Hace poco conversaba con una amiga sobre las relaciones amorosas y hacíamos la analogía de que el amor es como un regalo que viene dentro de un empaque que nos gusta y nos invita a seguir descubriendo su contenido. Al principio estamos felices, sentimos que la vida es linda y agradecemos el presente, pero con el paso del tiempo descubrimos que el paquete tiene filos que pueden lastimarnos y hay partes que vinieron heridas o rotas. Entonces debemos reflexionar sobre la fuerza del amor para poder tolerar todo lo que viene incluido, en una mezcla que nos puede hacer reír, cantar, bailar y también llorar, pero teniendo siempre presente que la gente no cambia.

En consecuencia, el amor es aceptar al otro sin tratar de cambiarlo a nuestro gusto; pero ¿qué se acepta y qué no?, esa respuesta es personal y varía según cada historia humana y bagaje personal. Lo interesante es reconocer que al ponernos frente a los defectos del otro, también se exponen los nuestros. ¿Hasta qué punto es el ego el que hace los reclamos durante una discusión? ¿Qué tan saludable está nuestra autoestima? ¿Cuánto es amor y cuánto dependencia o miedo a estar solos? ¿Queremos a la persona o estamos enamorados de la situación de confort, que incluye casas, viajes y bienes en común, ligados a su permanencia en nuestra vida?

También es necesario tener presente que el amor debe vivirse en libertad. La confianza es fundamental, las mentiras no caben y el control solo debe aplicarse para la televisión, no para las personas. Tengamos presente que si sentimos necesidad de revisar el celular o llevar una exhaustiva revisión de las redes sociales de nuestra pareja, las cosas no están bien. Es dañino para todos, desgasta y terminará rompiendo el lazo que nos une.

Además, con el tiempo descubrimos que la caja que guarda el corazón que amamos no es perfecta, pero la vida en pareja implica aceptar la maleta con las vivencias del pasado que todos cargamos. Hay quienes llevan una carga muy pesada y solo el diálogo, amor y paciencia vuelven posible la convivencia; en otras ocasiones lo mejor será separarse. Así que lo importante es intentarlo. Nunca he creído en la frase “para siempre”, me parece demagogia romántica, prefiero creer en el amor de un día a la vez, todos los días. Siento que el amor es un trabajo diario porque implica muchas veces vencer nuestro ego y vanidad. Así que luego de esa larga charla que sostuvimos, concluimos que es necesario poner en una balanza los momentos que nos traen felicidad y paz, con los desagradables y tristes. La persona que amamos viene en un combo con defectos y virtudes, depende de nosotros cuánto estamos dispuestos a ceder, mejorar o comprender.

Finalmente, recordemos que la vida termina demasiado rápido y muchas veces de manera inesperada. Por consiguiente, no la desperdiciemos persiguiendo, sufriendo o mendigando cariño. Si amamos, debemos aprender a vivir con los defectos del otro, pero manteniendo el respeto mutuo, por tanto, me parece oportuna la frase de Benedetti: “En la vida hay que evitar tres figuras geométricas: los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas”. (O)