Juan Díaz de Solís descubrió el Mar Dulce, pero ese nombre le duró poco al Río de la Plata porque por más ancho que fuera no dejaba de ser un río. A la expedición de Solís la mandó Fernando el Católico en 1515 con el fin de buscar un paso al océano que le tocó casi completo a España en el reparto de Tordesillas; y fue su nieto, Carlos I, el que envió a Fernando de Magallanes en 1519 a enmendar el fracaso de Solís. Una tercera expedición, comandada por un desertor de la de Magallanes, fue a buscar el paso por el norte en 1524. Y cuando ya no quedaban dudas de que el único paso posible quedaba en el fin del mundo, el emperador mandó a estudiar la posibilidad de hacer un tajo en el istmo de Panamá. El decreto está fechado el 20 de febrero de 1534; el canal se inauguró 380 años después...

En febrero de 1516, Solís, cinco soldados y un grumete andaluz que se llamaba Francisco del Puerto bajaron a tierra en la costa uruguaya, cerca de la desembocadura del río Santa Lucía. Allí fueron muertos a flechazos, descuartizados, asados y comidos por los guaraníes, que dejaron vivo al grumete porque aquellos indígenas se comían a sus enemigos para quedarse con su fuerza y no para saciar el hambre. Del Puerto vivió doce años entre los guaraníes, hasta que en 1527 lo encontró la expedición de Sebastián Caboto haciendo aspavientos con los brazos desde la costa. El grumete, devenido en lenguaraz, no se cansó de trabajarle los tímpanos a Caboto con las historias que contaban los guaraníes sobre un reino lleno de plata al que se llegaba remontando el río. Caboto no encontró ni oro ni plata, pero las historias de Francisco del Puerto siguieron alimentando la ambición de una expedición tras otra y sembraron de plata la toponimia argentina.

Decían sus propios marineros que Juan Díaz de Solís era un excelente navegante pero un pésimo capitán y su muerte no es más que la comprobación de esa realidad. Lo mismo se decía de Fernando de Magallanes, el descubridor del estrecho que llamó de Todos los Santos porque fue el 1 de noviembre de 1520 (acaban de pasar los 500 años) el día que encontraron la conexión con el Pacífico.

Los tripulantes de la flota de Magallanes eran de diez nacionalidades distintas; todos aventureros que no sabían vivir de otro modo, tanto que se salvaban de un naufragio y volvían a subirse a un barco al día siguiente. En cuanto salieron de Sevilla empezaron a cuestionar las órdenes del capitán por autoritario y caprichoso.

El primer intento de motín lo conjuró Magallanes el 1 de abril de 1520 en la Patagonia, pero tuvo que ajusticiar a un par y dejar en una islita perdida a otro par. Juan Sebastián Elcano también conspiró y se salvó de milagro. Magallanes murió por un error de mal capitán en las actuales Filipinas y sin Elcano esa expedición hubiera quedado zangoloteando por las dulzonas islas de las Especias en lugar de dar la vuelta al mundo por primera vez.

Ocurre en el fútbol, en la política y en cualquier empresa humana. El mejor jugador no tiene por qué ser el mejor capitán, pero le damos ese cargo por respeto... y ese día perdemos al mejor jugador y tampoco tenemos capitán. (O)