará como el núcleo de la política la relación amigo/enemigo. La política entendida como una guerra. No el espacio de servicio al bien común, donde cohabita la tolerancia con la diferencia, el debate y el respeto con los diferentes. Sólo el campo de batalla, donde se degrada y se destruye al adversario. Ahí, no hay una línea para reconocer algún mérito en los otros. La política como morada de la mezquindad.

Jaime Nebot decidió no estar en la papeleta electoral. De inmediato, se desató un arsenal de embates. No se examinaron sus razonamientos ni el alcance de sus expresiones. Desde la derecha extrema, alguien lo calificó como “líder cantonal”. Olvidando lo que registraban los sondeos sobre el escenario electoral y las opciones reales que tenía.

Con objetividad, cabe reconocer un claro liderazgo al haber administrado la ciudad más grande del país por casi dos décadas. Guayaquil, antes de las alcaldías de Febres-Cordero y Jaime Nebot, era una ciudad en miseria y desdicha, manejada por el populismo vulgar e inoperante, por quien hoy se jacta de portar un grillete.

Ceguera y mezquindad es no reconocer una administración eficiente y moderna, valorada por la mayoría de la gente. El análisis ponderado y la generosidad están ausentes en algunas voces que se han escuchado.

No es sensato olvidar que, durante la avalancha de la década autoritaria, fue el alcalde de Guayaquil quien frenó el libertinaje y la desmesura del correísmo. Mientras decenas de miles de guayaquileños, liderados por su alcalde, salieron a las calles; en Quito, teníamos uno servicial y obediente del atrabiliario caudillo. Un preludio de la orfandad de liderazgo de la capital.

Es evidente la falta de voluntad política en algunos líderes para dialogar y buscar espacios de entendimiento, que abran un cauce de salida a la espantosa crisis en la que hemos caído. No hay que ser un especialista para entender que Ecuador enfrenta dificultades complejas, que difícilmente serán superadas si persiste la fragmentación.

Se ha iniciado la etapa electoral. El fraccionamiento amenaza con poner en riesgo el futuro próximo del país, atrapado en la peor tragedia de su historia contemporánea. Cunde el desencanto, la ira, y el temor ante un futuro incierto. La corrupción continuada desde el poder y sus cercanías, o desde la misma Asamblea, es inmunda. Salvando las excepciones que existen.

Se vislumbra que la mayoría de los electores, al final, optará por la tendencia electoral del centro liberal. Repetir el ensayo fracasado del socialismo del siglo XXI sería un suicidio. En el primer pelotón, y con opciones de clasificar a la segunda vuelta electoral, aparecen Otto Sonnenholzler, Álvaro Noboa y Guillermo Lasso. Detrás o cerca de ellos, el correísmo. La estructura organizativa del PSC que lidera Nebot es sólida y decisiva, para hacer posible que Sonnenholzler, Álvaro Noboa o una tercera opción pueda triunfar y gobernar con menos limitaciones. ¿Se entenderá lo que sucede? (O)