El empleo es la tarea pendiente de los últimos quince años. El próximo Gobierno recibirá un país endeudado, con un déficit fiscal profundo, con serios problemas de solvencia en el IESS, pero sobre todo un país donde el empleo formal es un privilegio. Según las últimas estadísticas del INEN, apenas el 17 % de la Población Económicamente Activa tiene un empleo formal. Por el contrario, son más de 6 millones de ecuatorianos que actualmente se encuentran en la calle buscando un empleo formal y no lo consiguen. No podríamos esperar otro resultado si conservamos un código laboral de 1938.

El mundo evolucionó en estos 80 años. No solo en nuevas modalidades de trabajo, tecnología e innovación, sino en la forma en que las personas se relacionan entre sí. Hoy en día es muy común llamar a un call center de una operadora telefónica local y que la persona que conteste esté físicamente en la India. A pesar de esta interconectividad global, nuestro código laboral es el quinto más rígido del mundo. Las consecuencias de esta rigidez se reflejan en la falta de empleo formal. Con la llegada del coronavirus la crisis laboral se profundizó, pero esta venía en decadencia desde mucho antes. Veamos los datos: entre el 2008 y diciembre de 2019 el empleo formal en el Ecuador cayó del 48 % al 37 %.

Las pocas reformas realizadas siempre buscan mayores privilegios para los empleados formalmente sin entender que esto se traduce en nuevas barreras de entrada para las personas que se encuentran en la informalidad y el desempleo. Urge una reforma laboral integral e inclusiva, que debe tener como base la libertad. Libertad de contratación, de común acuerdo entre las partes, no es lo mismo que precarización laboral. Es darle libertad al individuo para que elija qué tipo de empleo le conviene más, sin que sea el Estado quien decida por él.

El Foro de Libertad y Prosperidad propuso 5 puntos para un código laboral eficiente: (1) permitir nuevos tipos de contrato regresando al contrato por hora, por proyecto o por plaza fijo; (2) permitir las jornadas laborales flexibles para que el trabajador escoja las preferencias de tiempo de acuerdo a su situación personal; (3) que la política de fijación del Salario Básico Unificado se haga de una manera técnica con base en la productividad de la economía. Como diría Milton Friedman: “El salario mínimo impide a muchas personas obtener un empleo”; (4) fomentar la contratación de jóvenes y personal sin experiencia por un periodo máximo de un año por menos del salario básico; (5) ofrecer a los ciudadanos que se encuentran en la informalidad entrar a la formalidad a través de un régimen similar al RISE por un valor de $ 10 mensuales. Esto generaría recaudación para el fisco y el pequeño comerciante tendría la seguridad de trabajar de manera legal.

Como diría Charles Baudelaire: “El mejor remedio contra todos los males es el trabajo”. Un empleo no solo dignifica, sino que le permite al ciudadano progresar y cumplir su proyecto de vida. Necesitamos que el nuevo Gobierno tenga como prioridad la creación de empleo, incentivando la contratación, ofreciéndoles oportunidades a los jóvenes y dejándoles a los ciudadanos la libertad de poder escoger sobre su propio destino. (O)